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¿CIVILIZACIÓN O BARBARIE?
                           Sarmietno Juan Facundo Quiroga

(01) Las circunstancias
(02) El sosiego de la Sierra
(03) Los métodos
(04) Asuntos particulares
(05) La argucia
(06) Los sobresaltos
(07) En suelo mendocino
(08) La mano larga
(09) ¿Civilizados o bárbaros?
(10) Fuentes
(11) Artículos relacionados



Las circunstancias

Desde un principio los unitarios pretendieron imponer "el sistema" en el interior por medio del terror, provocando una anarquía que llevó a la necesidad de un gobierno que pusiera orden. El propio San Martín vio la necesidad de “un brazo vigoroso”, tal cual dice en su correspondencia. El 6 de abril de 1829 le escribe a Tomás Guido:

“Las agitaciones de diez y nueve años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido...hacen clamar a lo general de los hombres por un gobierno vigoroso, igualmente convienen para que el país pueda existir es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos desaparezca...al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias, y más que nada un brazo vigoroso que salve a la Patria de los males que la amenazan...” (Ver artículo San Martin y Rosas )

El 8 de diciembre de 1829, Juan Manuel de Rosas asume como gobernador de la provincia de Buenos Aires, según lo dispuesto por la Legislatura. Luego de tomar juramento, se dirige a la asamblea de la siguiente forma:

“Señor Presidente; Señores Representantes:
Me habéis llamado a servir un destino penoso por sí sin prestigio alguno, y más que todo difícil por las circunstancias. Habéis creído que aún puedo prestarme a mayores sacrificios que los que cuenta la carrera de mis días, nombrándome para ocupar la silla del gobierno.
Mi inclinación, señores, el conocimiento de mi mismo, lo nuevo del suceso, no han estado de acuerdo con un nombramiento que enérgicamente resisten. Pero las circunstancias han podido más que todo, y por su influjo lo he aceptado.
En vuestra presencia, Señores R.R., he jurado cumplir con los deberes del nuevo cargo. Procuraré ser fiel, mas como por mi solo nada valgo, desde ahora invoco la cooperación de todos para corresponder a tan elevada como espinosa confianza".

(Registro nacional. Prov. Unidas del Río de la Plata. 1874)

Pero los unitarios no variaron de "sistema".

El "manco" Gral. Paz.    

Gral.J.M.Paz


El sosiego de la Sierra.

Cuando el General Paz se apodera del gobierno de Córdoba la opinión de la provincia no le era nada favorable, según confiesa en sus “Memorias”:

“Los semblantes de todos los pocos habitantes que encontrábamos - dice - nos manifestaban bien a las claras que no acogían bien nuestra llegada, y su taciturnidad parecía presagio de una sublevación en masa...Había pasado casi un día que estábamos cerca de la capital y que el camino estaba libre, y un solo hombre, una sola carta, una noticia de cualquier clase, no se había aproximado a nosotros." (General Paz. Memorias póstumas - A.Garcia Mellid, Proceso al Liberalismo Argentino, p.224)

Lo que reconoce como "taciturnidad", era más bien dicho franca oposición "presagio de una sublevación en masa". El mismo Paz se encargaría de llevar sosiego a la provincia...y alrededores.

Después del combate de La Tablada, fueron fusilados por orden del coronel Dehesa, jefe de estado mayor del general Paz, 23 oficiales y 120 soldados de Quiroga que habían caído en poder de los vencedores.

Parece que Dehesa intentó sacrificar a todos los prisioneros, pero luego, accediendo a un pedido de moderación, optó por hacer ejecutar su sentencia tan sólo con los oficiales y con soldados quintados mediante el siguiente procedimiento, que nos describe Jorge A. Calle:

"Se hace formar a los prisioneros en filas sucesivas, de a uno, y un sargento enumera de derecha a izquierda. Cuando llega a cada quinto hombre, le ordena que dé un paso adelante. De ese modo se apartan ciento veinte hombres, se les conduce hasta el borde de una zanja y se les fusila."

El general Paz, que en sus Memorias pareces sufrir algunas amnesias y errores, hace extensiva la orden de Dehesa a sólo dos oficiales, pero se contradice cuatro líneas después al hacer decir al mismo Dehesa que "algunos de ellos eran de los sargentos que sublevaron el N° 1 de los Andes". La frase resulta inexplicable si los condenados hubiesen sido sólo dos.

El mismo día de esta matanza fueron asesinados otros cuatro prisioneros federales. (Paz. Memorias.t.II.p.98) Paz reprueba el hecho pero lo detalla minuciosamente, auque omite la verdad acerca del número de oficiales fusilados y de silenciar la muerte de ciento veinte soldados. ¿Olvido o estrategia? (Ver también el articulo “Las amnesias de las memorias” del manco General Paz)

Tres meses después de la matanza de La Tablada, el 22 de septiembre de 1829, ocurrió en Mendoza otro acontecimiento que vino a aumentar la lista de víctimas con el nombre de Francisco Aldao, hermano de don José Félix. Triunfante la sublevación de Los Barriales, los unitarios se habían apoderado del poder, designando gobernador al general Alvarado. Éste logra llegar a un entendimiento con los Aldao, pero algunos batallones de los más comprometidos en la sublevación no aceptan el arreglo, y al mando de Soloaga, se sitúan en e1 campo del Pilar y entablan la lucha.

"Los Aldao -dice Paz- se pusieron al frente de sus fuerzas, pero nuevas negociaciones vinieron a suspender momentáneamente las hostilidades. Mientras la suspensión, don Francisco Aldao pasa al campo de Soloaga, donde es amistosamente recibido; pero, en el momento en que menos se esperaba, por disposición de don Félix, rómpese un vivo fuego de cañón sobre el descuidado batallón, y en este momento de estupor y efervescencia fue fusilado don Francisco y se trabó la lucha” (Paz. Memorias.t.II.p.198)

La explicación de Paz no resulta para nada convincente, y las preguntas sobre el hecho son las mismas que hiciera el teniente coronel Carlos A. Aldao:

"En un momento de estupor, ¿hay alguien que recurra al fusilamiento para salir de él, o ¿¡ya se había ejecutado el hecho cuando se trabó la refriega!? Si el ataque fue por sorpresa, ¿cómo dio tiempo al fusilamiento? Un hecho de esta naturaleza requiere, en general, preparativos. No se fusila sin ninguno." (Tte. Cnel. Carlos A. Aldao. El Brig. Gral. José Félix Aldao. p.89)

Más que poco claro, el hecho nos resulta oscuro, pero más allá de las circuntancias, lo cierto es que los unitarios no anduvieron con rodeos para eliminar a un hombre que pudieron mantener prisionero.

Como Paz encontró mucha resistencia en los departamentos de la Sierra, inició una campaña “con algunos actos de severidad”, según sus propias palabras. Veamos pues, cuan severo era el General Paz:

"Los prisioneros son colgados de los árboles y lanceados simultáneamente por el pecho y por la espalda… A algunos les arrancan los ojos o les cortan las manos. En San Roque, le arrancan la lengua al comandante Navarro. A un vecino de Pocho, don Rufino Romero, le hacen cavar su propia fosa antes de ultimarlo, hazaña que se repite con otros. Algunos departamentos de la Sierra son diezmados. Por orden, si no del general, de alguno de sus lugartenientes, ciertos desalmados, como Vázquez Novoa, apodado Corta Orejas, el Zurdo y el Corta Cabezas Campos Altamirano, lancean a los vecinos de los pueblos, en grupos hasta de cincuenta personas." (Manuel Gálvez. Vida de don Juan Manuel de Rosas. p. 130)

La Gaceta Mercantil del 31 de agosto de 1843 nos aporta algunos datos más:

"Los coroneles Lira, Molina y Cáceres rindieron la vida entre suplicios atroces. Sus cadáveres despedazados fueron exhibidos en los campos de Córdoba y expuestos insepultos." Así pudo decir un oficial de Paz, después de explicar cómo habían adoptado la medida de "no dejar vivo a ninguno de los que pillásemos", que:... "mata aquí, mata allá, mata acullá y mata en todas partes, fueron tantos los que pillamos y matamos que, al cabo de unos dos meses, quedó todo sosegado."(Sargento Mayor Domingo Arrieta. Memorias de un soldado)

¡Linda manera de llevar “sosiego” a la Patria!

Rivera Indarte, aficionado a consignar minuciosamente los supuestos crímenes de Rosas, dice lo siguiente de la campaña de la Sierra:

"Montoneras (de Córdoba y San Luis, el año de 1830). Mueren 800 soldados de Rosas." (Rivera Indarte. Tablas de sangre. p.60)

¿Que guerra era esa en que mueren 800 federales y ningún unitario? Mariño dice al respecto: “En esa persecución murieron sobre tres mil argentinos por la ferocidad de los salvajes unitarios. El Nacional se complace en recordar ochocientos de esos asesinatos brutales, no sobre soldados de Rosas, sino sobre argentinos de Córdoba, de San Luis, de La Rioja.”

Las mismas Memorias de Paz dejan translucir algo -aunque muy poco- acerca de otros “actos de severidad” del general Paz. En noviembre de 1830, a raíz de haberse sublevado una división unitaria, y luego de sofocada la rebelión, fueron fusilados el mayor San Martín, el teniente Hervas y otros dos hombres. (Paz, Memorias.t.II.p.133)

Por ese mismo tiempo envió Paz a Lamadrid a sofocar una montonera en El Tío. En esa expedición Lamadrid hizo fusilar al comandante Luque y al teniente Ramírez. (Idem.p.134)

Gral.Gregorio A. de Lamadrid.    

Gral.Lamadrid


Los métodos.

Paz vence a Quiroga en la batalla de Oncativo, donde se producen fusilamietos. En esa batalla participa Lamadrid, y en sus “Memorias” nos relata sus metodos:

"Pasaron a mi izquierda -dice- dos soldados de la escolta de Quiroga y me señalaron, al este, una partida de 12 hombres que corrían a escape como a cuatro cuadras de distancia. ¿En qué caballo va? -les pregunté, y, contestándome que en un castaño overo-; lanceen a esos hombres -dije a mis sargentos… A seis u ocho cuadras de persecución, párase un soldado de la partida enemiga, con el caballo cansado; preguntéle cuál de ellos era Quiroga. "-No viene aquí - me contestó." -Lancéenlo - dije a los que venían atrás a escape. A poco instante paróse otro, igualmente con el caballo cansado, y siendo igual su respuesta de no ir allí Quiroga, repetí la misma orden." (Lamadrid. Memorias.t.I.p.475)

El “sosiego” no se limitó a las sierras; “En la ciudad, las violencias no son menores. En la cárcel, atestada de prisioneros, cada noche hay fusilamientos. Cierto que el prisionero es juzgado; pero el juicio, sumario y a medianoche, termina fatalmente con la condena a muerte." (Manuel Galvez. Vida de don Juan Manuel de Rosas.p.130)

Sosegada la provincia de Córdoba, Paz resolvió enviar fuerzas a las demás provincias, para imponer en ellas, con los mismos métodos, el régimen unitario.

A La Rioja le tocó en suerte Lamadrid, quien, no obstante haber entrado en ella sin resistencia, se dedicó a aplicar la ley del rigor sobre los partidarios de Quiroga.

Respecto a los métodos de Lamadrid, no necesitamos imaginarnos nada, porque él mismo nos lo dice: a don Ignacio Videla le escribe: “espero que dé Vd. orden a los oficiales que mandan sus fuerzas en persecución de esa chusma que quemen en una hoguera, si es posible, a todo montonero que agarren”…”El pueblo está empeñado en que reclame la persona de Echegaray, lo cual hago de oficio. A estas cabezas es preciso acabarlas, si queremos que haya tranquilidad duradera. Espero, pues, que Vd. lo mandará bien asegurado al cargo de un oficial y cuatro hombres de confianza, con orden de que, en cualquier caso de peligro de fugarse, habrá llenado su deber dando cuenta de su muerte." (Adolfo Saldias. Historia de la Confederación Argentina, t.II.p.80)

Como vemos, Lamadrid opera con distintas metodologías, según la oportunidad: "acollara a doscientos federales que ha capturado en Los Llanos y los hace lancear en su presencia; y, para lograr éxito en una contribución que impone en la ciudad, fusila a cuatro personas y deja el banquillo para los que no paguen" (Manuel Gálzez. Ob.dit.p.131)

Ni las mujeres y menores se ven libres de su saña. "Encarcela y pone una pesada cadena en el cuello de la madre de Quiroga, anciana de más de setenta años" y "destierra a ella y a la mujer y a los hijos del caudillo a Chile”

El mismo Zinny, de notoria simpatía por los unitarios, resalta la diferente manera de actuar entre Lamadrid y Quiroga. En su obra “Historia de los Gobernadores”, dice: “en contraposición de eso –se refiere a la actitud de Lamadrid con la madre de Quiroga- a la esposa de aquel (Lamadrid), la auxilió Quiroga con todo lo necesario para que ese trasladase a Bolivia, al lado de su esposo, después de la derrota de la Ciudadela” (Zinny, t. VI, p.240) (Ver la nobleza de Quiroga en la batalla de La Ciudadela)


Los asuntos particulares

Pero la persecución de los federales no le impide a Lamadrid ocuparse también de otros asuntos particulares:

“Acabo de saber por uno de los prisioneros de Quiroga -escribe a Juan Pablo Carballo, el 19 de septiembre de 1830- que en la casa de la suegra o en la de la madre de aquél es efectivo el gran tapado de onzas que hay en los tirantes, mas no está como dijeron al principio, sino metido en una caladura que tienen los tirantes en el centro, por la parte de arriba, y después ensamblados de un modo que no se conoce. Es preciso que en el momento haga Vd. en persona el reconocimiento, subiéndose Vd. mismo, y con un hacha los cale Vd. en toda su extensión de arriba, para ver si da con la huaca ésa, que es considerable.
Reservado: Si da Vd. con ella, es preciso que no diga el número de onzas que son, y si lo dice al darme parte, que sea después de haberme separado unas trescientas o más onzas. Después de tanto fregarse por la patria, no es regular ser zonzo cuando se encuentra ocasión de tocar una parte sin perjuicio de tercero, y cuando yo soy descubridor y cuanto tengo es para servir a todo el mundo. . .”
(Adolfo Saldias, ob.cit.t.II, p.80)


La argucia.

No sólo en La Rioja hizo sentir Lamadrid el peso de sus arbitrariedades. Llegado a San Juan, al frente de una división de caballería, asumió el gobierno durante una semana.

Un día de ese breve gobierno "el coronel Quiroga del Carril es condenado a muerte. Se lo fusila, una mañana, en la plaza de San Juan, bajo los altos del histórico Cabildo (Jorge Calle, ob.cit.p.152)

Ese mismo día por la noche fue asesinado en la cárcel el doctor Francisco Ignacio Bustos, ex-gobernador delegado de la provincia y hombre sumamente apreciado en ella. Lamadrid narra con cinismo en sus Memorías, las argucias de que intentó valerse para eliminarlo:

"Le ordené al oficial Coria -dice- que previniera al centinela que lo relevara al de la puerta del preso, que se prestara a la seducción que le hiciera, aun se bajara con él, si le invitaba a fugarse; que si tal sucedía, estuviese muy vigilado, para que al tiempo de ganar la calle le disparase cuatro tiros, gritando a la guardia, pero que cuidara de que no se trasluciera semejante intriga, pues debería indagarse al día siguiente por sumario." (Lamadrid, Memorias, t.I, p.492)

El plan falló, porque, según parece, Bustos no pretendió fugarse; pero, asimismo, "estando en la cárcel, cargado de grillos, y sin el menor indicio de que hubiese intentado evadirse, como se hizo creer, fue muerto a balazos en la misma prisión" (Zinny, ob.cit.t.IV, p.147) y agrega un detalle interesante: "El día anterior de la muerte del doctor Bustos, el gobernador Lamadrid le exigió 6000 pesos, que no tenía ni esperaba recibir de su esposa, a quien, no obstante, los hizo pedir en Mendoza."


Los sobresaltos.

Tampoco estuvo bien representado el General Paz en Santiago del estero, donde los santiagueños debieron sufrir con algunos sobresaltos por métodos del “sosiego”. Esta provincia fue ocupada en forma conjunta por Román Dehesa, autor de los fusilamientos de La Tablada, y por Javier López, dictador sangriento de Tucumán en 1823. Tales jefes estuvieron en Santiago a la altura de sus antecedentes.

Dehesa fue quien asumió el gobierno, y los cargos en su contra son corroborados por él mismo: en correspondencia dirigida al comandante de fronteras don Juan Balmaceda, le expresa:

"Lo primero que debe Vd. hacer es prender, sin ser sentido, a don Sebastián Palacios; seguirle un sumario con prontitud, y hallándole descubierto, remítamelo con seguridad. En seguida, hará Vd. que de las haciendas de este bribón y de las del traidor Ibarra se provea a las necesidades de la tropa, permitiendo que los miserables tomen los animales que puedan... Caiga Vd. sobre la Rosario Lemus, siempre que ésta tenga alguna ingerencia en estos tumultos, y despáchemela con todos los conocimientos que puedan tomarse sobre su criminalidad. Si llega a pillar algunos vándalos de los que capitanean, fusílelos, y escarmiente con el saludable terror de estos delincuentes a los que éstos seducen. Procure Vd. no dejar a estos ricos perversos los recursos de caballos, tómelos Vd. todos; y de ellos sólo, sí alcanza, llene Vd. el número de los 500 que en mi anterior previne a Vd. sacase para invernarlos." (Zinny, ob.cit. t.III, p.394)

Después de transcribir esta carta, añade Zinny:

"El doctor Eusebio Agüero, diputado del general Paz cerca de los gobiernos de Salta, Tucumán, Catamarca y Santiago, que, después de la completa derrota de su escolta por una de las partidas de Ibarra, fue tomado prisionero, tratado con atención y dejado ir en libertad, se lamentaba en oficio al general Paz de que la conducta opuesta del coronel Dehesa y de sus adláteres les hubiese hecho perder la provincia de Santiago, pues que –decía- «violaban, robaban o asesinaban a toda persona que encontrasen»."

Ni el propio general Paz niega las arbitrariedades de Lamadrid y Dehesa, limitándose a declinar la responsabilidad en los mismos, "quienes -dice- debieron responder al cargo", sin hacerse cargo de los propios. (Paz. Memorias, t.II, p.186)

José Feliz Aldao,    ,
Óleo de García del Molino    
Museo Histórico Nacional.    

José Félix Aldao
En suelo mendocino

Otro delegado de Paz fue Videla Castillo, que gobernó en Mendoza. El gobernador federal, Juan Corvalán, se refugió en el sur de la provincia, buscando la protección y alianza del cacique Pincheyra, pero el 11 de junio de 1830, en el campamento de Chacay, cayó en una emboscada y fue asesinado por los indios, juntamente con don Gabino García, su ministro de gobierno; don José Aldao, comandante general de armas; el doctor Juan Agustín Maza, ex-congresal de Tucumán y signatario del acta de la Independencia; el doctor Juan Francisco Gutiérrez; el coronel Gregorio Rosas; los tenientes coroneles José Gregorio Sotelo y Felipe Videla; don Lázaro Aldao, ayudante mayor; don Juan Saavedra, don Domingo Durañona, don José Hilarnes y 20 ó 30 hombres más.

El hecho causó consternación en Mendoza, dada la vinculación y el prestigio de las víctimas. Se tuvo la grave sospecha de que la mano de Videla Castillo y de su ministro Godoy Cruz no era ajena al terrible crimen, y cuando volvieron los federales al gobierno, se inició un proceso.

“De las constancias de este proceso parece indudable –dice Ezcurra Medrano- que el delegado de Videla Castillo ante los caciques para inducirles a cometer el crimen fue don jacinto Godoy; que éste mantuvo correspondencia con los pincheyrínos; que Videla Castillo remitió correspondencia para Pincheyra dentro del forro de un chaquetón destinado a Godoy; que éste, después del crimen, fue muy agasajado por Videla Castillo, inclusive con un baile; y que los caciques fueron generosamente recompensados con 500 yeguas, 200 vestuarios y 39 cargas de víveres. Numerosas declaraciones de testigos corroboran estos hechos, y no faltan otras aun más interesantes, como la del cacique Coleto, actor principal del drama, quien declaró rotundamente al padre Gómez, capellán de los toldos de Pincheyra, que don jacinto Godoy "fué quien lo indujo a cometer el hecho". (Ezcurra Medrano. Las otras tablas de sangre. p.53)

La acusación fiscal llegó a la conclusión de que el asesinato "fué cometido por los bárbaros a quienes encabeza el perverso y desnaturalizado caudillo Julián Hermosilla, con previo acuerdo y recomendación de don José Videla Castillo y su director, don Tomás Godoy Cruz, que por medio del intrigante, tirano, cruel y bajo don Jacinto Godoy, pactaron y convinieron el hecho" (Jorge Calle, ob.cit.p.251)


La mano larga.

Hasta en el extranjero alcanzó el terror unitario a los federales fugitivos de las provincias subyugadas por los delegados de Paz.

El general don José Benito Villafañe era gobernador de La Rioja. Cuando ésta fue ocupada por Lamadrid, Villafañe emigró a Chile. Lamadrid se hizo elegir gobernador e hizo dictar de inmediato una ley, de fecha 5 de junio de 1830, por la cual "eran declarados proscriptos y fuera de la ley los individuos don Juan Facundo Quiroga y don José Benito Villafañe, autorizando al P. E. para que reclame sus personas e intereses de los gobiernos de los Estados de la República donde se hubiesen asilado, y a todo individuo de la provincia de La Rioja a perseguirlos y ejecutarlos con la pena capital a que se les condenaba, y sujetando a la misma pena a la persona que les prestase asilo” (Zinny, ob.cit.t.CV.p.240)

Esta ley, dictada en territorio argentino, se aplicó extraterritorialmente.

El mayor Bernardo Navarro, que se encontraba en Chile, se dispuso a cumplírla matando a Villafafie. Este fue enterado y pidió protección a las autoridades chilenas, quienes le proporcionaron unos milicianos, pero éstos lo abandonaron no bien supieron de qué se trataba.

Una noche de mayo de 1831, hallándose Villafañe en Tilo, se presentó Navarro con una partida dispuesto a cumplir su propósito. Villafañe intentó defenderse, pero, muertos o heridos varios de sus compañeros, se rindió, no obstante lo cual fue ultimado junto con once acompañantes. (Jorge A. Calle, ob.cit.p.237)


Civilizados y bárbaros

El asesinato de Villafañe provocó una dura represalia de Quiroga, que era íntimo amigo de la víctima. La represalia de Quiroga en La Cañada es puesta como ejemplo de la “barbarie” del caudillo, pero sin embargo esos mismos unitarios dan cuenta del asesinato de Villafañe como producto de un encuentro casual “ordinarísimo en las guerras civiles". (Rivera Indarte, Rosas y sus opositores, t.I.p.129)

No caben dudas que Quiroga fue llevado a la violencia como reacción al terrorismo de sus enemigos. El propio Sarmiento en su “Facundo”, reconoce que “en la primera campaña de Quiroga se nota todavía poca efusión de sangre” (D.F.Sarmiento, Facundo, p.183)

El propio Quiroga escribe en una “Exposición sumaria”publicada en 1831:

“En los lances más apurados, cuando la propia defensa llega ser un derecho que acalla cualquier otro sentimiento, he respetado las leyes de la humanidad y de la guerra: no he fusilado a mis prisioneros; ni he exterminado a lanzazos a familias enteras, sin ahorrar las mujeres y los niños; ni he mandado asesinar a los presos ni hecho arrastrar sus cadáveres por las calles. Nadie puede echarme en cara estos crímenes, y desearía, por el honor y el bien de mi país, que mis antagonistas pudieran decir lo mismo”

¿Quiénes eran los civilizados, y quienes los bárbaros?

                          

JUAN MANUEL DE ROSAS. La ley y el orden Fuentes:

- Ezcurra Medrano Alberto. Las otras tablas de sangre.
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades.
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, La ley y el orden.
- Obras citadas.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

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- Vidalitas de Lamadrid
- San Martin y Rivadavia
- San Martin y Rosas
- Complot unitario de 1833
- Tablas de Sangre
- Rivera Indarte

Fuente: www.lagazeta.com.ar

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