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INO: LA MANO LARGA DE LA CHEKA
                          

Joseph Stalin


(01) Sección INO
(02) Savinkov
(02) Sydney Reilly
(02) Kutyepov
(02) Miller
(03) Nota aclaratoria.
(04) Fuentes.
(05) Artículos relacionados.


Sección INO

Los fraudes colosales, las catástrofes económicas del sistema marxista en la URSS, intrínsecamente hechos para dominar y no para el bienestar de los rusos, solo puede mantenerse gracias al diabólico aparato de acecho, de infiltración y de represión que el propio marxismo lleva consigo, y que se halla en manos de un grupo extranjero de conspiradores, afín con el grupo que ideó el marxismo.

Ese aparato, inicialmente conocido por las siglas de la CHEKA, después llamado GPU y NKVD, incluye una Sección Extranjera denominada INO, para operar fuera de la URSS.

Dicha Sección comienza por operar y controlar a sus propias embajadas soviéticas. Agentes no identificados, que pueden ser agregados comerciales, empleado o choferes, vigilan la marcha de la propia embajada. Otros agentes de la INO en el extranjero organizan la infiltración que mine a los demás países, ya que la llamada revolución rusa no se circunscribe a sus propias fronteras, pues tiene por objetivo lo que Marx llamó la revolución mundial. Durante los primeros años los astutos jefes chekistas Dzierzhinki, Kiakcovsky y Renucci, conocido como Artuzonov, todos extranjeros, montaron de cuarenta a cincuenta redes para envolver a la oposición rusa que operaba en el extranjero. Millón y medio de rusos no comunistas habían conseguido emigrar a la Europa occidental antes que la Cortina de Hierro cerrara herméticamente las enormes fronteras de Rusia. Naturalmente, la mayoría luchaba por rescatar a su país del comunismo.


Savinkov

Entre los emigrados se hallaba el ruso Savinkov, que había sido eminente revolucionario, pero que luego atacó a la dictadura roja porque no daba la libertad ni la prosperidad que tanto había prometido. El movimiento de Savinkov crecía fuera y dentro de la URSS.

La CHEKA armó entonces un grupo de aparente oposición, llamado “trust”, que enviaba correos a Europa occidental y hablaba de grupos de oposición dentro y fuera de la URSS. Savinkov fue invitado por el “trust” a regresar a Rusia para dirigir un levantamiento. En la tarea de convencimiento participó su secretario Dickhoff Daehrenthal y la esposa de éste, que además coqueteaba con Savinkov.

Vencidos sus recelos, Savinkov regresó a la URSS “protegido” por falsos miembros de la “oposición”. Una vez dentro del país, fue capturado y llevado a la presencia de Dzierzhinski, jefe de la GPU.

Dzierzhinski explicó a Savinkov que estaba irremediablemente perdido, pero que podría salvarse si admitía que se había equivocado, que el régimen marxista se hallaba en lo justo y que su regreso habia tenido por objeto sincerarse públicamente. Savinkov creyó que ése era en efecto su único recurso para salvar su vida e incluso para lograr eventualmente volver a la lucha, y firmó la retractación publica. Esto fue un golpe terrible para la auténtica oposición.

Pero Dzierzhinski no cumplió su promesa y Savinkov murió siete meses después. Según una versión, se arrojó de un cuarto piso; según otra, lo ahorcaron en la prisión y luego lo arrojaron por una ventana. El hecho es que no se permitió a nadie ver su cadáver.

El secretario Dickhoff Daehrenthal y la esposa de éste, extranjeros que se habían fingido opositores y partidarios de Savinkov y que lo habían alentado a volver a Rusia, se quedaron sirviendo al régimen comunista. Ambos cumplieron hábilmente su misión de infiltrados cerca de Savinkov.


Sydney Reilly

Otro caso notable fue el de Sydney Reilly, nacido en Rusia y nacionalizado inglés. Conocía a fondo la doctrina marxista concebida fuera de Rusia por sutiles cerebros, y conocía también a fondo a los revolucionarios no rusos que acababan de implantar el comunismo en la URSS. Reilly estaba al tanto de esa maquinación y se negaba a cooperar con ella. Por el contrario, se convirtió en unos de los más entusiastas agentes de la oposición antibolchevique en la Europa occidental.

Reilly decía que “Los alemanes son seres humanos. Podemos incluso ser batidos por ellos, mientras que aquí…está llegando la madurez del enemigo máximo del género humano. Si la civilización no se apresura a aplastar este monstruo mientras aún queda tiempo, el monstruo acabará devorando a la civilización…Hay que extirpar, al precio que sea, esta indecencia nacida en Rusia…Sólo existe un enemigo. La humanidad debe unirse en santa alianza contra este terror de medianoche” (Bailey, Geoffrey. Los conspiradores)

En sus correrías anticomunistas por Europa, Reilly hizo contacto con agentes comunistas, “infiltrados” como si fueran anticomunistas. Después de una serie de alternativas calculadas para hacerle tomar confianza, Reilly se internó en la URSS a fin de realizar trabajos de insurrección, pero fue inmediatamente detenido, atormentado y liquidado.


Kutyepov

Los rusos blancos que habían emigrado de Rusia eran una amenaza para Moscú. Eran millón y medio y de por si constituían una fuerza considerable, pero además daban aliento a la oposición dentro de Rusia. El general Wrangel, del antiguo ejército ruso, residía en Bruselas y dirigía la formación de escuelas militares para los exiliados. Su principal auxiliar y heredero en el mando de la oposición en el exilio era el general Alexander Paulovich Kutyepov, residente en Paris.

La infiltración extendía sus redes dentro de los opositores en el exilio, y “se acercaba hasta los príncipes de la sangre” –dice Geoffrey Bailey. Un día el general Kutyepov fue esperado a salir de misa por uno de sus más allegados colaboradores, que en realidad era un infiltrado, y llevado a un sitio donde lo esperaba un automóvil, con un falso policía francés uniformado. Por la fuerza lo introdujeron en el automóvil, le aplicaron éter hasta hacerlo dormir, lo trasladaron a la costa francesa envuelto en unas mantas, lo metieron en una lancha, y el 26 de enero de 1930 lo subieron al barco soviético “Spartak”, que se hallaba a poca distancia de la costa. La maniobra de embarque fue presenciada por unos aldeanos y la policía pudo reconstruir casi todas las fases del secuestro.

Los agentes de la INO esparcieron versiones infamantes para el general, diciendo que había huido para Sudamérica con los fondos de los anticomunistas. Nunca se volvió a saber la suerte terrible que Kutyepov debe haber sufrido en la URSS.


Miller

Como sucesor práctico de Kutyepov, (aunque el mando lo tenia un general ya anciano) quedó en Paris el general Miller, quien desplegó gran actividad para mantener encendida la esperanza de los exiliados anticomunistas.

Los generales rusos en el exilio sabían que no se enfrentaban a un enemigo ruso con los tradicionales métodos de lucha, si no a un nuevo enemigo internacional no ruso, que había desplegado métodos de increíble sutileza y sagacidad. Por eso el general Miller tomó precauciones extraordinarias.

Los generales rusos habían precisado en cuidadoso análisis ue el 25 % de los integrantes del Comité Central del Partido Comunista “ruso”, no era ruso, y que su influencia resultaba decisiva; que por otra parte el 42 % de los miembros del Politburó tampoco era ruso y que en sus manos residían las más importantes decisiones; y por último, que todo el personal directivo de la CHEKA y de su heredera el GPU no era ruso, como tampoco lo eran todos los jefes de la PURKKA, que controlaba el ejército rojo.

Entretanto en Moscú, se comisionaba a Mikhail Spiegelglass para dirigir la cacería del general Miller.

Spiegelglass se valió de un infiltrado, del general Skoblin, quien residía en Paris desde hacía muchos años y actuaba en el movimiento militar de los anticomunistas del exilio. ¿Quién podía saber que era un infiltrado? ¿Quién podía sospechar de un antiguo miembro de las fuerzas que combatieran a los comunistas con las armas en la mano?

Skoblin había sido anticomunista, pero las penalidades del exilio y las exigencias de su mujer bailarina le habían hecho perder la fe en el triunfo y lo habían persuadido de trabajar para Moscú a cambio de dinero.

El 27 de setiembre de 1937, el general Skoblin le presentó al general Miller un plan para entrevistarse con dos agentes alemanes hitleristas que ofrecían ayuda a los rusos antirojos. Miller no desconfiaba de su viejo compañero y amigo Skoblin y acudió a la junta, pero de todas maneras dejó en su casa una carta explicando a dónde y con quien iba. Gracias a esto pudo después aclararse todo lo que había pasado.

Los presuntos agentes alemanes eran en realidad agentes soviéticos. Skoblin entregó a su amigo, el general Miller, a manos de Spiegelglass, comisionado en Moscú para dirigir la cacería.

Narcotizado, Miller fue llevado en una gran caja hasta el puerto de El Havre y subido al barco soviético “María Ulyanova”, que zarpó rápidamente, sin terminar de recoger la carga que era el motivo aparente de su viaje.

Al saberse el secuestro del general Miller gracias a su carta, el jefe de policía de El Havre informó a París que había visto llegar una camioneta de la embajada rusa, con una gran caja que fue subida al barco y que zarpó rápidamente. Las autoridades francesas pidieron a la embajada rusa que hiciera regresar el barco inmediatamente: Entonces el embajador Potyomin reclamó la ayuda de los comunistas del gabinete (del ministerio de Justicia Max Rormoy, y de Vicent Auriol, futuro presidente de la Cuarta República), quienes presionaron a su vez al premier Daladier para que “en bien de las buenas relaciones” se anulara la petición de regreso inmediato del barco.

A continuación el ministro de Justicia, Max Rormoy, le pidió al jefe de policía de El Havre que modificara el informe, pero el jefe de policía no quiso hacerlo y fue a Parias a dar más datos confirmatorios de que el barco soviético se había llevado al secuestrado general Miller.

Toda la izquierda del gabinete, ya en vísperas del Frente Popular procomunista francés, echo por tierra el asunto. El jefe de policía fue despedido, “por abandono de empleo”, y se difundió la versión de que tal vez los secuestradores del general Miller eran nazis.

Poco después fue ahorcado y arrojado al Sena el ruso Chimerin, que había conocido detalles del secuestro, y otro que sabía algo comprometedor, Dimitri Navashin, fue muerto en el bosque del Boloña.

Del general Miller no volvió a saberse nada más. Algunos compatriotas suyos supieron que había sido sometido a torturas infernales para que revelara los secretos de la organización anticomunista, con objeto de bloquearle las ayudas económicas que recibía, y lograr su división y disolución.


Nota aclaratoria:

Esto es historia documentada. La transcripción es textual, y no necesariamente implica aceptación, aprobación o coincidencia con lo expresado por cada uno de los autores o documentos transcriptos.
(Ver Nota aclaratoria)


Fuentes:

- Salvaror Borrego. Infiltración Mundial, p.28.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar


Ver notas relacionadas:

- Archipiélgo Gulag.
- La CHEKA.
- La PURKKA.

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