Ignacio Hamilton Fotheringham (1842 - 1925) era inglés de Southampton. En 1863, año en que conoció a Rosas y a Manuelita, se trasladó a Buenos Aires. Se incorporó al ejército al el guerra de la Triple Alianza y posteriormente sirvió en la frontera. Hizo la campaña del Río Negro y peleó en los episodios del 80.
Escribió poesía en lengua inglesa y dejó una autobiografía poco trillada. En 1902 publicó “La vida de un Soldado”
(Extracto)
Allá en mi tierra, lo creíamos un general español desterrado por asuntos de alta política. Un hermoso tipo, de aspecto varonil y enérgico. Vivía en Southampton en The Crecent, frente a la casa de la familia de Lawe, muy amiga nuestra. Una gran mansión de aspecto serio y silencioso. Nada de ruidos. Más tarde me han referido muchas anécdotas a su respecto.
Al venirme a Buenos Aires, Manuelita me regaló una frazada, con un bordado rojo. La conservé por mucho tiempo; pero, resuelto a decir la verdad, aunque con vergüenza, confieso que la cambié en "Paso de la Patria" por tabletas mendocinas. Más pudo el hambre que el venerado recuerdo.
¿Tirano, déspota, sanguinario?
No lo niego, pero no lo afirmo. La misma pobreza en que vivía demostraba por lo menos que era hombre honrado. Y un hombre honrado no puede ser un hombre perverso. Ergo... Y a propósito. Años después en 1885, me encontré en Southampton.
El primero que vino a visitarme al “Hotel Radley" fue Mr. Morent, nuestro antiguo capellán, el viejo sacerdote que me bautizó y me bendijo al venirme, agregando: "Que tus ovejas, Ignacio, cubran las montañas del Nuevo Mundo". Nunca pudo suponer el final dramático de mi tentativa de estanciero ni que mis ovejas desaparecieran substituidas por una espada. Vino, pues, y nos invitó a comer. Fuimos.
Sobre la chimenea de su modesto comedor había una hermosa talladura de flores en marfil bajo un fanal de cristal.
- “Que hermoso” - dije.
- "Ah, sí” - contestó – “Me la regaló el general Rosas” – y yo apunté:
- "Un tirano sanguinario".
- "Cállese, cállese" -replicó- ; "no hable Vd. así del mejor hombre que haya yo conocido: caritativo, bondadoso, lleno de todas las virtudes cristianas"...
Pues, ¿en qué quedamos? Todavía está uno por saber qué dice la historia. "Cobarde, tu dormias", le dice Mármol en su tremenda oda. Y conozco otro cuento al caso. Todos mis cuentos son fidedignos.
En plena batalla de Caseros, el éxito era aún dudoso. Rosas, hablando con un jefe principal, le dijo:
- ¡Mire, mire! Esa caballería que avanza allá por la izquierda nos va a j... (Perdón por la mala letra) - en ese momento pasa un soldado de caballería de lanza y boleadoras.
- "Alto, amigo" - dice Rosas.- Bajóse el centauro. - "Trae las boleadoras un poco cortas" - dijo. - “A caballo, y dispare", le gritó al soldado.
De un brinco estuvo en la silla y salió a todo escape. Pero no hubo tal escape, pues con la habilidad de que estaba dotado, el primer estanciero argentino, revoleando las boleadoras las lanza con mano certera por encima del cráneo del jinete y volcando al caballo de las manos lo hizo rodar, pero el paisano sonriéndose, salió de pie, las riendas empuñadas.
"Por lo menos – dijo Rosas - todavía tengo el pulso firme".
"Y a mi me parece que ningún “cobarde” haría tal hazaña.
(Ignacio Hamilton Fotheringham)
Fuentes:
- Hamilton Fotheringham, Ignacio: "La vida de un soldado"
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Chávez, Fermin: "La vuelta de Juan Manuel
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
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