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EL FEDERALISMO
                          

Manuel Bernabé Dorrego    
Dibujo de Ignacio Baz   
Museo Histórico Nacional   

Manuel Dorrego

(01) Manuel Dorrego
(02) El destierro de Dorrego
(03) El federal
(04) Los ingleses y al revolución decembrista
(05) El frustrado regreso del Libertador
(06) La mano firme de Rosas
(02) Referencias
(03) Fuentes.
(04) Artículos relacionados.

Manuel Dorrego

Nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1787 y fue bautizado con los nombres de Manuel Críspulo Bernabé.
Fueron sus padres don José Antonio Dorrego, portugués, y doña María de la Asunción Salas, portefia. Estudió gramática, filosof la y teología en el Colegio de San Carlos. Se lo recuerda como excelente latinista. Entre sus condiscípulos figuró Tomás Guido. Del San Carlos pasó a la Universidad de San Felipe de Santiago de Chile. Allí y en Buenos Aires fue patriota decidido. Volvió a su país en junio de 1811. Acompañó a Saavedra en su misión al norte, y en enero . de 1812 fue herido en el combate de Nazareno. Meses después, Belgrano lo comisionó a Buenos Aires. Volvió con pertrechos para el ejército del norte.

En la batalla de Tucumán se distinguió como jefe de la infantería de reserva. En Salta volvió a brillar al frente del batallón de cazadores. Teniente coronel, el 25 de mayo de 1813. Be1grano lo separó del ejército y lo encausó por razones de disciplina. Lo reincorporó después de Ayohuma. Fue consejero de Be1grano en cuanto a la guerra de guerrillas en el norte. En febrero de 1814, San Martín lo confinó a Santiago del Estero, por burlarse de Belgrano en la academia militar.(1) (Ver "Uniformar las voces de mando" )

Posteriormente sirvió en el Ejército de la Banda Oriental. Derrotó a Otorgues, pero fue vencido por Rivera. En 1815 se reincorporó al Ejército de los Andes y al año siguiente hizo campaña sobre Santa Fe con Díaz Vélez. Tenía 28 años de edad.


El destierro de Dorrego

A fines de 1816 el director Pueyrredón lo hizo detener y lo desterró por ser opositor a su política prolusítana. Dorrego era jefe del Regimiento 8 de Infantería.

Estuvo desterrado en, Baltimore, donde escribió sus Cartas apologéticas, en que rebate los cargos de Pueyrredón. Pudo volver a Buenos Aires en abril de 1820 y fue rehabilitado.

Este mismo año mantuvo una contienda periodística con el padre Castañeda, que lo atacó (el franciscano ilustre era por entonces partidario de Pueyrredón). En junio y julio luchó contra el motín de Pagola. Una junta electoral le dio poder de gobernador interino. Peleó contra el chileno Carrera, Alvear y Estanislao López, y venció. Pero el gobernador Martín Rodríguez lo confinó a Mendoza en marzo de 1821, sin razón aparente. Dorrego se refugió en la Banda Oriental, de donde volvió en marzo de 1823, en momentos de producirse la revolución del doctor Gregorio Tagle contra Rivadavia. Éste le dio mando de tropas y Dorrego actuó en la represión de los rebeldes.


El federal

En setiembre de 1823 fue elegido representante a la Legislatura y al año siguiente resultó reelecto. Desde su banca alegó por la causa de la Banda Oriental, contra la opresión y política portuguesas. Era ya, según el ministro norteamericano John Murray Forbes, el jefe militar del "partido patriota o popular". En momentos en que Rivadavía se compromete con los capitalistas y financistas británicos, Dorrego aboga por una empresa de minas nacional, junto con Facundo Quiroga y Braulio Costa.

Hizo periodismo político y de estrategia nacional en las columnas de El Argentino (con Pedro Feliciano S. de Cavia y Baldomero Garcia), y en El Tribuno, su órgano de lucha ideológica. En 1826 ocupó una diputación por Santiago del Estero en el Congreso Constituyente, y se convirtió en el principal tribuno del federalismo, atacando a la oligarquía portuaria. Aquí brilló en sus argumentaciones contra los principios seudo aristocráticos de la Constitución rivadaviana. Él marcó a fuego el contenido antipopular de dicha Constitución, en la sesión del 25 de setiembre de 1826, cuando dijo: "¿Y qué es lo que resulta de aquí? Una aristocracia... la más terrible, porque es la aristocracia del dinero". Y apuntó bien: "¡El que formará las elecciones será el Banco!". (Ver "La aristocracia del dinero" )

Al asumir el doctor Vicente López y Planes la presidencia provisional, lo nombró ministro de Marina y Relaciones Exteriores. El 12 de agosto de 1827, la junta de Representantes lo eligió gobernador de Buenos Aires, por 31 votos. Tuvo como ministros a notables figuras del partido federal: Manuel Moreno, José María Roxas y Patrón, Vicente López, Tomás Guido.

En materia religiosa, fue de confeso credo católico. Pertenecía a la Tercera Orden de la Merced. Uno de sus grandes amigos fue el padre Pedro León Gallo.


Los ingleses y la revolucion decembrista

Lord Ponsomby    
Representante inglés   

Lord Pansomby

El 1 de diciembre de 1828, unas ochenta personas reunidas en la capilla de San Roque, sita en las actuales calles Defensa y Alsina de la ciudad de Buenos Aires, eligieron gobernador de la provincia homónima al general Juan Lavalle, cabeza militar del movimiento que ese mismo día, horas antes, habla derrocado a Manuel Dorrego. Exprofeso decimos cabeza militar y no politica, ya que el guerrero de Río Bamba fue el instrumento ideal de un nuevo episodio de guerra internacional disimulada, librado sobre el viejo frente del Este. Porque, digámoslo de una vez, el derrocamiento y fusilamiento de Dorrego, máxima figura del federalismo en ese momento, no fue otra cosa que el cumplímiento de la segunda parte de la "misión Ponsonby" en el Río de la Plata. La primera, de todos modos, estaba íntimamente ligada al motín decembrista: la creación de un Estado tapón en la margen oriental del Plata.

Todo lo dicho es fruto de la investigación histórica efectuada en las últimas décadas, sobre la figura y la acción del primer mártir federal y primera gran víctima del iluminismo argentino. Figura de una proyección nacional que ofrece pocos parangones en nuestra historia, porque, sin duda alguna, Manuel Dorrego planteó en la década. rioplatense de 1820 la problemática clave de la Argentina, enfrentada en esos años a fuerzas exteriores de penetración ideológica, ya nunca más desalojadas de la vieja patria precapitalista, estoica y anti-iluminista: la vieja patria con autoconciencia de soberanía, en base a un pueblo que aceptó la Revolución recién a partir de su primer caudillo, José Gervasio Artigas.

Desde que el oriental Luis Alberto de Herrera levantó entre nosotros la tapa de la gran olla donde se guardan los rastros de la "misión Ponsonby”, es mucho lo que se ha andado en cuanto al esclarecimiento de la acción diplomática y de las agresiones no bélicas desarrolladas por Gran Bretaña en esta parte de América. Imposible pasar por alto, cuando de esto se trata, el libro del canadiense H. S. Ferns, elaborado sobre testimonios documentales de fuentes inglesas, y un reciente artículo del padre Guillermo Furlong, que ha venido a confirmar, con nombres y apellidos, la responsabilidad de quienes fueron instrumentos ideales en los trágicos episodios nacionales de diciembre de 1828. Los nombres consignados por el caballero Mandeville, que Furlong retorna en su trabajo, son los mismos, con leves variantes, indicados por otros testigos contemporáneos de los sucesos.

Sabíamos, por un informe del cónsul norteamericano Forbes a su gobierno, que el movimiento contra Dorrego había trascendido el estrecho círculo de la logia política rivadaviana y era conocido, por anticipado.

Enrique Pavón Pereyra incorporó un nuevo aporte reafirmativo recientemente al transcribir un fragmento de carta de Julián Espinosa al general Rivera, del 21 de noviembre de 1828, que dice lo siguiente: "La llegada de estas tropas hace recelar a alguno que van a servir para hacer una revolución contra el gobierno, de cuya revolución hace ocho días se habla públicamente; por los datos que yo tengo, no encuentro dificultad en que se verifique, mucho más si se hace militarmente. Me han asegurado que Piensan poner al general Lavalle de gobernador, y que van a desconocer la junta de la Provincia: si esto sucede vendremos a quedar gobernados por la espada”.

Lord Ponsonby jugó fríamente su partida contra Dorrego, cuya caída aguaitaba "con placer" (según su propia confesión), y la ganó en la oportunidad propicia. Por su parte, el jefe del federalismo jugó todas las cartas, buscando alianzas americanas para doblegar al imperio del Brasil y por lo menos postergar la independencia definitiva de la Provincia Oriental: intentó el apoyo de Simón Bolívar, promovió 1a rebelión de los republicanos brasileños y reclamó la presencia del general San Martín para evitar la desmoralización que preveía del ejército en operaciones. No contó, lamentablemente, en su frente interno con toda la colaboración y el sentido nacional que hubiesen sido necesarios para librar contienda contra el grupo rivadaviano (Del Carril, los Varela y varios sacerdotes) y contra la fuerza exterior que instrumentó a este último. Y Lavalle y otras "espadas sin cabeza" pudieron hacer su labor con éxito.


El frustrado regreso del Libertador

Libertador General San Martín    

José de San Martin

San Martín respondió al llamado, ciertamente, pero llegó a destiempo, después de 76 días de navegación. El Libertador partió de Falmouth, a bordo del “Chichester", el 21 de noviembre de 1828, y al llegar a Río de Janeiro, en enero de 1829, tuvo conocimiento del golpe de Lavalle. El 5 de febrero arribó a Montevideo y en esta ciudad supo lo del fusilamiento de Dorrego, según lo contó él mismo al coronel Manuel de Olazábal. Y esto añade el Libertador: "Entonces me decidí a venir hasta balizas, permanecer en el Paquete y por nada desembarcar, haciendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar y regresar a Europa".(2) ( Ver "El frustrado regreso de San Martín" )

Lavalle le hizo llegar a bordo ofrecimientos diversos, a condición de que apuntalara la situación política, que ya se tornaba insoportable para el gobernador de facto. Pero el Libertador no lo escuchó: "Mi sable...no...jamás se desenvainará en guerras civiles".

La Argentina empezaba a erizarse de lanzas federales y la anarquía prendía sus fuegos. En la tarde del 12 de febrero, el barco levó anclas en Buenos Aires, rumbo a Montevideo, y esa fue la última vez que el Libertador contempló las orillas de su patria, que no le daba gozos ni descansos.


La mano firme de Rosas

Juan Manuel de Rosas    
La ley y el orden    
Leonardo Castagnino    

Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden

Arrebatada la soberanía popular y consumado el crimen político, el 13 de diciembre, sólo un hombre de mano fuerte y de orden podía devolver las cosas a su quicio. Pocos meses después ese hombre iba a entrar en escena. Era un hermano de leche de Lavalle. Se llamaba Juan Manuel Ortiz de Rozas, "El Restaurador de la Leyes"

A poco tiempo de asumir Rosas el primer gobierno, se trasladan a Buenos Aires los restos de Dorrego, decretada por Viamonte. La ceremonia fue presidida por el gobernador y las altas autoridades de la provincia. En breve y significativa alocución, Rosas despide a Dorrego:

"¡Dorrego! víctima ilustre de las disensiones civiles: descansa en paz... La patria, el honor y la religión han sido satisfechos hoy, tributando los últimos honores al primer magistrado de la República, sentenciado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra en la historia de los argentinos ha sido ya lavada con las lágrimas de un pueblo justo, agradecido y sensible. Vuestra tumba, rodeada en este momento de los R. R. de la provincia, de la magistratura, de los venerables sacerdotes, de los guerreros de la Independencia y de vuestros compatriotas dolientes, forma el monumento glorioso que el gobierno de Buenos Aires os ha consagrado ante el mundo civilizado... monumento que advertirá hasta las últimas generaciones que el pueblo porteño, no ha sido cómplice en vuestro infortunio... Allá, ante el Eterno Arbitro del mundo, donde la justicia domina, vuestras acciones han sido ya juzgadas; lo serán también las de vuestros jefes; y la inocencia y el crimen no serán confundidos... ¡Descansa en paz con los justos... ! Adiós Adiós para siempre".

(Zinny, Historia de los Gobernadores. cit. por Julio Irazusta. Vida pollitica de Juan Manuel de Rosas.t.I.p.238)


Referencias:

(1) "Uniformar las voces de mando":

En 1814 San Martín reemplaza a Belgrano en el ejercito del norte. Tiene idea de nombrar a Dorrego segundo jefe , de lo que desiste al poco tiempo y lo manda a esperar en Santiago, dando parte a Posadas que “podía ser útil en cualquier otro destino”.

Dorrego dice que no recibió explicación de esta decisión de San Martín. El general Lamadrid en sus memoria, publicada en 1855, da cuenta de un episodio, consecuencia del espíritu bromista de Dorrego. Cuenta Lamadrid que habiendo San Matín convocado a los oficiales para “uniformar la voz demando”, en primer término lo hizo Belgrano. Dorrego, que habló en segundo término, lo hizo imitando la voz finita de Belgrano, lo que provocó la risa de los demás oficiales reunidos. San Martín entonces, golpeando fuertemente la mesa dijo secamente: “Señor comandante, hemos venido aquí a uniformar las voces de mando, y no a reír”. Según el general Paz, “ motivó la su separación del ejercito y la expulsión de la provincia en el término de dos horas”

(2) El frustrado regreso de San Martín.

En el conflicto de la confederación con brasil, Inglaterra prefería que no haya triunfador y que la banda oriental fuera independiente para debilitamiento de ambos, quedando Inglaterra como árbitro en el Río de La Plata. Las provincias del interior querían terminar una guerra ya ganada, pero Rivadavia estaba mas interesado en sus negocios mineros con los ingleses, que en su patria, y prefiere que regrese el ejercito para imponer “la organización a palos” (Agüero) en el interior, aun a costa de ceder la banda oriental. Prevalecen las palabras del ministro Agüero de “la paz a cualquier precio”. Los federales piden el gobierno y que les dejen a ellos el peso de la guerra pero Rivadavia prefería perder la guerra y la banda oriental, antes que dejarle el gobierno a los federales, e instruye a García para que vaya a Río de Janeiro a terminar la guerra “a cualquier precio".

Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la indignación popular Rivadavia intentó usar a García de chivo expiatorio y desconocer el arreglo, pero sumado al escándalo por saberse el negociado de la Mining, (denunciado públicamente, entre otros por Anchorena) se vio obligado renunciar. Luego, (resumiendo) el gobierno de Dorrego, que quiere seguir la guerra a toda costa, pero hasta el Banco de la provincia (manejado por intereses y accionistas ingleses) le niega todo crédito.

Regresado el ejército, Lavalle derroca ilegalmente a Dorrego y lo fusila (incentivado por unitarios como Del Carril y otros) En semejantes circunstancias llega San Martín (embarcado con el apellido materno) a Montevideo y se entera del fusilamiento de Dorrego.

San Martín es mal recibido, y Paz (gobernador interino) le escribe a Lavalle (que está en campaña): ”Calcule Ud. las consecuencias de una aparición tan repentina”.

Desacreditados los revolucionarios “Decembristas”, le ofrecen a San Martín el Gobierno, para “salvar la revolución con su prestigio”, pero San Martín se rehúsa a aceptar.

La propuesta de Lavalle queda en claro en carta que San Martin le envía a O´Higgins el 19 de abril, con copia de su respuesta:

“...su objeto era que yo me encargase del mando del ejercito y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir por i parte y el de los demás gobernadores a los autores del 1° de diciembre (asesinato de Dorrego) …por otra parte los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no solo a este país sino al resto a América con su infernal conducta. Si mi lama fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario señalarles la diferencia que hay de un hombre de bien, a un malvado…Digo a Ud. en la mía del 5 que para le próximo paquete (paquebote) de mayo me marcharía a Europa, pero lo certificaré en el que sale a fines de éste. Adiós otra vez, por siempre su invariable San Martín” (Picianeli, Hector Juan. Op.Cit.)

Así se ponía nuevamente por encima de ese grupo de “iluminados”, y antes de alejarse definitivamente, le dice a Iriarte:

“Sería un loco si me mezclase con estos calaveras. Entre ellos hay alguno, y Lavalle es uno de ellos, a quien no he fusilado de lástima cuanto estaban a mis órdenes en Chile y en Perú…son muchachos sin juicio, hombres desalmados…” (García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit. Theoría. 1988) (JST.p.45)


Fuentes:

- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Chávez, Fermín – Iconografía de Rosas y de la Federación – Buenos Aires (1970).
- García Mellid, Atilio. “Proceso al liberalismo argentino”. Edit. Theoría. 1988
- Irazusta, Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.
- Zinny, Historia de los Gobernadores.
- Sulé Tonelli, Jorge. La coherencia política de San Martin
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

                          

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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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