01 La amenaza de Chile
02 La política de Rosas
03 Referencias
04 Fuentes
05 Artículos relacionados
La amenza de Chile
Aliada con Chile en contra el tirano Santa Cruz, la Confederación luchaba al mismo tiempo contra el bloqueo francés y la invasión unitaria de Lavalle, contra las intrigas internas y externas, y contra Fructuoso Rivera que, subido al carro de la agresión, trataba de segregar las provincias de la Mesopotamia.
Terminada la guerra contra Santa Cruz, Prieto, presidente de Chile y ex aliado de Rosas contra Santa Cruz, y de conocidas simpatías hacia los unitarios, comenzó una serie de injustas reclamaciones al gobierno de Cuyo. Nuevamente los unitarios, que contaban con apoyo chileno y amplia libertad de maniobra, fogoneaban el conflicto desde la “Comisión” a través de la pluma ácida de Sarmiento que intrigaba en la prensa chilena contra su patria.
A principios de 1840 el gobierno chileno había acreditado ante el gobierno mendocino de Maza a Godoy, un chileno establecido en Mendoza, que comenzó un bombardeo por elevación con notas de reclamo y quejas por supuestos vejámenes contra ciudadanos chilenos, entre ellos un desertor que decía ser su compatriota.
Luego del pronunciamiento unitario en Mendoza, Godoy se mantuvo en silencio, pero al ser restauradas las autoridades mendocinas por la acción de Aldao en Las Quijadas, las reclamaciones de Godoy volvieron a la palestra, con evidente intención de provocar un rompimiento. Pretendía el desembargo de compatriotas que habían participado en la guerra civil, la excepción de servicio militar firmadas por el ejército chileno y que se castigara a los que no las respetaran, y exigía la pronta justicia por al muerte de dos chilenos, una de ellas producida durante el breve período unitario.
Acosado por Chile, Maza atendió un tiempo las reclamaciones de Godoy, hasta que finalmente le anunció a Godoy que no atendería más sus reclamos, y que de ahí en más se dirigiera ante el gobierno de la provincia de Buenos Aires, Encargada de las Relaciones Exteriores.
Mientras tanto Aldao, en carta a Rosas de enero de 1841, le expresaba entre otras cosas que los chilenos pretendían inmoralizar las masas “hasta el extremo de registrar a muchos hijos naturales de Mendoza como chilenos, y de haber hecho reclamos todos supuestos, para robarme el tiempo”…”tendremos que envolvernos en una nueva guerra, porque ya es conocida la mala voluntad que nos tienen”, y Aldao, en la primera oportunidad que tuvo, aplicó la política acordada con Maza: al interceder Prieto por el unitario Nuñez, le contestó que se dirigiera directamente a Rosas.
Argumentando la falta de respuesta de los gobiernos de Mendoza y de Buenos Aires a sus reclamos, Prieto terminó amenazando con el cierre de la cordillera si no se entendían sus reclamos, mientras Sarmiento, subvencionado por Chile, descargaba su rencor contra Rosas en la prensa.
La politica americanista
En noviembre de 1841 Rosas escribe a su amigo y jefe del ejército victorioso estacionado en Mendoza, general Angel Pacheco, una carta que resulta un notable documento sobre la alta política americanista sostenida por Rosas en general y respecto a Bolivia y Tarija en particular.
Buenos Aires, noviembre 17 de 1841.
Señor Don Augel Pacheco.
Mi querido amigo:
Doy principio a la contestación de tus apreciables cartas fechas a 26 de octubre y 1° del presente.
Es muy acertado el paso que ibas a dar dirigiéndote al ministro de Chile, haciéndole saber lo que indica, y pidiendo proceda aquel gobierno con los fugitivos de esta república como lo exige nuestra seguridad, y se lo prescribe el derecho público en semejante caso: pues mientras el gobierno chileno no tome medidas que pongan al territorio argentino al abrigo de las tentativas que los salvajes unitarios pudieran hacer para turbar su tranquilidad, las precauciones que en la cordillera necesitarás adoptar no podrían dejar de ser perjudiciales al comercio de las dos naciones. Espero no sea desoída tu oportuna reclamación. Está en los verdaderos intereses de aquel país remover todo motivo de justa queja de la Confederación en asunto tan delicado: y consultar su crédito exterior, sin apartarse de los deberes internacionales que lo ligan con un Estado vecino y amigo.
De cualquier modo que te conteste, mientras no sean prácticamente cumplidas las buenas palabras que te ofrezca, debes adoptar sobre los pasos de la cordillera las providencias que estimes conducentes para afianzar v conservar la seguridad y orden de la república, perjudiquen o no al comercio de ambas naciones. En tal caso bastará que lo avises a aquel gobierno, expresándole lo haces obligado de las exigencias formadas por la actitud en que se conservan los salvajes unitarios asilados en Chile y contra cuyas tentativas es de tu preferente deber poner a cubierto la seguridad de la república.
Consecuente a este mismo objeto, como el Ejército a tus órdenes debe retirarse de ahí oportunamente, entretanto ambos gobiernos se ponen de acuerdo puedes solicitar del de Chile que el salvaje unitario Madrid, y los que fugaron con él, sean dispersados, no permitiéndoselas residir en aquella república a menos distancia de cincuenta leguas de la cordillera.
Ésta es una exigencia indispensable de la república, porque de otro modo difícil será conservar por mucho tiempo el orden doméstico y paz interior de la Confederación.
Por otra porte, aquella exigente precaución no puede ofrecer inconveniente al gobierno de Chile. Ella no importa ni la violación de algún deber político, ni de alguna de las leyes de la humanidad, ni menos de la ley de asilo. Importa el deber que tienen entre sí los Estados de dispensarse recíprocamente todos aquellos oficios y servicios que son conducentes para consolidar la paz pública.
Los capítulos de carta de don José Ignacio Izquierdo, en que me da idea de la política que se propone seguir el señor general Bulnes en su administración, y otros antecedentes, me inspiran la confianza de que tu correspondencia con aquel ministerio ha de producir el buen resultado que corresponde.
Las noticias que dichos párrafos indican de Bolivia, son en substancia las mismas que tengo por la carrera de Salta. Y todo ello prueba que los argentinos sin haber precipitado su constitución, como allí y en otros Estados de América, estamos menos expuestos a semejantes terribles desgracias; que el Ejército es sin ejemplo en su moral, y demás virtudes marciales; y que la Confederación se presenta hoy ante el mundo digna y gloriosa en su elevación nacional.
Con este motivo te diré, que el señor Otero, actual gobernador de Salta, y otras personas, me hablan desde aquella parte, y desde Bolivia, sobre el estado de aquella república, diciéndome: que las provincias de ella invocan y desean la federación, que hablan de nuestra Confederación con respeto e interés; y que por todo sería la mejor oportunidad para que el gobierno argentino reincorporase a Tarija, y fomentase la federación en Bolivia, interviniendo en ello, y auxiliando a los federales. Qué de esto reportaría grandes beneficios el comercio de la República Argentina y la causa nacional de la Federación. Es esto en substancia lo que me escriben con sumo interés, y que me apresuraré a contestar, porque todo ello es absolutamente opuesto a mis principios políticos y a mi carácter privado.
Les diré, pues, que de ningún modo estoy, ni puedo, ni podrá jamás estar conforme este gobierno mientras yo esté a su cabeza, y como tal Encargado de las Relaciones Exteriores. Que lo que nos corresponde es sentir las desgracias de una república hermana, vecina y amiga, y en sus disensiones domésticas guardar toda la neutralidad del derecho internacional, sin dejar de distinguir en la parte posible a nuestros amigos de nuestros enemigos, resguardarnos y precavernos de estos. Que no debemos mezclarnos en que su forma de gobierno sea de unidad o de federación, y que respecto de Tarija, no es digno de la República Argentina reincorporarla hoy por la fuerza, ni reclamar nuestros derechos en circunstancias que Bolivia se encuentra afligida, y envuelta en una terrible anarquía.
Que esto debe ser obra de la paz, por negociaciones pacíficas, dignas y honorables, en que por un tratado quede restituida, lo que no nos será difícil conseguir así que Bolivia se encuentre en perfecta tranquilidad, presidida, por un gobierno justo y verdaderamente amigo, con el que conseguiremos también otro de límites y comercio, como lo desean los mismos señores que me han escrito. Tratado que puede y debe ser recíprocamente ventajoso y de inmensos beneficios a las dos repúblicas. Que oportunamente marchará un ministro argentino para ir ir poco a poco preparando las cosas en este sentido. Que la guerra contra Santa Cruz, no fue a Bolivia sino a éste, a consecuencia de las invasiónes que fomentó sobre la República Argentina, su liga con los salvajes unitarios, y establecimiento de la Confederación Perú Boliviana, que en todo sentido rompía su permanencia el equilibrio de los Estados del continente y minaba en toda forma su base de gobierno republicano.
Habrás visto las quejas del gobierno de Chile en la administración anterior, que injustamente llevó hasta las Cámaras, y la discusión que en consecuencia tuvo lugar. No ha tenido razón alguna para proceder así, y mucho menos con el gobierno de un Estado vecino y amigo, que ha hecho aún más de lo posible para estrechar vínculos de perfecta amistad y sacrificios heroicos por la causa de América. Su paso con el gobierno de Mendoza es ajeno al derecho común de las naciones, y en todos aspectos y sentido, hostil al gobierno de la Confederación, resaltando más el espíritu de protección hacia los salvajes unitarios consideradas las circunstancias en que así procedió el gobierno de Chile. ¿Gustaría al gobierno de Chile, lo toleraría un solo momento, que el argentino hubiese hecho otro tanto con una de las provincias que componen aquel Estado? ¿Daría por válido un titulado tratado como el que antes movieron con el gobierno de Mendoza? ¿Está tampoco en las facultades de este semejante ajuste, ni convenio alguno de esa naturaleza? ¿O es farsa la Confederación Argentina? ¿Chile, y los demás Estados de América no reconocen en la Confederación Argentina por gobierno general para las Relaciones Exteriores al de
Buenos Aires? La Inglaterra, la Francia, Norte América y demás naciones ¿no reconocen, también en el gobierno de Buenos Aires la misma representación de gobierno general para dirigir las Relaciones Exteriores? ¿Para ello no ha estado siempre facultado por los pueblos de la Confederación?
Se quejan de que este gobierno no ha contestado al de Chile. ¿Pero cuándo se dirigió a éste? Lo hizo después de haber enviado a Mendoza un titulado agente, en disconformidad al derecho de gentes, enemigo de la Confederación y decidido protector de los salvajes unitarios, cuando la república, se hallaba toda ocupada en la justa lid que sostenía en defensa de su libertad. ¿Qué haría, y qué debería resultar de aquel procedimiento? Naturalmente se deja comprender: perjuicio a las buenas relaciones de recíproca amistad. Sin embargo, el gobierno contestó, y tenía todo listo para que el general Guido, ministro plenipotenciario nombrado cerca de aquel gobierno, marchase a Chile y llevase personalmente dicha contestación. Público es que hasta la galera y los hombres necesarios tenía para caminar, cuando todo fue suspendido por los sucesos de la guerra que entonces se desenvolvieron.
Esas provincias sobre las armas, y el tránsito en riesgo por los Indios, hacían prudente suspender la marcha de todo, y ni el Jefe Supremo del Estado podía ocuparse de otros asuntos que los de la salvación del país en la dirección de la guerra. Así quedó todo con la contestación pendiente hasta la terminación de ésta por esa parte de la república, y libre seguro tránsito. Entretanto el gobierno de Chile nada esperó, y se dirigió a los representantes con su queja y agravios que dice inferidos a súbditos chilenos en Mendoza. Esto dió lugar a las ofensas y calumnias con que en las sesiones se ha tratado de acriminar a este gobierno, y al Jefe Supremo del Estado. Las prensas se pronunciaron con mayor fuerza; y respecto de los salvajes unitarios se les dispensaba una notoria protección consintiendo además las, maniobras de la llamada Comisión Argentina que trabajaba a cara descubierta. Y en tal estado, ¿sería digno del gobierno de la Confederación esperar con el ministro listo para que marchase cerca del gobierno de Chile así que se pacificase la república? De aquí la principal razón para hacer marchar al general Guido interinamente cerca del gobierno del Imperio del Brasil, y esperar para mandar un ministro cerca del gobierno de Chile, que las notas oficiales que empiecen a tener lugar ahora, después de la terminación de la guerra por esa parte dé la república, satisfagan el espíritu de amistad y buena inteligencia por parte del gobierno de Chile, que jamás ha sido interrumpido por el de la Confederación, ni por la persona del actual gobernador de Buenos Aires, Encargado de las Relaciones Exteriores.
Otra queja que se ha dejado asomar es porque este gobierno no ha pasado al de Chile aviso de la convención de paz con la Francia. ¡Dios nos dé paciencia! Somos americanos. Esta queja tampoco es justa, porque ni al gobierno de Chile, ni a ningún otro, se le ha dirigido aún este aviso oficial, ni tampoco particular, excepto al Exmo. Señor Presidente de Chile, a quien en el momento que firmé la convención, al dar aviso de ella al general Aldao en medio de inmensas atenciones en el campamento donde me hallaba, en carta particular, le encargué la pasase al enunciado Exrno. Señor Presidente de Chile, general don Joaquín Prieto. Tampoco se circuló oficio de aviso a los gobiernos de la Confederación. No se circuló el aviso mencionado a los gobiernos de las naciones amigas, no porque los Estados de América no nos hubiesen ayudado, ni porque en la República de Chille durante aquella justa lid las prensas se hubiesen constantemente ocupado con tremenda irritación en contra del Jefe de este Estado y su gobierno hasta el extremo de permitirse el panfleto que se ha derramado con tanto interés por ambos mundos, habiendo a todo disimulado en profundo silencio de prudencia fraternal las nuestras: sino porque para dirigir la enunciada circular acordó esperar la ratificación del gobierno de Su Majestad el Rey de los Franceses. Y aún cuando esta demora fuera una falta, que absolutamente no lo es ¿merecía ella una hostilidad semejante? ¿La merecía entre hermanos y amigos? Los principios americanos consignados durante la discusión diplomática relativa en medio de tantas dificultades, la convención misma, y el espíritu americano que se registra en ella ¿merecían aquella correspondencia? El gobierno del Perú, y su presidente, general Gamarra, ¿esperaron el aviso oficial ni particular para felicitar a este gobierno y al Jefe del Estado, de uno y de otro modo? El gobierno de la Francia ha ratificado ya la convención de paz, pronto llegará la credencial: entonces tendrá el de Chile el aviso circular y verá que el gobierno argentino no ha desmentido ni desmentirá jamás los sentimientos de amistad y cordial benevolencia que siempre lo han animado hacia la nación chilena y su gobierno.
En lo demás no sé tampoco qué motivos haya tenido el señor Prieto para semejante proceder. La causa nuestra, en sentimiento y política americana, es una misma. Tengo una carta de él en que, de conformidad, así lo expresa. La guerra que hemos sostenido contra los salvajes unitarios, contra el pardejón Rivera, es la misma contra Santa Cruz, y su política anti americana. La consecuencia del bloqueo qué dio vida a los salvajes unitarios, es en el mismo caso. Entretanto no sé cómo podrá definirse que el gobierno de la administración del señor Prieto haya favorecido tanto y tan decididamente a los salvajes unitarios, al pardejón; que las prensas de aquella república hayan declarándose siempre con calor en favor de aquéllos, y en contra de nuestra santa causa que no haya contestado a la nota de este gobierno en que le di aviso por la inmortal victoria de Pago Largo, cuya nota oficial se publicó en los periódicos de esta ciudad; que en la cuestión de la Francia no nos haya ayudado; y que posteriormente, cuando invadió el salvaje unitario Lavalle la república, haya desplegado con hechos indudables ostensibles una decidida benevolencia hacia ese mismo bando feroz de los salvajes unitarios. Pero ya que he dado principio, recorreré los hechos desde algo más atrás.
Cuando Pincheira dirigía las mil quinientas lanzas belicosas de los Boroganos, que invocando al Rey de España asolaban las fronteras de Chile, cautivaban sus familias en porciones, y mataban a los hombres, incendiando sus poblaciones, yo como Jefe de Estado le invité oficialmente al señor presidente de Chile al plan de su exterminio. Me contestó de conformidad. Trabajé en él, sin embargo, solo, con la constancia y asiduo trabajo que bien sabido es de todos. Esta rovincia,
al efecto, desembolsó ingentes sumas. Los borogas fueron separados por ello de Pincheira, los oficiales cristianos se le separaron también. Le preparé una revolución entonces entre los pocos cristianos e Indios que le quedaron: Pincheira fue concluido por ello, y los restos se sometieron al gobierno de Chile porque no podían desde la cordillera venir a presentárseme estando aún de por medio los Boronas, a quienes, aunque estaban amigos nuestros, temieron, y en toda precaución quisieron evitar una traición.
Existen en mi poder los documentos autógrafos que comprueban estas verdades. Ni el gobierno de Chile dio las gracias al argentino, ni su presidente me las dio a mí en particular. Las prensas de Chile publicaron la terminación de Pincheira, y todo lo dieron al gobierno de Chile, sin un rasgo en favor de lo que sobre el particular se debla al gobierno argentino, y a los hijos de cala república, que por varias veces expusieron sus vidas en aquella grande empresa, trabajada a costa de tantos y tan prolongados sacrificios. Acá las prensas elogiaron al gobierno chileno, y yo guardé silencio, porque no era noble que se desmintiese por intervención mía a los chilenos, cuando los resultados serían contestaciones desagradables de una y otra parte. El objeto se había llenado cumplidamente por la protección del Cielo, y esto para mí era lo bastante. Me reduje en consecuencia a rendir fervientes gracias a su Divina Majestad.
El poder de los Indios, sin embargo de la conclusión de Pincheira, se presentaba formidable para ambas repúblicas. Concluida la guerra contra los salvajes unitarios por la última gloriosa victoria de nuestras armas en el Tucumán, al regresar el ilustre Quiroga para La Rioja, le invité a llenar el compromiso que antes habíamos acordado de expedicionar a los Desiertos. Siempre consecuente y fiel, me contestó de conformidad, y acreditando con los hechos sus palabras, siguió su marcha hasta Mendoza, ordenando que hiciese lo mismo el Cuerpo de Auxiliares. Noticié al gobierno de Chile de la proximidad de la empresa en que estábamos de acuerdo. Quedamos conformes en la oportunidad, y en la fecha en que debían marchar y penetrar los Ejércitos de la Confederación por tres puntos, al mismo tiempo que debía hacerlo el de Chile por aquella parte.
Todo se cumplió por la nuestra, sin que el gobierno chileno cumpliese por la suya nada de lo que había ofrecido. Por el contrario, las tribus que escaparon de nuestra persecución fueron a las fronteras de Chile, y se les admitieron las paces. Así solamente pudieron quedar los indios que entonces escaparon en el Desierto; porque si el Ejército chileno hubiera bajado simultáneamente, ni los Ranqueles hubieran quedado. Hablo con quien nada ignora de todo esto, pues que glorioso, en triunfo recorriste hasta el Río Neuquén. El Ejército argentino llenó su deber; los Indios quedaron reducidos a un corto número, comparado con el que antes figuraba; los cautivos cristianos fueron en su mayor parte salvados, entre los que había muchísimos chilenos. Regresamos: ningún cargo ni queja formó jamás este gobierno, ni yo, contra el chileno: al contrario, cada día se me vio más fino, y más amigo del de Chile a este gobierno. Las prensas, empero, de Chile ¿qué publicaron de tanto material de nuestra expedición? Ni aquel gobierno se disculpó con el argentino, aunque realzaba el mérito haberse cumplido por nuestra parte el compromiso en medio de las desgracias domésticas que tuvieron lugar, y que el Ejército penetró el Desierto mal montado y dejando acá una administración enemiga. Después fueron concluídos los Borogas por nuestras fuerzas, se hicieron varias expediciones al Desierto en complemento de la obra, y en todas esas jornadas se salvaron muchos más cautivos, en su mayor parte chilenos.
Cuando el gobierno de Chile declaró la guerra a Santa Cruz el gobierno argentino le uni6 sus esfuerzos. La conducta de éste en su lealtad y consecuencia ha sido pública. A virtud de los tratados de Pancaparta el gobierno de Chile ofició al argentino con desmayo. Existe en el Archivo la nota original. Este contestó con la energía que era propia del deber del honor nacional y con el hecho del Manifiesto. Fue el aliento más oportuno para el gobierno de Chile. En medio de tantas dificultades el gobierno argentino llevó sus tropas y sus recursos hasta más allá del territorio argentino.
La contestación de éste al gobierno de Su Majestad Británica en que ofrecía su mediación, es otro comprobante en que en aquellas circunstancias brilla la amistad del gobierno argentino, y su consecuencia con el de Chile. Existen de todos los documentos fehacientes.
En sus Mensajes el gobierno argentino, sin embargo, todo lo ha dado en sus buenos resultados al de Chile. Siempre elevado y generoso, nada ha reclamado respecto de los ataques injustos y hostiles a toda luz, de aquellas prensas.
Concluida la guerra contra Santa Cruz, por virtud de la espléndida victoria del Yungay, el gobierno de Chile retiró su Encargado de Negocios. El argentino nombró un ministro cerca del de Chile, que si no pudo marchar por las circunstancias de guerra, no ha cesado de continuar en aquel carácter, y de percibir el sueldo correspondiente. El gobierno argentino felicitó inmediatamente al de Chile con íntima expresión de júbilo y gratitud. El general Rosas, corno Jefe del Estado, felicitó también particularmente al señor Prieto, y al señor general Bulnes.
El señor Prieto se empeñó entonces, en carta particular al general Rosas, por la libertad del salvaje unitario Tagle, que estaba con grillos en la cárcel. El general Rosas, ni como Jefe del Estado, ni corno particular, jamás se ha empeñado por nadie, con el gobierno de Chile, ni con su presidente, ni con ninguno de otro gobierno, por no considerarlo propio, justo, digno, ni prudente. Era Tagle el preso de más delito, y no podía ser justo largarlo dejando otros. El gobierno argentino, no sólo restituyó a Tagle a su entera libertad, sino también a todos los salvajes unitarios que estaban presos en las cárceles de la ciudad y campaña; incluso al titulado general salvaje unitario Paz.
En la lucha de esta república por el bloqueo de las fuerzas navales de la Francia, el gobierno de Chile en nada nos ha ayudado, sus prensas siempre continuaron lanzando anatemas de indignación contra este gobierno. Al fin ofreció al gobierno argentino. un ministro mediador, cuando el británico cerca de esté gobierno, caballero Mr. H. Mandeville, a quien tantos buenos oficios amigables de fina benevolencia debernos, estaba de por medio; y al hacerlo, en el espíritu de la nota desconoce, nuestra justicia: justicia que no nos ha negado el ministerio del gobierno de Su Majestad el Rey de los Franceses, según sus notas oficiales; y sus discursos en las Cámaras, todo ello publicado a la luz del viejo y nuevo mundo.
El gobierno argentino correspondió al de Chile dándole las gracias, expresándole la razón fundada que tenía para no rebajar su dignidad, para defender y sostener el juramento santo de su independencia. No los publicó por no causarle este mal: y al dar cuenta a la Honorable Junta en su Mensaje, sin darle vista de la nota, le presentó su sentido como un rasgo de benevolencia fraternal.
Últimamente, en la guerra que acaba de terminar contra los salvajes Lavalle y Madrid, la conducta del gobierno de Chile, según queda indicado en la primera parte, no ha sido amigable, nos ha causado graves males: y a pesar de todo, el gobierno argentino ha guardado silencio, como también las prensas de la república.
El señor Prieto no ha contestado al recuerdo amigable, noticia y felicitación, que ímporta la prevención hecha al general Aldao para que le trasmitiese la carta relativa. El señor Prieto la recibió; escribió posteriormente recomendando a don Mariano Fragueiro, para que se le permitiese llevar a su familia. Mas ni en esta carta hace recuerdo el señor Prieto de la convención de paz, ni de haber recibido la del general Aldao. Don Mariano Fragueiro fue servido de conformidad; desembarcó, estuvo en ésta el tiempo que quiso, y llevó a su familia; a pesar de la carta autógrafa publicada, de la titulada Comisión Argentina, y de lo que todos sabemos. El señor general Bulnes también me escribió una carta recomendando al mismo don Mariano Fragueiro; y aunque yo nada le había ni le he escrito respecto de la convención de par con la Francia, en dicha carta me felicitó con intima expresión.
Esto es en compendio, y de carrera dicho, lo que he creído conveniente instruirte, por lo que pueda en el punto y posición actuales en que hoy te encuentras, servirte este conocimiento; sin embargo de que una gran parte de ello lo sabes, y que lo demás no se escapará a tu capacidad y penetración.
Todas tus disposiciones son muy acertadas.
Por mi anterior, fecha 19 del corriente, cuyo duplicado te adjunto, verás que he tenido muy presente la artillería, recomendándote no sólo la tomada a los salvajes unitarios en la victoria inmortal del 24 en el Rodeo del Medio, sino también la perteneciente a esta provincia, y que se encuentre entre la que fue tornada en La Rioja y San Juan. Digo lo mismo respecto de las que me indicas haber en ésa de las piezas que fuesen de ésta a Tucumán, o que en alguna otra época han salido de este Parque, y pertenezcan a esta provincia, como las que se llev6 el salvaje unitario Paz a Córdoba.
Luego que se presente tu letra o letras por los doce mil pesos fuertes, serán estos entregados al interesado, como lo serán también todas las más que se presenten tuyas por dinero que tomes para igual objeto de abonar al Ejército de tu mando tus haberes vencidos, como también para gastos que ocurran al mismo Ejército, y sumas que tú necesitases para ti particularmente. Aprovechando ahora la marcha del Correo portador, te remito ciento cincuenta onzas para los mismos objetos.
El parte del 16 de octubre, a que te refieres, no lo he recibido. Pero supongo sea el del 22 del mismo, que ha venido con la correspondencia que contesto.
Queda en mi poder la lista nominal que me adjuntas de los salvajes unitarios, titulados jefes y oficiales, prisioneros en el Rodeo del Medio y San Juan, que me remites, habiendo sido ejecutados algunos cuyos crímenes no podían quedar impunes.
He visto con íntimo placer, por las copias que me adjuntas, y la nota oficial que me ha dirigido el gobierno de San Juan, haberte acordado aquella Honorable Junta la condecoración de Brigadier, a que has contestado dignamente en los términos que aparecen de la copia que también me adjuntas. Todo ello, en mi carácter de gobernador, lo voy a elevar a la Honorable Representación de esta provincia con el correspondiente oficio, y proyecto de contestación, para que resuelvan. El resultado debes hacerte cargo que es de esperarse confiadamente sea de conformidad a los proyectos enunciados, que son facultándote para la afmisión, si fuese tu voluntad.
Someteré al mismo tiempo a la deliberación de esta Honorable Junta un decreto para que te acuerde despachos de Brigadier del Ejército de esta provincia.
En cuanto a los despachos de asensos que corresponden a los jefes y oficiales del virtuoso valiente Ejército de tu mando, te aseguro que no me he olvidado de este deber, que constantemente lo ,he tenido presente, y que la poderosa razón para la demora no es otra que la falta de tiempo para contraerme a recorrer antecedentes, a fin de consultar el mejor acierto en la justicia distributiva. Pero te aseguro también que esta demora no será para ellos un perjuicio, porque firmaré los despachos con la antigüedad en las fechas correspondientes, y con el goce de sueldo en los ascensos desde las mismas mencionadas fechas de antigüedad que acuerden los despachos; debiendo esto mismo considerarse para los premios que les acuerden y acordasen los decretos relativos.
Con mis sinceros votos por tu salud y acierto, recibe; el íntimo afecto con que soy tu fino atento amigo.
Juan M. de Rosas (*)
(*) Archivo de la Nación. Documentos del general Angel Pacheco. Correspondencia 1841,t.IX. Copia de letra de Pedro Regalado Rodríguez, con firma y rúbrica de Rosas; el original de la carta se halla en la Biblioteca Nacional de Bs.As. sección Manuscritos, Donación Ayerza.M.S. N° 18403, y es de pulo y letra de Rosas, con sus iniciales.
La política planteada en esta carta había sido invariablemente seguida por Rosas en toda su actuación gubernativa, pero nunca la había formulado con tanta precisión.
Fuentes:
- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.t.IV.p.50
- Castagnino Leonardo Guerra del Paraguay. La Triple Alianza contra los paises del Plata
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden
- Castagnino Leonardo Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Castagnino Leonardo Soy Federal. Artigas, Rosas y Francia. La línea histórica Federal
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
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Fuente: www.lagazeta.com.ar
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