La Revolución de 1830, en un plano de organización y cultura diferente, observada como simple lucha de corrientes psicológicas, presenta los mismos hechos y situaciones del motín de diciembre de 1828, que terminó con el fusilamiento de Dorrego. De un lado estaba una minoría que se creía dueña de los destinos de la nación porque poseía un barniz de cultura superficial, fundada en subjetividades, lugares comunes, abstracciones y desplantes oratorios. Divorciada esa minoría con la opinión pública cuyo instinto no se engaña nunca cuando repudia, buscaba la usurpación del poder por medio de la fuerza armada. De la otra parte, el pueblo anhelaba elegir libremente los gobiernos y representaciones parlamentarias para cumplir los principios de la revolución de mayo.
El papel de Rosas
La limpieza de malvados que hizo el Restaurador trajo un período de respeto a las leyes que duró casi ochenta años.
Minorías selectas
La política unitaria fue atribuir a los federales toda su corrupción y sus vicios, lo mismo que ha sucedido después de la revolución de 1930 con las llamadas minorías selectas, escorias morales. El pensamiento unitario juzgado por la extensa documentación existente se manifiesta en este sentido en la misma forma como una verdadera escoria moral, que no se encuentra en las declaraciones de ningún representante de la causa del pueblo.
Cultura de aves negras
Rosas, evidentemente, repudiaba esa forma de cultura que indignó a Descartes y a muchos sabios que vieron en ella un medio eficaz para confundir los conceptos, violar las leyes y cometer las más grandes ignominias en nombre de la verdad, del derecho, de la justicia, del patriotismo y otros términos indefinidos, fáciles de prestarse a las más variadas interpretaciones subjetivas. A esa forma de cultura refinada de procuradores y aves negras, que acepta la democracia siempre que ésta sea como a ellos les parece o les conviene.
- Chavez, Fermín. Lavuelta de Don Juan Manuel
- Oca Balda, José Antonio (*)
(*) José Antonio Oca Balda (1887 1939). Bonaerense. Marino retirado y escritor político. Especialista en armas submarinas, fue profesor de estrategia combinada en la Escuela Superior de Guerra. Fue autor de más de 15 inventos patentados entre 1920 y 1923, y entre sus iniciativas superiores se cuenta la del aprovechamiento de las mareas del Golfo de San José. En 1938 no formó parte, finalmente, del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas por discrepancias sobre los valores de la Constitución de 1853. Escribió El fantasma de la emisión, 1932, y en 1942 sus amigos editaron sus escritos bajo el título de El último libertador. Su figura fue recuperada por Raúl Scalabrini Ortiz.