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PLAN MAITLAND, PRIMER MEMORANDO (1800)
(Por L.Castagnino - de mi libro INVASIONES INGLESAS)
Sir Thomas Maitland.
(01) Plan Maitland Primer Memorando (1800).
(02) Texto complete delPrimer Momorando
(11) Fuentes
(12) Artículos relacinados
Plan Maitland Primer Memorando (1800)
El apellido Maitland (o Mautalent, Matuland o Matala) ( ) es de origen normando. Thomas Matulant se estableció en Escocia en el siglo 13, y dio origen a un clan. El clan es una organización formada por hombres de un mismo origen y que responden a un jefe, propia del norte de Escocia, llamada Hightland (tierras altas) y cuyos habitantes de denominaban hightilanders (montañeses). Tres siglos más tarde, un miembro del clan, ya llamado Maitland, se convirtió en el Primer Conde de Launderdale. ( ) La Corona británica usaba a esos duros combatientes escoceses, para combatir contra Austria, Francia, Rusia, Sajonia, Suecia, España, contra Francia por la disputa de Canadá y durante la independencia de Estados Unidos.
Thomas Maitland fue segundo hijo de James Maitland, Conde de Lauderdale y de Mary Turner, una plebeya acaudalada. Su hermano mayor, James, a la muerte de su padre en 1789 se convirtió en el VIII Conde de Lauderdale, según le correspondía por primogenitura; Thomas en cambio siguió la carrera militar desde temprana edad. Tenía solo meses cuando recibió el grado de Subteniente del 17° Regimiento de Dragones, de caballería ligera. En 1763 el regimiento fue desmantelado, pero Thomas, de entonces 4 años, siguió percibiendo su paga de subteniente hasta su mayoría de edad. Fue enviado a oriente para apoyar a la Compañía de Indias Orientales y luego al Caribe, en Haití. Estuvo también en Ceilán y Malta. ( )
Fue Miembro del Parlamento británico (M.P.) y Consejero del Rey.
Hippisley le entregó a Maitland toda la documentación recopilada, y le encargó la elaboración de un plan militar que sería elevado al Secretario de Guerra, con la finalidad de apoderarse del centro del poder español en América: Perú.
Con la información recibida, Maitland elaboró un plan preliminar consistente en un ataque al Río de la Plata para capturar Buenos Aires y Montevideo, para lo cual debería disponerse de un ejército de 10.000 hombres y una flota de la Compañía de las Indias Orientales, comandadas por Sir Richard Hussey Bickerton. El objetivo, según Maitland era asegurarle a Gran Bretaña "nuevos y extensos mercados para nuestras manufacturas"
Texto completo del Primer Memorando
El texto completo de este Primer Memorando dice:
"Mi Estimado Señor:
En una conversación que tuve días atrás con Sir J.Hippisley, él me dio varios documentos, relativos a las colonias hispanoamericanas, los cuales, según me informó, ya había sometido a su consideración, y me requirió que yo los examinara con vistas a analizar la posibilidad de efectuar alguna ventajosa operación militar en aquella parte del mundo.
Esa conversación me indujo naturalmente a dirigir mis pensamientos, como nunca lo había hecho seriamente antes, hacia ese interesante asunto; y confieso que, cuanto más lo pienso, mas inducido me siento a expresarle mi opinión, con total convicción; sin ningún riesgo, realmente con muy poco gasto, y sin distraer ninguna parte importante de la fuerza disponible en Inglaterra, podría asestarse un golpe militar en aquella región, tan desventajoso para los intereses de España como beneficioso a los intereses políticos y comerciales de Inglaterra.
En distintos momentos se han contemplado ideas para efectuar un ataque sobre los asentamientos españoles en los mares del Sur, todas basadas sobre el supuesto de la debilidad militar española y el desafecto de los colonos.
La información transmitida por Sir J. Hippisley, proveniente de Roma, parece de una naturaleza que hace no sólo altamente satisfactoria sino que, en un grado considerable, concluyente respecto a los sentimientos de los habitantes de las colonias españolas en aquel período; e informaciones más recientes nos conducen a creer que, en un grado considerable, el mismo espíritu existe todavía.
Sin embargo, confieso francamente, en lo que a mí respecta, que si bien hay algo de fascinante en la idea de emancipar un continente del yugo de nuestro enemigo y probablemente abrir nuevas fuentes de beneficio comercial para nosotros mismos, aún me parece que una operación de tal naturaleza es demasiado vasta en extensión, e incierta en sus consecuencias, como para justificar el envío de una gran armada y una gran fuerza militar sobre la base de la vaga información de la que disponemos para intentar semejante objetivo.
El resultado de tal expedición sería tan remoto, la distancia a la que debería llevarse a cabo la misión es tan grande, y toda la situación de Europa podría materialmente cambiar tanto antes de que el evento fuera conocido, que aún una ejecución exitosa, por mas esplendida que fuese en apariencia, podría resultar en muy pequeños beneficios reales para el público. Es evidente también que, con la limitada información que tenemos presente, difícilmente fuera posible trazar en Inglaterra ninguna regla precisa de conducta para las personas que condujeran semejante expedición, e igualmente imposible para ellos, dada la lejanía y la falta de información, conducirse de tal manera como para aportar a los objetivos inmediatos del Gobierno de su Majestad.
En suma, me parece que enviar una expedición directamente a los mares del Sur sería una medida que nos privaría a nosotros mismos de una cierta fuerza naval y militar, sin perspectiva de obtener un beneficio inmediato de sus servicios. La naturaleza de la guerra y la situación de Europa deben merecer una consideración primaria en todas nuestras operaciones militares.
Pero sí concibo que se puede asestar un golpe, no sujeto a ninguna de las objeciones precedentes, que tendría un objetivo inmediato, breve y rápido en sus efectos, justificado plenamente en términos políticos que fomaria parte, pequeña pero ciertamente brillante, de la subsiguiente campaña. Estoy sugiriendo un ataque sobre los asentamientos españoles en el Río de la Plata.
Ha sido siempre mi opinión que uno de los primeros objetivos a ser considerados en toda operación militar es en qué medida la ventaja a ganar iguala el riesgo a enfrentar, y en qué medida, en la eventualidad de fracaso, el Estado no resultará materialmente afectado en otras tareas.
El riesgo a enfrentar en este caso puede enunciarse bajo dos acápites; primero, el del mero fracaso militar, y segundo, la pérdida del dinero empleado en llevar adelante la expedición.
Con respecto a lo primero, yo imaginaria que cualquier intento hecho con una fuerza racional habría de ser casi con certeza exitoso, y baso ni opinión en esta parte sobre la evidente certidumbre de que, malas como son las tropas españolas en Europa, tienen que ser aun de inferior calidad en el Nuevo Mundo.
Con respecto a lo segundo, espero demostrar que difícilmente haya riesgo alguno porque muy poco dinero público será comprometido en la misión.
En el supuesto de un fracaso total, las tropas empleadas, entiendo, aún podrían ser enviadas a situaciones donde sus servicios fueran deseables y, en el caso eventual de ocurrir tal infortunio, todo lo que deberíamos lamentar sería la perdida de aquellos que pudieran caer, pero sin que esto significara ninguna perturbación considerable en ninguna otra parte de las fuerzas armadas.
En cambio, si la expedición fuera exitosa, las inmediatas ventajas emergentes serían numerosas y se harían sentir de inmediato en Inglaterra. Esto permitiría al Gobierno de su Majestad valorar cuan aconsejable podría ser cualquier intento ulterior sobre las colonias españolas; determinaría el verdadero humor y disposición de esas colonias provocaría últimamente su división, lo cual, si la guerra continuara completamente en nuestras manos, en caso de una negociación nos daría un elemento concreto para discutir con España.
Desde un punto de vista comercial, esto no solo vertería sobre Inglaterra la masa de mercancías producidas y acumuladas en aquellos ricos territorios,, sino que abriría una fuente de exportaciones para las manufacturas británicas, tan extensa como beneficiosa. Cada posesión de Buenos Aires, además de abastecer inmediatamente a todas las colonias españoles de este lado, infaliblemente nos abriríamos una vía indirecta hacia todos los asentamiento portugueses en Sudamérica.
No hace falta, presumo, detallar en extenso las ventajas resultantes, pues son tan obvias y grandes que, doy por descontado, no pueden escapar ni un momento a su observación; pero puede ser de importancia enunciar los medios exactos que yo supondría necesarios para tal empresa y el modo en el cual concibo que esos medios pueden ser tenidos y empleados sin afectar, en grado considerable alguno, ningún otro objeto de gobierno.
El número de hombres, yo diría, debe ascender en total a casi cinco mil (5.000), constituidos como sigue:
Infantería, tres mil seiscientos (3.600)
Caballería, de mil cuatrocientos (1.400)
Artillería. ciento cincuenta (150)
El modo en el que cual yo propondría que esta fuerza fuera reunida y mi razón para seleccionar las distintas tropas descritas se exponen a continuación:
Yo propondría que de la Infantería, tres mil (3.000) efectivos formaran regimientos completos y los seiscientos (600) restantes dos regimientos básicos, cuyo uso, pienso, sería insertarlos inmediatamente en caso de que tengamos éxito, luego de haberlos completado con reclutas hasta 1.000 cada uno.
En cuanto a los mil cuatrocientos (1.400) efectivos de caballería, los ha mencionado porque se los podrá montar con facilidad y serán de infinita utilidad, si logramos hacer pie, sino porque sostengo que esa clase de tropa es de la que se puede prescindir más fácilmente en otros servicios, presentes o probables.
Existe la creencia general de que los regimientos 22° y 34° se dirigirán esta temporada al Cabo (Nota: estos regimientos fueron formados con muchachos, circunstancia que es ciertamente desventajosa desde ciertos puntos d vista, y favorables desde otros. Sin embardo, si se hallara que son demasiado jóvenes, puede ser necesario cambiar algunos de ellos)
Suponiendo que esos regimientos estén últimamente destinados a la India, y teniendo en cuenta la seguridad que la reciente y brillante tarea del Marqués Wellesley nos ha proporcionado en aquella parte del mundo, parece ser indistinto que, en su camimo a la India, pase por Buenos Aires o por el Cabo de Buena Esperanza.
Por lo tanto, yo propondría que esos dos regimientos constituyeran la base de la Infantería y que el resto, hasta sumar tres mil (3.000), en caso que no se pueda prescindir de ningún regimiento Regular, consistiera en cuerpos de voluntarios que podrían conseguirse fácilmente.
Los dos regimientos básicos propondría que fueran el 7° y el 72°, cuyos extensos servicios en la India y gran conexión con las tropas nativas allí los harían admirablemente indicados para ser completado como ya indiqué.
La Caballería debe ser toda desmontada y constituir del 12° de Portugal, un regimiento británico con asiento en Inglaterra, y los húsares de York, y mi modo de reunir y organizar la fuerza descrita sería el siguiente:
En toda misión, yo sostengo, hay algo que debe ser materialmente evitado, tanto pensando en el enemigo como en Inglaterra: una preparación ostensible y la evidencia de que se está organizando una expedición.
Tales evidencias, en cualquier momento excitarán el celo del enemigo y la experiencia nos ha enseñado suficientemente que, cualquiera sea el éxito que pueda lograr una operación militar, las expectativas del público en este país sobrepasan toda esperanza racionalmente fundada.
El efecto, además, de un éxito inesperado, produce siempre un impacto muy poderoso en la conciencia pública.
Por lo tanto propondría que el Regimiento 22° y el 34°, con tanda más infantería como pudiera contener la primera flota de barcos de la Compañía de Indias Orientales, fueran formalmente destinados al Cabo y se le ordenara concurrir a un rendezvous en Isla Santiago. (Cabo Verde)
El transporte de esta parte de la fuerza debería efectuarse sin gasto alguno para el Gobierno de su Majestad y todo inconveniente que se la causará a la Compañía de las Indias Orientales será la demora causada por tener que desviar sus barcos una cierta distancia de su ruta usual a la India.
Como, de todos modos, siempre que navegan al sur del Ecuador los vientos suelen arrastrarlos hacia la costa de Brasil, esa demora no sería considerable, y para hacerla tan breve como sea posible, los barcos deberían ser despachados en el instante en que hayamos logrado un enclave firme. La captura de Montevideo haría que estos barcos fueran de escasa utilidad ulterior, dado que la poca profundidad el rio le impediría ir aguas arriba.
Con respecto al resto de la Infantería y la Caballera, indudablemente el costo de ese transporte recaería sobre el Gobierno, pero es digno de considerar si, exponiendo el plan a uno o dos de los más respetables comerciantes de Londres, no e podría obtener barcos y compartir gastos, permitiéndoles a ellos transportar abordo una cierta proporción de manufacturas para vender.
En objeción a esto, soy consciente, se puede decir que tal medida estaría en directa violación del secreto, tan necesario para el éxito de toda operación militar, pero yo enuncio esto simplemente para el caso de que exista gran dificultad en procurar el necesario tonelaje en otra forma, y confieso que, por mi parte, tengo poco temor en hacer revelaciones a un individuo cuando sé que su interés le cerrará la boca. (Pero. sea que esta parte del costo fuera sufragada por el Gobierno o por individuos, es necesario observar que los barcos a emplear deben ser del menor calado posible, dada la naturaleza de la navegación en el Río de la Plata)
(Nota al margen: Al proponer esto, procuro al mismo tiempo evitar gastos al público y perturbaciones a cualquier otra probable misión militar)
El objetivo que propongo es bien definido, la extensión de la ventaja ilimitada, los medios especificados, siendo cauto en seleccionar fuerzas de las cales creo que pude prescindirse fácilmente por un tiempo, Es que no creo justo ni honorable ofrecer un plan sin demostrar el modo por el cual se podría llevarlo a la práctica.
En ésta como en cualquier otra operación miliar habrá indudablemente dificultades. La navegación del Río de la Plata es intrincada y a veces peligrosa (la profundidades de las aguas es poca y se dice que los bancos de arena se desplazan). El número de nuestros enemigos es incierto y puede ser apreciable, pero luego de una seria consideración de todo, creo que estamos provistos con el grado razonable de esperanza y seguridad que, en la más estricta prudencia, autoriza el intento.
Yo he dicho que ordenaría a la Compañía de las Indias Orientales hacer rendezvous en Isla Santiago. También ordenaría al 12° Regimiento de Portugal hacer rendezvous en esa isla y embarcaría el resto en Inglaterra con supuesta dirección al Cabo o las Antillas, según resulte más conveniente.
Todo yo lo reuniría y organizaría en Isla Santiago, de modo que pudiera darse el golpe antes de que trascendiera la intensión del gobierno. en Inglaterra o a nuestros enemigos.
Respecto a la fuerza naval necesaria para tal empresa, no podría ser de una gran magnitud. Un 64 o unas pocas fragatas livianas, o barcos de pequeño calado será, entiendo, más que suficientes. A bordo de ellos, yo embarcaría todos los pertrechos y la artillería. Y, habiendo analizado cuidadosamente las personalidades de la mayoría de nuestros oficiales navales, yo concebiría que para una misión de esta clase. la jerarquía y otros talentos de Sir R. Bickerton se adaptan perfectamente.
He expuesto mis opiniones sobre esta materia, y espero haber demostrado que una empresa semejante podría encararse con costos comparativamente pequeños y grandes posibilidades de beneficio inmediato.
Puede ser necesario dar una o dos vueltas más a la cuestión de la línea de conducta de los colonos españoles.
En todas las expediciones concertadas hasta el presente, una característica prominente parece haber sido el propósito de incrementar la riqueza de los individuos involucrados, mediante el saqueo de esas ricas posesiones.
A mí me parece que eso no debe formar parte del presente plan, y si renunciar a toda propiedad privada favoreciera en algo la conciliación de los habitantes con nosotros, yo ciertamente aconsejaría renunciar; sin embargo, yo de ninguna manera les ofrecería esto a ellos como un soborno para inducirlos a liberarse de su obligación de lealtad a España. Si ellos tienen la fuerza necesaria para últimamente resistir los esfuerzos del gobierno español, ellos ya estarán preparados y yo pienso que debemos alentarlos a declarar tal independencia; pero si ellos mismos no están inclinados a adoptar esta línea, no deberíamos hacer ningún intento de crear tal espíritu por la fuerza.
En suma, sobre esta parte del asunto yo pienso que debemos guiarnos enteramente por las circunstancias que puedan darse, siempre considerando esto como inseparable de lo que hagamos; no podemos tomar ningún compromiso susceptible de poner e situación difícil al Gobierno de Su Majestad en cualquier negociación de paz.
Nuestro objetivo primario es asegurarle a Gran Bretaña una posesión limitada en su extensión que pagaría con creces su establecimiento, abriendo una inmensa fuente de beneficio comercial y, al mismo tiempo, haría temblar al gobierno de España por el destino de sus posesiones en el Nuevo Mundo.
El objetivo ulterior de alentar la declaración de independencia por parte de esas colonias debe ser materia de posterior consideración, pues al presente no tenemos información para adentrarnos en eso, ni base sólida para formarnos un juicio cuidadoso.
Pero si hubiera que arriesgar una opinión sobe este muy importante asunto, yo indudablemente diría que la línea más sabia y política que podríamos adoptar sería no tomar ninguna medida con relación al gobierno del país a ocupar, salvo aquellas que fueran absolutamente necesarias para la seguridad de las posesiones que realmente queramos mantener, y que el mejor, el más honorable y más seguro modo de asestar un golpe fatal a los interese de España en el Nuevo Mundo, seria simplemente crear una entrada libre a nuestras manufacturas, y dejar que aquellos que puedan sentir por un tiempo el beneficio de tal situación consideran últimamente la diferencia que existe entre vivir bajo un gobierno suave con comercio abierto o un arbitrario despotismo con el comercio arbitrariamente monopolizado.
Si alguna parte de esta idea lograra su aprobación, el detalle puede ser expuesto con mayor cuidado, pero si por alguna razón, cualquiera fuere, usted pensara que una idea de esta naturaleza no debe ser llevada a cabo, lo único que lamentaré es haber abusado en tal medida de su bondad como para haberle causado el trastorno de leer un plan inútil.
PS: Tengo confianza en que puede demostrarse que, llevando cierta cantidad de manufacturas por cuenta del Estado, el producto de su venta (adecuadamente administrado) cubriría todo costo extra. (*)
(*) Terragno Rodolfo. "Maitland & San Martin". pps. 59 a 83. Edit. Sudamericana 2012. El Plan Maitland fue descubierto por Terragno en 1981 en archivos ingleses, luego de permanecer oculto hasta entonces. La traducción del original pertenece a R.Terragno
Ver Plan Maitland definitivo
Fuentes
- Castagnino Leonardo: Invasiones inglesas
- Castagnino L. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Castagnino L. Soy Federal. Artigas, Rosas y Francia. La línea histórica Federal
- Terragno Rodolfo: Maitland & San Martin.
- La Gazeta Federal. www.lagazeta.com.ar
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- MALVINAS
Fuente: www.lagazeta.com.ar
Leonardo Castagnino Historia
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