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SITIO DE MONTEVIDEO: LA TRAMA SECRETA - (1811)
                          

José Gervacio de Artigas


(01) La trama
(02) La panadería de Vidal
(03) Tres Cruces: la quinta de la paraguaya
(04) Asamblea del Ró San José
(05) Fuentes
(06) Artículos Relacionados


La trama

Algunos integrantes de la Junta bonaerense, tal vez sintiéndose incapaces o imposibilitados de defender solos la libertad que se proponían, se mostraban partidarios de una monarquía con un monarca europeo, o aún entronando a la princesa Joaquina Carlota, interesada en defender las intereses de su hermano Fernando VII, y los suyos propios. Se había enviado incluso a Río de Janeiro un emisario para obtener ante el representante inglés un reconocimiento de la independencia. El representante inglés prometió ayuda, pero a cambio de un reconocimiento por parte de la Junta de un armisticio con Montevideo, aún sin consentimiento del pueblo oriental y su caudillo.

Había si embargo en ambas márgenes del Plata, partidarios de una República como la de los Estados Unidos del norte, donde cada estado confederado se gobernaba a si mismo. Artigas participaba de esta idea, y si bien respondía al gobierno central, no renunciaría a la autonomía provincial. Este pensamiento, sumado a su popularidad y adhesión de los orientales, creaba celos y desconfianzas en el centralismo porteño, que esperaba la oportunidad de librase de la influencia del caudillo.

Artigas mantenía el sitio de Montevideo acosando a las partidas realistas que se atrevían a salir, y a su vez prevenido de los portugueses que tenía a sus espaldas.

El Virrey le pide al jefe de la Estación Naval Británica Pedro Haywood, que son sus fuerzas se hiciera cargo de las defensas de Montevideo, pero no obtiene respuesta, y entonces juega su otra carta: le pide ayuda a los portugueses, dirigiéndose al Capitán General de Río Grande, Diego de Souza. La Emperatriz Carlota dispuso entonces mandar un ejército al Río de la Plata, al mando del mismo Diego de Souza, que avanzó hacia Montevideo.

La Junta bonaerense, en una posición comprometida con sus ejércitos derrotados en el Alto Perú, jugó una carta política ante Elio: le hace notar las malas intenciones lusitanas, siempre al acecho de sacar un buen partido de las disidencias en los territorios españoles. Elío no desconocía estos antecedentes y comienza conversaciones con los emisarios bonaerenses.


J.M. de Rosas - L.Castagnino
La panadería de Vidal

Rondeau y Artigas, que estaban al margen de estas negociaciones, se enteran por boca de los mismos delegados bonaerenses que se trasladan hasta el campo sitiador y se reúnen con los jefes los días 10 y 11 de septiembre de 1811, en un lugar conocido como “panadería de Vidal”, a media legua de Montevideo.

Concurren al lugar un centenar de personas entre los que se encontraban jefes y oficiales artiguistas y un grupo numeroso de vecinos entre los que estaban Larrañaga y el canónigo Ortiz.

Los delegados porteños exponen la necesidad de levantar el sitio porque el ejército debía prevenir el avance español del Alto Perú. Los orientales no se oponían al retiro de las fuerzas del sito, y sin embargo se comprometían a mantener el sitio ellos mismos mientras las fuerzas del ejército contenían a los invasores portugueses.

Los delegados se retiraron sin replicaciones, para seguir las negociaciones con Elío al margen de los jefes militares Artigas y Rondeau. Esta reunión es importante porque expresaba libremente la voluntad oriental.


Tres Cruces: La quinta de la paraguaya

Posteriormente el representante porteño Dr. José Julián Pérez y Elío, llegan a un acuerdo preliminar sin cláusulas conocidas y sin la participación de los orientales, pero el 7 de octubre de 1811 trasciende en el campo sitiador la noticia que cayó como un baldazo de agua fría: previo a la continuación de las negociaciones con Elío se levantaría el sitio de Montevideo y se le reconocería la jurisdicción no solo sobre toda la Banda Oriental, sino hasta el río Paraná, actual territorio entrerriano. Se dirige entonces una delegación oriental ante Rondeau, manifestándole “ser la voluntad general –según narra Artigas en oficio al gobierno paraguayo- no se procediera a la conclusión de los tratados sin anuencia de los orientales cuya suerte era la que iba a decidirse”.

Artigas convoca a una reunión de vecinos que se realiza en los alrededores de Tres Cruces, en un lugar conocido como “la quinta de la Paraguaya”.

Estuvo también presente el delegado bonaerense, que expuso la necesidad de levantar el sitio.

“Si no tenemos lanzas no faltarán garrotes –dijo Artigas- y hasta con uñas y dientes se pelea por la libertad”.

Pero todo fue inútil. El delegado recibió serias objeciones a lo dispuesto en las negociaciones, sobre todo cuando se reconocía a Montevideo, e indirectamente a Elío, una jurisdicción mucho mayor que la que tenía.

Los orientales accedían a levantar el sitio hasta una mejor situación, pero no aceptaban la entrega de todo ese territorio. ¿En que quedaban todas las luchas y fatigas desde aquel grito de Asencio del 28 de febrero de 1811? La campaña oriental devastada por los portugueses y ahora todo entregado a Elío, casi sin disparar un tiro. ¿Cuál era el destino del pueblo oriental?

El delegado se retira expresando que esas objeciones serían tenidas en cuenta al momento de ajustar detalles de las negociaciones. Los orientales quedan con ciertas esperanzas, pero en Artigas aumentaba un sentimiento de razonable desconfianza. Se avenía a lo dispuestos por “las autoridades”, levantaría el sitio, pero seguramente supo las determinaciones que como Jefe de los Orientales debería tomar.


Asamblea del río San José

El sitio se Montevideo se levantó el 12 de octubre de 1811, condición impuesta como previa por Elío para la continuación de las tratativas.

Rondeau y Artigas levantan el sitio y se dirigen juntos hasta el arroyo Monzón. Luego se separan y Rondeau toma rumbo a Colonia, y desde Sauce se embarca hacia Buenos Aires. Los orientales, acampados a orillas del río San José, esperan noticias de las negociaciones.

El armisticio decía en sus puntos principales, que el Gobierno de Buenos Aires reconocía a Fernando VII y sus legítimos sucesores (art.1) y la unidad indivisible de las Provincias del Plata como integrantes de la Nación española (art.2). Montevideo reconocía al Gobierno de Buenos Aires, accedía a levantar el bloqueo del puerto y los ríos interiores y se comprometía gestionar el retiro de las tropas portuguesas de la Banda Oriental. (art. 11 y 12) Por su parte Buenos Aires se comprometía a levantar el sitio de Montevideo, desocupando “enteramente la Banda Oriental del Río de La Plata hasta el Uruguay, sin que en toda ella se reconozca otra autoridad que la del excelentísimo Señor Virrey” (art.6), mientras que los pueblos del Arroyo de la China, (Gualeguay y Gualeguaychú), situados en la actual provincia de Entre Ríos, quedarían también sujetos al gobierno de Elío (art.7).

Asimismo convenía Buenos Aires en remitir a España “a la mayor brevedad posible todos los recursos pecuniarios que permita el presente estado de las rentas y los que pudieran recogerse de la franqueza y generosidad de los habitantes”. (art.3)

Obligados fatalmente por las circunstancias o no, el armisticio era una simple capitulación sin contemplar los intereses y opiniones de los orientales, que se oponían.

El 23 de octubre llegan las noticias al campamento oriental: se ratificaba el armisticio sin tener en cuenta las propuestas orientales expresadas en las reuniones de la “panadería de Vidal” y en la “quinta de la paraguaya”. Y no solo se levantaba el sitio, sino que se entregaba a Elio una amplia jurisdicción que abarcaban incluso los territorios comprendidos entre los ríos Uruguay y Paraná, y sin tener en cuenta los intereses del pueblo oriental.

Así se presentaba la grave disyuntiva para los orientales: quedar sometidos a Elío o dejar su tierra natal. La decisión se tomó ese mismo día 23 de octubre de 1811 en una trascendente asamblea a orillas del río San José, donde el pueblo oriental, libre de jefes y autoridades, decide no reconocer otra autoridad que la del “dignísimo ciudadano Don José Artigas”.

El pueblo oriental no entregaba ni negociaba su dignidad, obtenida tras grandes penurias y sangre derramada para obtener su propia libertad, y se hacía cargo de su propio destino.

Esta designación de Artigas como “Jefe de los Orientales”, tendría trascendencia a partir de esa fecha.


Ver artículos relacionados:

- La redota Éxodo del pueblo oriental
- José Gervacio de Artigas
- José Gervacio de Artigas
- Instrucciones del año XIII
- Andresito Guacurarí
- Artigas y el revisonismo histórico" (conferencia de José Maria Rosa )


Fuentes:

- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

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