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ALBERTO TORROBA, NAVEGANTE SOLITARIO
Mi amigo, el "loco" Torroba.
(Por Leonardo Castagnino / Relatos verídicos recopilados por el autor)
Con Alberto Torroba, compañero de colegio y andanzas, nos mantuvimos juntos hasta poco después de terminado el secundario. Como buenos “locos”, agarramos distintos rumbos. Y a él se le dio por la navegación, y se largó a recorrer el mundo. La vida nos juntó en varias oportunidades y circunstancias, donde no faltó oportunidad, mate y asado de por medio, en las que contábamos nuestras propias experiencias. Nos separó la vida pero aún nos une la misma amistad de aquellas épocas.
De inteligencia superior y de una personalidad singular, se largó solo a recorrer el mundo. Anduvo de “caminante” por todos los continentes, y como navegante solitario, por todos los mares.
Los itinerarios y hazañas fueron muchas. Cansado de la sociedad de consumo, empezó a desprenderse de cosas que lo ataran. En sus barcos, fabricados por él mismo, largó el motor, la radio y hasta la brújula, y aprendió a guiarse por las estrellas, como buen navegante y hombre de campo.
El Pacífico a Vela...y algo más.
Recaló en Melanesia interesado en aprender la antigua navegación de esos pueblos, que según parece cruzaron el pacífico a vela, y se dispuso a repetir la hazaña. Y no sé si esa fue “la máxima”.
En América Central construyó su propio velero con un tronco ahuecado, de 15 pies (4,5 metros). Le puso vela, unos bidones de agua, unos cocos, unas provisiones, unas agujas de acupuntura, y ya tenía todo lo que necesitaba para cruzar el Pacífico. Y se largó nomás el gaucho...
Al tercer día de salir de galápagos, una tormenta le hizo dar vuelta campana el bote. Tardó un día entero en enderezarlo. La corriente oceánica no le permitía regresar, le faltaban como 3.000 millas de navegación hasta polinesia, y le quedaban solo veinte litros de agua y un bidón de leche nido arriba del bote. Pero eso no lo asusta a un gaucho que se aprecie de tal.
Durante el viaje juntó algo de agua lluvia, pescó algo, y se las arregló para llegar, con algún desgaste físico pero con el ánimo mejor que nunca.
Aunque la prensa comercial no le dio la difusión merecida, la hazaña fue mundialmente conocida. El viaje está relatado en su cuaderno de bitácora, y en un libro de su autoría: “relato del náufrago y el Ave Marina”, el mismo nombre de la embarcación de la hazaña. (libro inédito en mi archivo personal)
Volvió a su pampa natal, donde vive de la producción agropecuaria en su “Rancho la Cambicha”, lugar de mate amargo y amigos personales.
Suele andar por el boliche de “La Gazeta Federal”.
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Torroba en el "Ave Marina" |
El cruce del Pacífico a vela. |
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