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JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN: TESTIGO PRESENCIAL
(Cerro Corá)
Coronel Juan Crisóstomo Centurión.
(Testigo y actor de cerro Corá)
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(03) Fuentes.
Testimonio de Juan C. Centurión (1)
Trascripción de la carta de don Juan C. Centurión, testigo y actor de Cerro Corá, dirigida a José C. Soto, Director del “Álbum de la Guerra del Paraguay”:
Señor don José C. Soto Director de "El Álbum de la Guerra Del Paraguay'.
Muy señor y amigo:
"Deseoso de cooperar con el noble propósito de su importante publicación, cual es, ayudar al esclarecimiento de la verdad histórica y a la vez enderezar los errores que se contienen en las publicaciones hechas hasta el presente sobre el combate último en Cerro Corá, escritas de datos recogidos de fuentes no siempre fidedignas, voy a permitirme referirle a Ud. aquel suceso, de que he sido testigo presencial y actor al mismo tiempo".
"Los restos del Ejército Nacional que acompañaban desde Ascurra al mariscal López, llegaron a Cerro Corá profundamente quebrantados en su moral y espíritu, por las excesivas penurias y fatigas que imponía una marcha tan prolongada, llena de todo género de privaciones y con escasísimos elementos de movilidad. A medida que aumentaba la miseria, iba decayendo más y más el ánimo hasta el grado de hallarse todo el mundo dominado por el más completo desaliento".
"Sin duda, López, buscando medios de reanimarlos algún tanto, aunque era cuestión difícil cuando la causa principal del mal era el hambre, concibió la idea de distribuirles medallas en premio de la lealtad y constancia de que dieron una prueba tan relevante en aquella penosa campaña".
"Con este propósito, a fines de febrero de 1870, mandó reunir a los principales jefes y oficiales del ejército, y él sentado en una silla, y aquellos sobre la gramilla frente al cuartel general, formando un gran semicírculo, les expresó con palabras elocuentes la pena que torturaba su corazón al ver que se hacían correr voces de que él intentaba pasarse a Bolivia. Rechazó con energía esa suposición, que dijo comportaban un desconocimiento de su lealtad y patriotismo, manifestando que él había jurado ante Dios y el mundo defender a su patria hasta la muerte y que estaba dispuesto a cumplir su juramento. Luego se extendió largamente sobre los deberes y sacrificios que imponía el patriotismo, en presencia de la sangre aún humeante que humedecía los campos de batalla, donde, decía, tantos ciudadanos han sacrificado sus vidas en defensa del suelo patrio, legando así a la posteridad un ejemplo y un timbre de gloria que recordará sus nombres en el templo de la inmortalidad. Habló también del enemigo, de las pretensiones tradicionales del Imperio sobre estos pueblos, relatando algunos chistes para producir hilaridad entre los que le escuchaban".
"Enseguida leyó el Decreto que confería la medalla de Amambay, distribuyéndose desde luego las cintas de que debería ir pendiente del pecho de cada uno de los agraciados".
"Dicha cinta era de dos colores: amarillo en las orillas y naranja en el centro. No sé si la adopción de estos colores de la bandera española era indiferente o si ella obedecía a algún pensamiento o idea que se relacionase con las leyendas sublimes de la Península Ibérica. Tal vez haya querido recordar o refrescar en la memoria, el ejemplo de los sacrificios heroicos que hicieron nuestros antepasados en el descubrimiento y conquista de la América, y en defensa de su independencia contra el coloso del siglo, cuyos gigantescos esfuerzos han sido y serán tema constante de la admiración del mundo".
"El 1 de marzo, por la mañana temprano, algunas mujeres escapadas de nuestra gran guardia sobre el paso de un arroyo que cruza el camino que conduce a Villa Concepción, distante una o dos leguas de nuestro campamento, trajeron a López la noticia de que aquella se encontraba en poder del enemigo, quien había podido apoderarse de ella fácilmente, evitando los cañones que guarnecían el paso y llegado a ella por la retaguardia por un camino oculto que le había indicado un desertor paraguayo (Coronel Silvestre Carmona, vecino de San Pedro), sin que fuese sentido, y en momento en que la mayor parte de la gente andaba buscando qué corner en los montes".
"Enseguida despachó unos cuatro hombres o espías para traerle noticias del enemigo, pero ya había sido tarde, porque una o dos horas después se sintieron tiros de cañón seguidos de un nutrido tiroteo de fusílería en el paso de Aquidabanigüí, donde había dos piezas de artillería y un batallón de infantes desnutridos al mando del coronel Moreno".
"Con tan repentina y seria novedad, me llamó apresuradamente y me ordenó que fuera a ver inmediatamente lo que ocurría en el paso, mandando a su ayudante, el capitán Ríveros, para que me acompañara. Al efecto éste ensilló y montó en un mulo gordo que había tenido el general Resquín, y salimos al trote a dar cumplimiento a nuestra comisión. Cuando llegamos al río, encontramos que ya el enemigo había conseguido forzar el paso, habiendo matado a la mayor parte de los que lo guarnecían. Volvimos a todo correr, trayendo yo la delantera, y al aproximarme al cuartel general, en cuyo frente se hallaba aún parado López solo y, sin bajar del caballo, por exigirlo así la urgencia del caso, le dije en alta voz: "El enemigo ha pasado el paso...".
"Entonces López, sin decir nada, y dando algunos pasos al frente y mirando hacia donde se encontraba acampando el batallón de rifleros, gritó: "¡A las armas todos!".
"Cinco minutos después, ya venía asomándose tras de la mayoría, a distancia de dos o tres cuadras al cuartel general, avanzando poco a poco hacia nuestro campamento, un pelotón de caballería enemiga. Como jefe de la mayoría y montado en buen caballo., volé a ponerme al frente de las escasas fuerzas de aquel cuerpo y, desplegándolas en guerrillas, procuré hacerlas avanzar sobre aquél, con intención, si fuese posible, de hacerles llegar a las manos, por estar armada la mayor parte de sables y lanzas., y muy pocos de armas de fuego, para poder sostener con ventaja un tiroteo con el enemigo".
"Con este movimiento de avance, la caballería enemiga retrocedió poco y luego, a la distancia de una cuadra más o menos, hizo alto y empezó a romper un fuego graneado sobre nuestra guerrilla, que apenas llegaban a 100 hombres. En esta circunstancia venía llegando López montado en un caballo bayo, flacón, acompañado de su hijo, el coronel Panchito, y algunos jefes y oficiales a pie".
"Yo recorría mi guerrilla de una extremidad a otra, tratando de infundir ánimo en las tropas, en una de esas recibió mi caballo un balazo que le bandeó el muslo, pero continuaba así mismo sin novedad. Uno de los jefes a pie me advirtió: "Coronel, su caballo está herido". "Gracias -le dije-, pero parece que no siente la herida". "No bien acabo de pronunciar estas palabras, y así me volvía del ala derecha para la izquierda, una bala me atravesó la cara, llevando toda la delantera de la mandíbula inferior de la derecha y de la superior de la izquierda, quedando la lengua partida por el medio con la punta colgante de una membrana, y la otra que vino al mismo tiempo, penetró en el ijar del caballo, cayendo conmigo muerto en el acto. Felizmente pude zafarme de él, y, al levantarme del suelo, saliendo fuera de la línea, oí que el Mariscal preguntaba: --"¿Quién es ese que sale?"-. 'El coronel Centurión papá, gravemente herido", le contestó su hijo Panchito, que se encontraba próximo".
"No bien acabó de oír esta contestación, cuando dio vuelta y al galopito se retiró dirigiéndose hacía el cuartel general por el camino carretero".
"Enseguida se produjo el desbando bajo una lluvia de balas que cruzaban sobre nuestro campamento los batallones que venían ya sucesivamente saliendo del monte que poblaba las orillas del Aquidabanigüí. A vista de la derrota avanzaban a pasos precipitados hasta penetrar en medio de aquella confusión infernal que levantaba polvareda, corriendo hombres, mujeres y niños por doquier, matando a balazos y bayotenazos a cuantos alcanzaban, lo mismo a los que se rendían como a los que iban huyendo casi sin aliento para escaparse de su furor y ensañamiento".
"He aquí señor Director, sencillamente la verdad de cuanto ocurrió en mi presencia a la llegada del enemigo a Cerro Corá, llegada que fue, como se comprende, una verdadera sorpresa, y que tuvo lugar en los momentos en que la mayor parte de las tropas se encontraban en los montes buscando qué comer".
"Al retirarme del combate vi desde lejos al mariscal López estrechamente perseguido por unos cuantos jinetes, llevando rumbo hacia la boca de la picada que daba entrada a un brazo del Aquídabanigüí donde solía ir a pescar”.
"Todo lo demás que ocurrió después hasta su muerte, no me consta personalmente, sito por referencia de los que lo presenciaron, conforme se lo había manifestado en mi reportaje”.
"Yo, bañado en sangre, con la espada en la mano, iba andando sin rumbo fijo hasta llegar a un grupo de árboles, o isleta a cuya sombra tomé abrigo para librarme de los rayos de un sol abrasador y sufriendo una sed devoradora. Sin duda, debida a esta circunstancia escapé a la muerte".
"Serenada la tempestad y después que todo se había consumado a eso de las 2:30, a las 3 de la tarde, unos soldados desprendidos de un batallón brasilero que había acampado a la inmediación, fueron recorriendo la isleta como buscando algo y me encontraron allí tendido en el suelo y horriblemente desfigurado, y previo al despojo de todas las pequeñas prendas de valor que llevaba, me condujeron a presentar al jefe del batallón, a quien tuve que dar mi nombre escrito con lápiz en un pedacito de papel que me facilitó".
"Enseguida me mandó a una guardia donde se encontraban también prisioneros algunos de mis antiguos compañeros".
"Ahora volviendo sobre la creación de la medalla de la campaña de Amambay, recordará señor Director, que en el reportaje de mi referencia, he manifestado duda respecto al grado de autenticidad que pudiera tener el Decreto que ha insertado íntegro en su narración histórica don Héctor Decoud, como el mismo que dictó el mariscal López creando dicha medalla".
"No fundaba para ello, en que no me parecía exacta la inscripción de: "A las penurias y fatigas" que contenía y que en lugar de ésta según mi firme creencia debería decir: "Venció penurias y fatigas...". Así me ha parecido, según mi propio recuerdo, el de otros que estuvieron presentes en la reunión de que se hace mención más arriba, y sobre todo, según una relación que publicó en 'La Democracia", el 1 de marzo de 1885, don Ignacio Ibarra, uno de los escribientes del Mariscal, y también testigo presencial de los últimos sucesos de Cerro Corá. Y aún cuando se pretenda que nuestro testimonio sobre los hechos de la guerra, no debe merecer fe, éso en nada altera el principio de cuando los sentimientos y las opiniones de distintas personas concurren uniformemente a establecer un hecho., deben ser tenidos como la expresión genuina de la verdad".
"Sin embargo, en el interés de desvanecer completamente esa duda que se me había robustecido enormemente después de la lectura de la carta del Dr. don Adolfo Decoud, publicada en el álbum del 15 de julio próximo pasado, y en el de esclarecer y constatar la verdad histórica sobre el particular, me puse en campaña, y cábeme la satisfacción de anunciarla que mi empeño ha sido coronado del más completo éxito".
"En prueba de ello, me permito remitirle adjunta copia exacta: 1ro. de la nota original que el entonces Ministro de la Guerra, coronel Luis Caminos, dirigió al coronel Panchito López, acompañando testimoniado el referido decreto del mariscal López, autorizado con la firma del mismo señor Caminos, y 2do. de la de este documento, el cual es de indudable autenticidad”.
"Dichos documentos, como se ve, confirman que sobre este punto había consignado en mí referido reportaje, y creo que han de ser los únicos existentes sobre la materia porque todos los demás papeles de la Secretaría del mariscal López fueron devorados por las llamas en Corro Corá, y sólo han podido salvarse los del coronel Panchito, porque los tenía guardados su madre, Mma. Lynch".
"Resulta, pues, evidente de este hallazgo, que el soit-distant decreto de López, producido por don Héctor Decoud en su titulada historia, es apócrifo, permitiéndome dejar al ilustrado criterio de Ud. el juicio a que se hace acreedora la aseveración que con tanto énfasis hace el Dr, Adolfo Decoud en el párrafo 5to. de su citada carta, respecto al mismo documento, afirmando haber tenido oportunidad de ver el original".
"¿Risiun teneatis?'
"Con la exhibición de los verdaderos documentos, quedan aquilatados la autoridad y crédito que debe acordar el público a las producciones históricas de tan singular historiador".
Pidiendo disculpa por la extensión de esta carta, me es grato reiterarme a sus órdenes.
"Atte. S.S. y amigo
Juan Crisóstomo Centurión" (1)
Setiembre 4 de 1893.
Nota: don Enrique López, hijo del finado mariscal López, fue quien tuvo al amabilidad de facilitarme las copias que le remito, en cuyo poder obran los originales, para los que gusten cerciorarse de ellos.
(1)
Coronel Juan Crisóstomo Centurión Martínez,
(1840-1902) Nació en Itauguá, Paraguay. Alumno aventajado, en 1858 es enviado Londres a estudiar derecho (King´s Collage). Fue combatiente durante todo el curso de la gerra. En 1866 participa en al entrevista de Yataity Corá. Fue redactor del periódico El Cabichuí. En 1868 fue testigo del testamento de Francisco Solano López. Llego hasta Cerro Corá, donde fue herido y tomado prisionero. Cautivo en Brasil. Publico cuatro tomos de "Memorias o reminiscencias de Históricas sobre la Guerra del Paraguay", y unos Apuntes Biográficos, manuscritos inéditos propiedad de su bisnieta Gladis Croskey de Centurión. (Testimonios de la Guerra Grande. t.I,p.87)
Fuentes:
- Centurión, Juan Crisóstomo: Memorias o reminiscencias de Históricas sobre la Guerra del Paraguay
- Leonardo Castagnino: Guerra del Paraguay La Triple Alianza contra los países del Plata.
- Testimonios de la Guerra Grande. Colección imaginación y memoria del Paraguay. t.I
- Riquelme Manuel. Compendio de la Guerra de la Triple Alianza
- La Gazeta Federal: www.lagazeta.com.ar
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Fuente: www.lagazeta.com.ar
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