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¡MUERA ROSAS!...¡MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS!

J.M.de Rosas, El Resturador (01) Politica de Rosas y los emigrados
(02) Muera Rosas...mueran los salvaje unitarios
(03) Fuentes
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Politica de Rosas y los emigrados

Rosas ofrece muestras claras de sus intenciones conciliatorias en momentos clave de su trayectoria de gobernante. En 1839, después de la conclusión de la guerra contra el Gran Mariscal Santa Cruz, El Restaurador concede un perdón generoso a los que, en unión con aquel, lo combatieran; actitud que vuelve a repetir en 1840, a raíz del restablecimiento de las relaciones con Francia mediante la Convención de Paz concertada con el Almirante de Mackau. Como si no fuera suficiente, en Diciembre de 1842 dispone una amnistía amplia e ilimitada, luego de la derrota del General Rivera en la batalla de Arroyo Grande, que significó, en realidad, la conclusión definitiva de la guerra civil argentina, así como, de la internacional declarada por aquel caudillo contra la Confederación.

"La Gaceta Mercantil" no deja resquicio para la duda: "Cualquier observador lejano al recorrer los libelos en que los salvajes unitarios pintan con atrocísimas calumnias la supuesta inexorabilidad del General Rosas, presumiría que sus enemigos están cruelmente proscriptos, o que su emigración ha sido promovida por una mano despiadada. Sin embargo las puertas de la Patria están abiertas para los que quieran desistir de hacerle guerra impía", explica. Asegura que "Este perdón jamás se ha borrado; jamás se ha desmentido; y testigos de esto son centenares de emigrados que han regresado al país en distintas épocas y que siguen volviendo a él". ("La Gaceta Mercantil”, N° 6869 del Sábado 5 de septiembre de 1846 y Archivo Americano N° 17 del 28 de febrero de 1845)

A la inversa, tampoco ha puesto trabas en su camino, puesto que "el General Rosas no ha prohibido la emigración de ciudadanos, como se ha efectuado en las naciones de Europa en circunstancias menos peligrosas que en las que se ha hallado la Confederación Argentina. Sus enemigos no han estado violentamente sujetos a esa prescripción; y esto, desacreditando los clamores sobre un yugo forzoso y opresor, anuncia la confianza del Gobierno en el sentimiento nacional".

Descalifica en términos durísimos a Miguel Cané que publica en Montevideo un opúsculo en el que sostiene como principio la intervención extranjera: "En ninguna de nuestras épocas memorables se hallará el nombre de este Cané que así se encarniza contra su país. Nunca figuró en ningún acto político, ni prestó jamás un sólo servicio a su patria"... Relativiza "La Gaceta Mercantil" su anuncio cuando pronostica su próximo regreso triunfal a la Plaza de la Victoria, mientras señala que "Cerca de cuarenta de esos que estaban con el salvaje unitario Cané han hallado mejor que él el camino de la Plaza de la Victoria. Han vuelto; y han dejado de pensar y escribir desatinos" y a quien, desde lejos, hace alarde de los temores que siente por su propia seguridad, le recuerda que, corriendo 1846, "hace cuatro años que la administración del General Rosas no adopta ni ha adoptado una sola medida represiva con carácter político. Uno sólo de los enemigos de la Confederación, en todo este tiempo, no ha sido ni encarcelado ni ejecutado. Centenares de ellos han regresado a este país, y viven en el con las mas completa seguridad y protección". Llegándose hasta el extremo contundente de que la familia de Cané "reside tranquila y segura en la ciudad de Buenos Aires; y sus hermanos obtienen y desempeñan empleos honoríficos".

El 24 de abril de 1849, Juan A. Gelly escribe a su hijo desde Río de Janeiro: "Los mas exaltados unitarios, que se han resignado a vivir en Buenos Aires, hoy hacen elogios de la tranquilidad que allí se goza". (Juan A. Gelly a Juan Andrés Gelly, Río de Janeiro, 24 de abril de 1849, en Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo X. 1944, pág. 353)

El 9 de julio del mismo año, Luis L. Domínguez, habitando también él la capital del Imperio vecino, sincerándose, confirma lo dicho a Félix Frías: "Se pondera por todos la actual tranquilidad y prosperidad de Buenos Aires: casi toda la emigración ha vuelto allí". (Luis L. Domínguez a Féliz Frías, Río de Janeiro, 9 de junio de 1849, en Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo VI. Primer Trimestre de 1942. N° 21, pág. 40)

De Chile, Juan Francisco Mur, relata al ministro Arana, el siguiente 10 de agosto: "Todas las cartas que se han recibido de Buenos Aires y Montevideo sobre el estado en que se encuentra la Patria están contestes en que es próspero y glorioso: He visto muchas, y se de muchas otras, y en todas ellas se que hablan las familias y los amigos de los emigrados en sentido de estar contentos y por lo tanto los llaman". (Juan Francisco Mur a Felipe Arana, Santiago, Chile, 10 de agosto de 1849, en Archivo General de la Nación. Buenos Aires. División Gobierno Nacional. Ministerio de Relaciones Exteriores. 1827 1852. 10 2 1 5)

Desde Lima, "Los Argentinos que suscriben", le manifiestan`, el 13 de noviembre de 1848, a Rosas, el orgullo y admiración con que observan la conducta seguida ante las Potencias europeas. Agregan que "No menos grata y digna de universal aprobación, les ha sido la remarcable generosidad con que V.E. abre hoy las puertas a la emigración Argentina que las olas de la revolución habían arrojado en todas direcciones fuera del seno de la madre Patria". Pero lo que sorprende, es que le piden algo que parecería casi extravagante: el nombramiento de un agente público que los represente y los proteja, seguros que "V.E. que tan magnánimo se ha mostrado presidiendo los destinos de la Nación Argentina, no dudamos aceptará nuestra justa demanda". (Los Argentinos que suscriben, Lima, Perú, 13 de noviembre de 1848, en "Papeles de Rozas", cit., págs. 292 y 293)

Chilavert, que desde las filas del ejército "libertador" de Lavalle en 1839, ha transitado con lucidez el camino de la reflexión, ha elegido volver. El 10 de mayo de 1848 le recalca a Alberdi:

"La puerta está abierta para todos. El general Rosas no excluye a nadie, para todos hay lugar. Es preciso ser generoso y dejar hacer al que sabe hacer. ¿A que fin empeñarse en perpetuar las desgracias del país?”. (Martiniano Chilavert a Juan Bautista Alberdi, Buenos Aires, 10 de mayo de 1848, en Jorge M. Mayer, "Alberdi y su tiempo", cit., pág. 347)


Muera Rosas,...mueran los salvajes unitarios.

Puede sostenerse que planeaba sobre la cuestión de la emigración el lema oficial cono anatema contra los ausentes y que servía de buen argumento a la propaganda anti federal para justificar el distanciamiento. Por su parte, al rechazar, como inaceptable su desplazamiento como clase rectora dentro de la sociedad privándola, en consecuencia, de la oposición como factor inherente a su estructura política , se empeñan, bajo la invocación "Muera Rosas", en una guerra sin cuartel, que les ganará para la Historia el mote de "salvajes unitarios", debido a esa actitud mas propia del salvaje que del hombre civilizado.

Pero, un "Muera" no es equivalente al otro, como lo explica' II "La Gaceta Mercantil": "Cuando se dice "mueran los salvajes unitarios", no se designa a determinadas personas, sino se expresa sólo el voto nacional, la justicia y la necesidad de que desaparezca de la escena política un bando traidor de asesinos infames; que mueran en política; que jamás dirijan el país ni puedan establecer su predominio en el; que nunca prevalezcan contra su independencia y honor por medios horrorosos inhumanos y con la intervención de crueles extranjeros. Tan cierto es esto, que si hoy algún ciudadano escribiera o vociferara en este país muera "el salvaje unitario fulano de tal", sería inmediatamente castigado por la autoridad. No puede decirse lo mismo del "Muera" de los unitarios, pues este debe entenderse "a la europea", es decir, con la intención de provocarla de hecho, ejemplificable con los atentados reiterados contra Luis Felipe y su familia y la Reina Victoria en 1842, que tienen su paralelo en Buenos Aires con la "máquina infernal" enviada a Rosas en 1840, con el objetivo cierto de ultimarlo." ("La Gaceta Mercantil, N° 5957 del Sábado 5 de agosto de 1843)

En virtud de que la única condición que se les exigía era la de deponer la actitud de rebeldía armada contra la autoridad constituida que sostenían, la negativa a reintegrarse a su país equivalía a una virtual declaración de hostilidad que estaban dispuestos a proseguir, ya fuera desde el exterior o en el interior, de presentárseles la oportunidad. El Imperio vecino se las ofrecerá y la aprovecharán incorporándose a heterogénea alianza.

Parecido caso de oposición "salvaje" tendrá lugar, salvando las naturales distinciones, muchas décadas mas tarde, del 1928 al 30, contra el Presidente Doctor Don Hipólito Yrigoyen y, lo que resulta sugestivo, por círculos afines a los unitarios.


Fuentes:

- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- La Gaceta Mercantil.
- Goñi Demarchi, Carlos A. : "Rosas, washington y Lincoln". Edit.Theoría.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

Ver también:

* La firme política del Rosas
* Juan Manuel de Rosas
* La Confederación Argentina
* Rosas y San Martin
* Vuelta de Obligado - Día de la Soberanía
* La banderas de Rosas
* Caseros: La 2° guerra con Brasil

Puede ver más artículos sobre Rosas en El Restaurador


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