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BATALLA DE COSTA BRAVA
Por Sebastián Miranda (*)
                          

Almirante Guillermo Brown (1777-1857).    

(01) Independencia y guerra civil en la Banda Oriental
(02) Divide y reinarás
(03) Se reanuda la lucha
(04) La escuadra riverista
(05) El fin de la escuadra de Garibaldi
(06) Las consecuencias de la batalla
(07) Referencias
(08) Fuentes
(09) Artículos Relacionados

El Almirante Brown destruye la escuadra de J. Garibaldi

Por Sebastián Miranda-Licenciado y profesor de Historia

Publicada en la revista Defensa y Seguridad MERCOSUR Nro. 38, julio-agosto 2007, pp. 64-73.

El 15 de agosto de 1842 la flota unitaria dirigida por José Garibaldi fue destruida por las fuerzas navales comandadas por Guillermo Brown, poniendo fin a los saqueos del italiano y despejando de enemigos los ríos interiores argentinos. La victoria del Gran Almirante permitió el avance sobre Entre Ríos del ejército de Manuel Oribe que derrotaría al de Fructuoso Rivera en Arroyo Grande, desbaratando sus proyectos anexionistas.


1. Independencia y guerra civil en la Banda Oriental

El 27 de agosto de 1828 la Argentina y el imperio del Brasil firmaron un tratado de paz que puso fin al conflicto entre ambas naciones y marcó el inicio de la vida de la Banda Oriental como Estado independiente. La guerra se había originado a raíz de la invasión portuguesa a la Banda Oriental en 1816 (1). Tras vencer la heroica resistencia de
Artigas y su ejército, los portugueses ocuparon la región y la incorporaron bajo el nombre de provincia Cisplatina. Posteriormente Brasil se independizó de Portugal y la ocupación continuó.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata, inmersas en las luchas por la independencia y las guerras civiles, demoraron la reacción para recuperar la provincia perdida. Recién en 1825 - mientras Juan Gregorio de Las Heras era gobernador de Buenos Aires y encargado de las relaciones exteriores y negocios generales de todas las provincias (2)- se realizaron acciones tendientes a apoyar a los orientales que luchaban contra el invasor. La más destacable de estas acciones fue el envío de la expedición de los 33 Orientales el 18 de abril de 1825 (3) , que abrió el camino para la rebelión contra el Brasil. Rápidamente el pueblo oriental se unió a la sublevación encabezada por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe. El 25 de agosto de ese año la Junta de Gobierno reunida en congreso en el pueblo de La Florida declaró la independencia de Brasil y la reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los brasileños fueron derrotados en una serie de batallas, destacándose entre ellas el gran triunfo de Sarandí el 12 de octubre de 1825 (4) . Frente a la declaración del congreso el gobierno argentino rompió relaciones con Brasil. El emperador Pedro I respondió con una declaración de guerra el 10 de diciembre. Las Provincias Unidas hicieron lo propio el 1 de enero de 1826.

No es objetivo de este trabajo relatar las vicisitudes de la guerra, solamente diremos que desde el punto de vista militar el conflicto fue favorable a la Argentina, pero la falta de recursos económicos para continuar las operaciones militares y en especial la mediación británica – encabezada por Lord Ponsomby - tendiente a disgregar la integridad territorial de las Provincias Unidas, llevaron a la firma de la paz. Como resultado del tratado la Banda Oriental se independizó, continuando el proceso de desmembración del antiguo Virreinato del Río de la Plata iniciado con Paraguay y Bolivia

En el Estado recientemente independizado la situación distaba de ser sencilla, ya que no fue ajeno a las guerras civiles que desde hace años afectaban a las Provincias Unidas y a toda América. El 17 de abril de 1830 Juan Antonio Lavalleja – líder de los 33 Orientales- fue elegido presidente. Su nombramiento fue desconocido por Fructuoso Rivera, un caudillo que había luchado contra los brasileños y que también había actuado a su servicio como jefe de la policía durante la ocupación, hasta que ocurrido el desembarco de los 33 Orientales volvió a cambiar de bando y participó en la lucha contra el imperio (5). Rivera usurpó el poder y se acercó a los emigrados unitarios argentinos exiliados en Montevideo que le prestaron su apoyo. Por su parte Juan Antonio Lavalleja recibió ayuda de Juan Ramón Balcarce, que había sucedido a Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos Aires.

El 24 de octubre de 1834 finalizó el período de gobierno de Rivera y Manuel Oribe – segundo de J. A. Lavalleja durante la expedición de los 33 Orientales – fue elegido presidente, asumiendo el 1 de marzo del año siguiente. Fructuoso Rivera repitió su actitud anterior y se sublevó con apoyo del general unitario Juan Lavalle. M. Oribe obtuvo el respaldo de Juan Manuel de Rosas, que había asumido su segundo gobierno en Buenos Aires, y el de J. A. Lavalleja. Pese a una serie de triunfos previos (6) , Oribe fue completamente derrotado el 15 de junio de 1838 por las fuerzas de F. Rivera y J. Lavalle en la batalla del Palmar y al poco tiempo debió renunciar a la presidencia.

Rivera no se limitó a luchar contra Oribe sino que promovió las acciones de los unitarios exiliados contra el gobierno de la Confederación Argentina. Estos formaron coaliciones con armas y dinero provistos por Francia, que en esos momentos agredía a nuestro país. Las excusas que dieron origen al bloqueo francés eran las de siempre, la defensa de las libertades, de los derechos humanos y la oposición de la civilización a la barbarie. Francia impondría la civilización a su particular modo, a cañonazos. En realidad la causa generadora del bloqueo se relacionaba con que Francia se encontraba en pleno proceso de revolución industrial y rechazaba el sistema económico de Rosas que buscaba proteger la industria nacional mediante la ley de aduanas de 1835 (7) y no permitiendo la libre navegación de nuestros ríos interiores (8) . Estas medidas dificultaban o impedían la introducción de productos franceses y la obtención de materias primas. A su vez existía una fuerte preocupación en el gabinete galo por la posibilidad de un triunfo de Oribe sobre Rivera, ya que éste era partidario del sistema económico proteccionista de Rosas. Para estos años la Banda Oriental se había convertido en un centro comercial dominado por los intereses económicos ingleses y franceses que habían establecido allí una importante base para el comercio favorecidos por las ventajas dadas por Rivera.

Los miembros del partido unitario solicitaron la intervención francesa que se realizó en coordinación con diversos movimientos internos que pusieron en riesgo nuestra integridad territorial, a saber: la revolución de los hacendados del sur de Buenos Aires (9) , la conspiración de Maza (10) ; la campaña de J. Lavalle (11); la coalición del Norte y la guerra contra la Confederación Peruano – Boliviana, además de diversas rebeliones en el litoral, por solo nombrar los principales procesos.

Rivera apoyó todas estas agresiones, firmando un tratado de alianza con Berón de Astrada, gobernador rebelde de Corrientes, y tuvo una intensa participación en las acciones francesas contra nuestro territorio (12) . Rosas reaccionó declarándole la guerra.

Las coaliciones contra la Confederación comenzaron a sufrir una serie de derrotas, lo que motivó la retirada francesa y el fin del bloqueo tras la firma del tratado Arana - Mackau el 19 de octubre de 1840 (13). Con sus ejércitos mermados, sin apoyo económico y militar francés, perseguidas y acosadas por las tropas federales, las fuerzas unitarias fueron destruidas en Famaillá (14) y Rodeo del Medio (13) . J. Lavalle fue muerto por una partida el 9 de octubre de 1841 y los restos de su ejército se dispersaron tras cruzar la frontera con Bolivia.

Ante este panorama Fructuoso Rivera quedó sin apoyo para continuar la guerra contra Oribe y la Confederación. Por su parte Manuel Oribe, que había participado activamente en la guerra contra los unitarios argentinos, se encontró con plena libertad para avanzar sobre la Banda Oriental. Es en este contexto en el que se desarrolló la batalla que nos ocupa analizar.


2. Divide y reinarás

Juan Manuel de Rosas La desesperación cundía en Montevideo. Rivera y sus aliados sabían que, sin el apoyo de Francia y con los ejércitos unitarios destruidos, era cuestión de tiempo para que la ciudad fuera sitiada y recuperada por Oribe. Rivera intentó buscar nuevos apoyos en el exterior. Para ello ordenó al doctor José Ellauri – ya en Europa desde el año anterior en misión diplomática para evitar la retirada de Francia del bloqueo - a negociar una intervención armada de España, Gran Bretaña u otra potencia del viejo continente sobre el Río de la Plata. El proyecto de intervención española fue rechazado por el gobierno ibérico, al parecer por la presión británica que no deseaba que otro Estado interviniera en las regiones apetecidas por la gran Albión. (16)

Los británicos, al igual que los franceses, estaban en plena revolución industrial y deseaban obtener nuevos mercados para poder vender sus productos y extraer materias primas. Rivera ya les había dado importantes facilidades en este aspecto, entregando a un comerciante inglés y sus asociados - Samuel Lafone - el control de las rentas de la aduana de Montevideo. Su influencia sobre la Banda Oriental les garantizaría el acceso a la gran ruta del comercio que era el río Uruguay, y todos los ríos que se conectan con él internándose en el interior de la Confederación, el sur de Brasil, Paraguay y la misma Banda Oriental. Recordemos que para alcanzar estos fines netamente económicos es que los ingleses habían impulsado la independencia de la Banda Oriental. La disgregación de las Provincias Unidas era lo que posibilitaba concretar estos objetivos, ya que los gobiernos más débiles eran muchos más fáciles de influenciar y manipular. Los orientales, separados de las Provincias Unidas, serían presa fácil para el gabinete y los mercaderes británicos,

Tras la destrucción de las fuerzas unitarias, la retirada francesa y el rechazo español, Rivera ofreció a los ingleses el establecimiento de un protectorado en la Banda Oriental, dando cuenta de ello los propios funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores Británico (17). A partir de entonces aumentó el interés de los ingleses en la región. Secretamente firmaron con Francia un pacto para mediar en el conflicto entre Rosas, Oribe y Rivera. Lo cierto es que lejos estaba este pacto de una mediación y que años más tarde, en 1845, daría lugar a una nueva agresión de las dos potencias contra la Confederación Argentina: el bloqueo anglo – francés. Rosas, sabiendo que se escondía detrás de la mediación, la rechazó. Rivera redobló la apuesta y para atraer una nueva intervención que salvara a su gobierno, emitió un decreto el 14 de octubre de 1841 por el cual autorizó la libre navegación del río Uruguay a los buques extranjeros. La Confederación rechazó la medida.

En septiembre asumió en Gran Bretaña un gobierno conservador encabezado por Sir Robert Peel que impulsó la expansión del comercio británico. Las medidas de Rivera eran demasiado favorables a Gran Bretaña como para dejarlas pasar por alto. El 31 de diciembre de 1841 el Ministerio de Relaciones Exteriores Británico ordenó dar asistencia económica y militar al gobierno de Rivera (18). Se establecieron de esta manera las bases de la futura agresión contra nuestra Patria. Sin embargo por el momento Gran Bretaña prefería evitar una intervención directa, pues el mantenimiento del gobierno de Rivera resultaba diplomáticamente mucho más eficaz que una agresión armada. La mediación en el conflicto era otra forma de guardar las apariencias y sus verdaderas intenciones. Las facilidades y ventajas económicas ofrecidas a los británicos fueron confirmadas con la firma de dos tratados de comercio y navegación.

Pero retrocedamos nuevamente a 1840. Mientras todos estos sucesos ocurrían, simultáneamente, mientras se negociaba en Europa y todavía los ejércitos unitarios en el interior de la Argentina no habían sido derrotados, las fuerzas unitarias saqueaban y arrasaban la provincia de Entre Ríos. Rivera albergaba el interés de anexar la Mesopotamia y el sur del Brasil (19) a la Banda Oriental, en un nuevo proyecto secesionista. Así lo reconoció el general José María Paz: en sus memorias: “Hizo en esta vez el general Rivera, faltas muy graves, y los mayores a la causa, sin proporcionarse provecho alguno, y lo que es más, alejándose como nunca de su proyecto favorito, de incorporar las provincias de Entre Ríos y Corrientes, a la República de que él dependía, o que dependía de él. Esto no era solo de él, por cuanto participaban de ella muchos orientales de distinción y de más luces que él; consistía en agrandar el Estado Oriental, o sea la República del Uruguay, con la anexión de las provincias de Entre Ríos y Corrientes, pertenecientes a la República Argentina, y la de San Pedro al sur, que depende el imperio del Brasil” (20) (Ver: "Las amnesias del Manco Paz")

El general J. M. Paz formó un nuevo ejército unitario en Corrientes con el apoyo de su gobernador, Pedro Ferré. El gobernador entrerriano Pascual Echagüe avanzó con un poderoso ejército para detener a Paz pero fue completamente derrotado en la batalla de Caaguazú, el 29 de noviembre de 1840, acentuando el peligro sobre la Confederación. Paz penetró en Entre Ríos ocupando la provincia, siendo acosado permanentemente por las montoneras federales. Estos ataques y la deserción constante mermaron las fuerzas unitarias anulando las ventajas logradas tras la victoria en Caaguazú. Los recelos del gobernador Ferré motivaron el retorno de los efectivos correntinos a su provincia, a lo que se sumó la falta de apoyo de Rivera, resentido por el prestigio del general unitario. Paz quedó con una fuerza muy reducida.

A estos sucesos se sumaron las derrotas que hemos mencionado - Famaillá y Rodeo del Medio - que hicieron que la situación se tornara desesperante para los unitarios. Las fuerzas de Oribe que habían contribuido a las victorias federales avanzaron sobre Santa Fe venciendo a las tropas de Juan Pablo López, que anteriormente había servido a los federales pero que había pasado al bando unitario. El ejército de Oribe inmediatamente comenzó la marcha sobre Entre Ríos como paso previo al avance sobre la Banda Oriental. La situación se tornó entonces crítica y llevó a Rivera a acelerar las negociaciones para convertir la Banda Oriental un protectorado británico, sumando la Mesopotamia argentina, parte de Brasil y el Paraguay.


3. La escuadra riverista

Con el fin de demostrar su voluntad de abrir los ríos interiores argentinos y orientales a la navegación extranjera - tentando aún más a los interventores - y establecer contacto con las fuerzas de Ferré en Corrientes, Rivera dispuso el envío de una escuadra al mando de José Garibaldi (21) para incursionar sobre el río Paraná.

J. Garibaldi había nacido en Niza en 1807, siendo parte de la organización masónica, la Joven Italia, que pretendía lograr la unificación italiana. Fracasados los primeros intentos de alcanzarla sirvió en diversos destinos hasta que en 1837 arribó a América. En Brasil se puso al servicio de los farrapos, rebeldes que pretendían independizarse del emperador en el sur de Brasil. El imperio lo declaró pirata y destruyó la escuadra que había formado, por lo que se marchó a Montevideo ofreciendo sus servicios a Rivera y obteniendo el grado de coronel.

La escuadra riverista estaba formada inicialmente por tres buques: la barca (22) Constitución de 20 cañones, el bergantín (23) Pereyra con 10 piezas de artillería y un pequeño buque, el Libertad. Obtuvo la autorización de Pedro Ferré para hacer presas, es decir, para realizar acciones corsarias. El 26 de junio de 1842 la escuadrilla de J. Garibaldi logró pasar frente a la isla Martín García mediante la táctica poco caballeresca de enarbolar la bandera argentina para engañar a los defensores. Cuando estos se percataron de la maniobra abrieron fuego sobre los buques con sus baterías. El cañoneo duró dos horas, logrando causar algunos daños en la nave que cerraba la formación, la Constitución. La escuadra continuó su camino hacia el Paraná. A medida que se internaban en el río saqueaban las estancias costeras para abastecerse de víveres, generándose pequeños combates contra los pobladores locales y siendo acosados por la caballería de Echagüe. Las depredaciones continuaron, a tal punto que el propio Almirante Guillermo Brown dijo: “La conducta de estos hombres ha sido más bien de piratas que de guerreros pertenecientes a un pueblo civilizado, saqueando o destruyendo cuanta criatura o cosa caía por desgracia en su poder, sin recordar que hay un Poder Supremo que todo lo ve, y que tarde o temprano nos premia o castiga según nuestras acciones” (24) . Esta visión es muy diferente a la del “héroe de dos mundos” como calificó la historiografía unitaria al mercenario italiano. Los saqueos se repetirían durante la campaña que realizaría en apoyo al bloqueo anglo – francés a partir de 1845.

El 18 de julio J. Garibaldi se encontró frente a una pequeña escuadra comandada por el mayor de marina Juan Francisco Seguí en las cercanías de la ciudad de Santa Fe. Seguí eludió el combate por contar con fuerzas inferiores. El italiano continuó la navegación, siendo acosado por fuego desde tierra durante el trayecto. Los disparos generaron graves averías a la Libertad, a tal punto que debió ser abandonada. Los riveristas lograron apresar tres naves mercantes armadas con las cuales compensaron su pérdida. Más tarde se sumaron tres lanchones armados al mando del teniente Armando Villegas que Pedro Ferré envió para reforzar a los incursores. La escuadra aumentó aún más su fuerza al sumarse una zumaca (25) , una goleta (26) y una balandra (27) apresadas al pasar frente a Baradero.

Para el 15 de agosto la flotilla - integrada ya por 11 naves de diverso porte - se encontraba en un paraje llamado Costa Brava, frente al arroyo San Juan, en Corrientes cerca del límite con Entre Ríos.


4. La escuadra de la Confederación

Los informes llegados desde Montevideo dieron cuenta al gobierno de la Confederación de la partida de las naves riveristas. Inmediatamente Juan Manuel de Rosas dispuso el envío de las naves nacionales al mando del Almirante Guillermo Brown para destruir a la fuerza enemiga. Con respecto al comandante de la escuadra de la Confederación nunca son muchos los halagos y loas para celebrar la figura del Gran Almirante, héroe en las batallas navales de las guerras por la independencia y en la campaña contra el imperio. El “viejo Bruno”, como lo llamaba Rosas, a pesar de tantos combates no había perdido su pericia ni su patriotismo. Tal era el prestigio de G. Brown, que J. Garibaldi al salir de Montevideo anticipó que el resultado de la expedición no sería otro que: “la pérdida de los barcos que mandaba” (28).

La escuadra de la Confederación partió de Buenos Aires el 26 de junio, dirigiéndose inicialmente hacia el río Uruguay pensando que allí encontraría a los invasores. Al darse cuenta de su ausencia retrocedieron e ingresaron al Paraná.

G. Brown contaba con veteranos marinos y con una escuadra formada por las siguientes naves: el Chacabuco con 3 cañones y 70 hombres; el Echagüe de 14 cañones y 150 hombres al mando del capitán Pinedo; el Republicano de 7 cañones y 138 hombres al mando del capitán Donati, otro buque del mismo nombre con 7 cañones y 80 marinos comandado por el capitán Craig y la goleta 9 de Julio de 2 cañones y 52 marinos, nave insignia al mando del propio G. Brown. A esta fuerza se sumó la de Seguí que hemos mencionado, integrada por la goleta Argentina de 7 cañones y 80 hombres y la Libertad de 5 cañones y 20 hombres al mando del capitán Garay. Las fuerzas auxiliares estaban compuestas por un cúter de 3 cañones (29) y 20 hombres al mando del capitán Pulladas, un místico (30) de 1 cañón y 25 hombres y una ballenera (31) con un cañón y 20 hombres (32) . Además quedaron tres buques: el Belgrano, el San Martín y la 25 de Mayo en Buenos Aires para proteger la ciudad frente a posibles ataques. La escuadrilla era comandada por Juan Bautista Thorne, que tres años más tarde sería uno de los héroes en el combate de la Vuelta de Obligado. Con las 10 naves restantes G. Brown se presentó frente a la escuadra riverista. En comparación la escuadra de J. Garibaldi era superior, no solamente en número de buques sino también en el calibre de las piezas de artillería.


5. El fin de la escuadra de Garibaldi

J. Garibaldi vio dificultadas las maniobras debido al calado algunos de sus buques por lo que no le quedó otra opción que enfrentar a las naves de G. Brown. Para poder atacarlas con alguna ventaja intentó utilizar la sorpresa. Acorderó (33) sus naves y ocultó a parte de sus hombres en la costa, de tal manera que pudieran abrir fuego cuando las naves de la Confederación se acercaran.

Al mediodía del 15 de agosto los buques de G. Brown se aproximaron a los de J. Garibaldi, el viento era prácticamente nulo, por lo que las naves debieron acercarse a la sirga. La operación se vio sumamente dificultada por el fuego que les dirigían tanto desde los buques como desde la costa. La fuerte corriente también contribuyó a dificultar las maniobras de aproximación. El Gran Almirante ordenó al guardiamarina Mariano Cordero que se dirigiera con parte de los hombres por tierra para anular los fuegos de la improvisada infantería de J. Garibaldi. Luego de un durísimo combate, Cordero logró apagar los fuegos de los riveristas, lo que le valió posteriormente las felicitaciones del Almirante. A su vez G. Brown logró alinear a la 9 de Julio, al Chacabuco y al Echagüe iniciando un vivo fuego sobre la escuadra enemiga, prolongándose los combates hasta las 19hs. A las dos de la madrugada del día 16, J. Garibaldi intentó volar las naves de G. Brown enviando un brulote incendiario que se desplazaba favorecido por la corriente. Ante el peligro que significaba esta nueva amenaza, G. Brown envió en un bote al guardiamarina Bartolomé Cordero (34) , hermano de Mariano, para que apagara el fuego. La misión era sumamente riesgosa pero fue cumplida con éxito. El valiente marino trajo como trofeo la mecha que accionaría la pólvora del brulote. También Bartolomé fue felicitado por G. Brown.

J. Garibaldi no cejó en su intento de ganar la batalla y envió a 50 hombres para intentar abordar y destruir o capturar al Echagüe, ubicado en las cercanías de la costa. La maniobra fue descubierta por un centinela y los atacantes repelidos a balazos. Casi una hora después del envío del primer brulote incendiario los riveristas enviaron una segunda nave. Bartolomé Cordero volvió a ofrecerse como voluntario para apagar la mecha, Brown agradeció el coraje pero envió en su lugar a Luis Cabaza, un baquiano. Cabaza se acercó a la nave y descubrió que la mecha que accionaba el mecanismo para encender el alquitrán y la pólvora se había apagado.

En las primeras horas de la mañana se reinició el combate en las aguas y en tierra. Las naves de J. Garibaldi abrieron fuego contra las de G. Brown, pero fueron acribilladas por los disparos de las naves de la Confederación. G. Brown avanzó contra las castigadas naves riveristas comandando la 9 de Julio con intenciones de abordarlas y decidir el combate en un duelo cuerpo a cuerpo, ya eran cerca de las 14hs. Ante el inminente abordaje, estando ya muy cerca de las naves de G. Brown, J. Garibaldi prendió fuego a la Constitución y al Pereyra. La primera voló en forma espectacular por la explosión del depósito de pólvora, salvándose por poco la 9 de Julio que se aprestaba a abordarla.

En estos momentos se dio uno de los episodios más pintorescos de la batalla. Una de las naves que J. Garibaldi había capturado durante su incursión, el pailebote (35) Joven Esteban, comenzó a arder corriendo el peligro de volar y producir daños a las naves de G. Brown. Para apagar el fuego se ofrecieron los hermanos Cordero que compitieron en una particular carrera para ver quién llegaba antes. Bartolomé llegó primero y con su gente logró apagar el fuego que en minutos hubiera llegado al depósito de pólvora (36) . Mientras las naves eran incendiadas J. Garibaldi y los sobrevivientes de su escuadra escaparon por tierra y por el río por medio de unos botes con rumbo a Corrientes. G. Brown informó de la victoria a Rosas, llegando las noticias a Buenos Aires el 25 de agosto. El Restaurador escribió a G. Brown para felicitarlo el 10 de septiembre:

“Intensamente se complace el infrascripto por este resultado glorioso y feliz, de la pericia y heroico denuedo de V.S., del brillante valor de los beneméritos marinos que ha conducido a la victoria.
Este lauro eminente en la guerra marítima de la Confederación, confiere a V.S. y a los valientes que dignamente manda, un título más de esclarecido honor”


El Gran Almirante y sus hombres retornaron a Buenos Aires, siendo recibidos con honores y aclamados por la población que una vez más agradecía el valor y el patriotismo del veterano héroe. Además de sus propios buques, ninguno se había perdido, traían cinco de las naves capturadas que se sumaron a la escuadra de la Confederación. Los vencedores fueron agasajados con un banquete en la Capitanía y más tarde por un asado en la residencia de Rosas.


6. Las consecuencias de la batalla

Costa Brava significó ante todo el fracaso de los planes anexionistas y segregacionistas de Rivera. Al igual que había ocurrido en la guerra contra Perú y Bolivia, nuevamente se garantizó la integridad territorial de nuestra Patria. La destrucción o captura completa de la escuadra riverista, aseguró la soberanía en los ríos interiores nacionales. Implicó la detención de las depredaciones de los corsarios sobre las costas entrerrianas. También alentó a Oribe a avanzar sobre Entre Ríos. Rápidamente Rosas reforzó a las fuerzas orientales, que cruzaron el Paraná y el 6 de diciembre de 1842, al sur de Concordia, se enfrentaron al ejército de Rivera en Arroyo Grande. En una impresionante batalla en la que participaron más de 16.500 hombres y 34 piezas de artillería de ambos bandos, el ejército unitario fue completamente destruido. Rivera huyó, arrojando sobre el campo su sable y su chaqueta. Sin obstáculos al frente, el ejército de Oribe cruzó el río Uruguay comenzando el segundo sitio de Montevideo.

Ingleses y franceses siguieron atentos la evolución de los acontecimientos. Su apetito había sido despertado y casi tres años después enviarían sus escuadras a intentar forzar la navegación de nuestros ríos interiores e impedir que Oribe retomara el control de Montevideo. Los cañones de la Vuelta de Obligado, San Lorenzo, Tonelero, Acevedo y El Quebracho y la briosa reacción diplomática contestarían a tan soberbias provocaciones, haciendo morder el polvo a los invasores y dando lugar a una de las gestas más gloriosas y trascendentes en la Historia de nuestra Patria.


(*) Sebastian Miranda es Licenciado, Profesor de Histiria y autor de diversas obras.

(1) La invasión de produjo el 19 de septiembre de 1816, cuando unos 10.500 hombres comandados por el Barón de Laguna cruzaron la frontera y penetraron al territorio oriental. Ver: BALDRICH, AMADEO (Cnel.): Historia de la guerra del Brasil, Buenos Aires, EUDEBA, 1975, p. 15.

(2) Recordemos que en esos momentos de nuestra Historia no existía una autoridad nacional tal como la entendemos hoy en día. Al no existir un poder central, un gobernador asumía el mando de las relaciones exteriores y los negocios generales de todas las provincias. Por ello le correspondía a Las Heras dirigir las relaciones y la guerra contra el Brasil.

(3) La expedición recibió un amplio apoyo de los hacendados bonaerenses, en especial por parte de Juan Manuel de Rosas.

(4) Para más información, ver el detalle en: BALDRICH, AMADEO. Op. cit., pp. 88 – 92.

(5) Durante la ocupación brasileña se le otorgó el titulo de Barón de Taenarimbó.

(6) Especialmente la batalla de Carpintería, el 19 de septiembre de 1836.

(7) Del 18 de diciembre de 1835, ponía fuertes impuestos o directamente prohibía la entrada de productos del exterior que competían con las industrias artesanales del interior.

(8) Para conocer en detalle las características de este sistema, recomiendo la lectura del excelente, aunque lamentablemente poco conocido, trabajo BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982.

(9) El ejército formado por los hacendados fue completamente destruido en la batalla de Chascomús el 7 de noviembre de 1839. Los sobrevivientes se refugiaron en naves francesas que los esperaban en Tuyú. Luego se incorporaron al ejército de Lavalle que operaba en el litoral.

(10) Descubierta y desbaratada por Rosas antes de su estallido. Su cabecilla, Ramón Maza, fue fusilado el 28 de junio de 1839.

(11) Luego de una serie de batallas en el litoral desembarcó en Buenos Aires, logró acercarse a la ciudad pero fue rodeado por las fuerzas federales, iniciando una retirada a lo largo de la cual sufrió una serie de derrotas que culminarían lamentablemente con la muerte de Lavalle, destacado oficial durante las guerras por la independencia y contra el Brasil.

(12) Entre estos hechos se destacó la toma de la isla Martín García, defendida heroicamente por las fuerzas comandadas por el Teniente Coronel Jerónimo Costa.

(13) Rivera intentó desesperadamente evitar la retirada francesa, que ya comenzaba a verse como una posibilidad el año anterior por lo que envió la misión del doctor José Ellauri.

(14) En la provincia de Tucumán, el 19 de septiembre de 1841.

(15) El 24 de septiembre de 1841, en la provincia de Mendoza. Las fuerzas de Lamadrid fueron diezmadas por el ejército del General Pacheco. El general unitario se refugió en Chile.

(16) Ver SIERRA, VICENTE: Historia de la Argentina 1840 – 1852, Buenos Aires, Editorial Científica Argentina, 1978, pp. 93 – 4.

(17) Ver SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 96 – 7.

(18) SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 99.

(19) A tal efecto Rivera firmó un pacto con los independentistas del sur de Brasil, el llamado pacto de San Fructuoso, el 28 de diciembre de 1841. Por este pacto de ayuda mutua Rivera socorrería a los rebeldes republicanos del sur de Brasil a cambio de ayuda militar para anexar la Mesopotamia, parte de Brasil y el Paraguay. Este proyecto fue ampliamente apoyado por la masonería y el gobierno británico. Ver ROSA, JOSÉ MARÍA: Historia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1965, T. V, p. 56.

(20) PAZ, JOSÉ MARÍA: Memorias Póstumas del General José María Paz, tercera edición, Buenos Aires, Imprenta La Discusión, 1892, p. 146.

(21) Luego se haría famoso por su intervención en el proceso de unificación italiana y por su militancia masónica y anticlerical.

(22) Nave de tres palos, con dos velas cuadradas y una cangreja (vela de forma trapezoidal). Las características de los tipos de buques mencionadas han sido consultadas todas en: DESTEFANI, LAURIO: Famosos veleros argentinos, Buenos Aires, Centro de Publicaciones Navales, 1968.

(23) Nave de dos palos cruzados y velas cuadradas, menores a las fragatas y corbetas. Destéfani menciona que eran muy utilizadas en el Río de la Plata por su poco calado. La abundancia de bancos de arena hacía que fuera sumamente difícil la navegación tanto en el mencionado río como en los interiores, por lo que era aconsejable el uso de buques de menor calado.

(24) IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV, p. 172. Reproduce el parte enviado por Brown a Juan Manuel de Rosas. El documento fue publicado en forma integral por RATTO, JORGE: Historia del Almirante Brown, cuarta edición, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1986.

(25) También se puede escribir sumaca, embarcaciones de fondo aplanado, con dos palos y de poco calado.

(26) Nave de entre dos y siete palos, todos con velas cangrejas.

(27) Embarcación pequeña de un palo, que suele llevar una vela triangular a proa (foque) y una cangreja.

(28) SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 107.

(29) O cútter, con palo mayor y bauprés, con aparejo similar al de la balandra.

(30) Barco con cubierta en forma de azotea, con dos o tres velas latinas, muy usados en las costas del Mediterráneo. Por su poco calado son muy aptos para la navegación en nuestros ríos interiores.

(31) Pequeñas embarcaciones utilizadas para la pesca y la caza de estos animales, de los cuales deriva su nombre.

(32) Todos los datos han sido tomados de SIERRA, VICENTE. Op. cit., p. 110.

(33) Acorderar: colocar dos o más naves en línea, amarradas proa con popa.

(34) Luego llegó a ser contralmirante de la escuadra nacional.

(35) Embarcación de vela muy rasa y fina que carece de gavias.

(36) El episodio es relatado en la mayor parte de las obras referidas al tema, especialmente en Anécdotas marineras.



Bibliografía

ARMADA ARGENTINA: Anécdotas marineras y algo más, [s.c.e], [s.e.], [s.a.e.].

BALDRICH, AMADO (Cnel.): Historia de la guerra del Brasil, Buenos Aires, EUDEBA, 1975.

BONURA, ELENA: El sistema económico de Rosas, Buenos Aires, Sellarés, 1982.

COLEGIO MILITAR DE LA NACIÓN: Atlas histórico militar argentino, Buenos Aires, Colegio Militar de la Nación, 1970.

DESTÉFANI, LAURIO HELDEVIO: Famosos veleros argentinos, Buenos Aires, Instituto de Publicaciones Navales, 1967.

GALVEZ, MANUEL: Vida de Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, heliasta, 1991.

IRAZUSTA, JULIO: Vida política de Juan Manuel de Rosas, Bogotá, Editorial Andes, 1975, T IV.

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Fuentes:

- Sebastian Miranda
- Obras citadas
- La Gazeta Federal
www.lagazeta.com.ar


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Fuente: www.lagazeta.com.ar



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