(01) Los arrepentidos
(02) El adversario
(03) El amigo
(04) Más vale nunca que tarde
(05) Volve, Juan Manuel.
(11) Fuentes.
(12) Artículos relacionados
Los arrepentidos
El primer arrepentido del derrocamiento de Rosas en Caseros, fue el propio Urquiza, que al ver que los brasileros se adjudicaban el triunfo, desfiló con el peor malhumor –dice Sarmiento- y hasta mintió la hora del desfile (las 13 en vez de las 12) para que no participen las tropas brasileras, que finalmente lo hicieron por las calles de Buenos Aires con la bandera verde-amarilla, el mismo día de la batalla de Ituzaingo, festejado la revancha por aquella derrota brasileña.
Urquiza desfiló en un caballo con la marca de Rosas, casi al galope, como para terminar de una vez. En la esquina de corrientes, la madre del coronel Paz, (inmolado en Vences), le grita ¡Asesino!. Según Sarmiento “por gravedad o encogimiento, el general afectaba una tiesura imperturbable sin volver la cabeza a uno u otro lado. Permaneció serio y como y empacado” en la recoba y se negó a ir al estrado de la catedral donde los esperaban las autoridades y diplomáticos.”
En bando del 21 de febrero de 1852, Urquiza restablece el uso del cintillo punzó y llama a los unitarios “díscolos que se pusieron en choque con el poder de la opinión pública y sucumbieron sin honor en la demanda. Hoy asoman la cabeza y después de tantos desengaños, de tanta sangre, se empeñan en hacerse acreedores al renombre odioso de salvajes unitarios y, con la inaudita impavidez, reclaman la herencia de una revolución que no les pertenece, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición”.
Sarmiento, como buen cascarrabias, ni bien leyó el bando sacó pasaje y se “tomó el buque” para Río de Janeiro, despidiéndose con su habitual verborragia “desahogo innoble como si en una tertulia de damas se introdujese un borracho profiriendo blasfemias y asquerosidades”.
Alsina, ofendido, presentó la renuncia, pero más flexible para adaptarse a las circunstancias, se trasformó en federal y según Julio Victorica “pidió un cintillos punzó y se lo puso allí mismo”
En mayo de 1852, al partir hacia el encuentro de San Nicolás, Urquiza le confiesa a Gore, representante inglés: “Hay un solo hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para rogarle que vuelva aquí”
Urquiza quiso corregir su error en parte, y levantó la confiscación de los bienes personales de Rosas y que permitió a Terrero vender la estancia “San Martín” de Rosas (los demás bienes volverían a confiscarlos los unitarios, incluido los créditos sobre al estancia San Marín, ya vendida) y hasta le mandó unos pocos pesos a Inglaterra, que Rosas tuvo la amabilidad de agradecerle. Pero ya era tarde, y Rosas estaba en su granja Burgess Farm en Inglaterra, retirado de la política, viviendo modestamente de su trabajo personal y ordenando sus papeles para el juicio de la historia.
“Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometí -dice Urquiza- al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder.” (Fragmento de carta de Urquiza a un tucumano de 18 años después de Caseros, de fecha 3 de marzo de 1870)
El adversario
Otro arrepentido fue Juan Bautista Alberdi, quien habia combatido con la pluma durante más de 20 años contra Rosas, al que visitó luego en su exilio de Southampton y con quien conversó amablemente en una reunión social. Lo incentivó a ejercer su defensa y luego tuvo palabras elogiosas hacia Rosas. “Fui su adversario, lo recuerdo con disgusto”.
La opiniones de Albedi respecto a Rosas, quedan impresas en la correspondencia que mantuvo con Máximo Terrero, yerno del Restaurador, donde nos deja interesante semblanza sobre Juan Manuel. Alberdi termina por comprender la grande política de Rosas durante la Guerra del Paraguay, a la que se opone, manteniendo una agria polémica con Mitre, a quien acusa de traidor y le enrostra la participación en Caseros, contra su Patria, “…con la escarapela Oriental, como oficial Oriental, bajo la bandera oriental y alienado con los soldados de brasil...”
Sobre las consecuencias de Caseros y la política posterior, Alberdi deja algunas frases lapidarias:
“Para gobernar a la República Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una parte esencial de la organización Mitre-Sarmiento; para dar a esa alianza de gobierno interior un pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay, viene a ser una necesidad de política interior; para justificar una guerra al mejor gobierno que haya tenido el Paraguay, era necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos; y López y Berro han sido víctimas de la lógica del crimen de sus adversarios”. (Juan Bautista Alberdi)
"En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje” (Juan Bautista Alberdi. Escritos póstumos. Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamérica. Buenos Aires. 1899)
El amigo
Inmediatamente después de Caseros la flota brasileña recorría tranquilamente el Paraná abasteciéndose en sus puertos, sin llevarle el apunte a algunas tímidas protestas argentinas.
El general Tomás Guido, que fue amigo de Rosas y representante de la Confederación ante la corte de Río de Janeiro, recordando en 1855 las épocas de la Confederación de Rosas, le escribía a Olazábal el 30 de enero de 1855: “Cuatro años hace…¿creería usted que el Brasil se lanzase a estas expediciones marítimas buscando camorras en el Río de la Plata y sus afluentes? Me parece un sueño lo que estoy presenciando y todo debido a nuestros errores”.
Más vale nunca que tarde.
Estando Rosas en el exilio, Urquiza trata de conquistarlo con salamerías y una magra ayuda económica pese a su inmensa riqueza. Es que el vencedor de Caseros, se enfrentaba con Buenos Aires, y buscaba ganarse la voluntad de los Federales, reivindicando al proscrito.
Rosas agradece con el mayor respeto y amabilidad la ayuda particular que le ofrecía, que no era mucha. Urquiza calificaba de “injustas y violentas” las medidas tomadas contra las propiedades de Rosas y las de sus hijos por parte del “gobierno irregular de Buenos Aires”. Le expresaba que confiaba en que “cuando los sentimientos de verdadero nacionalismo prevalezcan sobre las pasiones e círculo que agitan hoy a los que gobiernan Buenos Aires”, sus ciudadanos volverán sobre sus pasos y “los actos que han ofendido os derechos de Ud. serán corregidos…Por mi parte debe Ud. contar con que ejercitaré toda mi influencia en su obsequio”, y al ofrecerle ayuda particular, le declara: “Ella no importará otra cosa que le expresión de los buenos sentimientos que le guardan los mismos que contribuyeron a su caída; pero no oxidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en su país, y a los servicios altos que le ha hecho y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la soberanía e independencia nacional”. (Justo José de Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858.) Urquiza escribía como si él no hubiera estado en Caseros.
El 27 de diciembre de 1858, en carta a Rosas, Urquiza le decía que “Considerando que Ud. en su patriotismo gozará de ello, tengo el gusto de participarle que estoy a emplear todos lo medios de que la Confederación puede ser capaz para dispersar ese círculo perverso que apoderado del gobierno de la provincia de Buenos Aires, la ha hecho teatro de toda violencia, de todo desorden, de toda persecución, y se mantiene como un foco corrompido de perturbaciones para el resto de la República y las vecinas”
¿Cómo?... ¿Y la tan promocionada organización nacional? ¿Y la Constitución? Increíblemente Urquiza se lamentaba ante Rosas por el desquicio en que se encontraba la Confederación, como si él ni tuviese culpa, cuando la excusa para el derrocamiento de Rosas había sido precisamente la “organización Nacional”. Para arreglar ese desorden, Urquiza le pedía ayuda a Rosas que estaba a miles de kilómetros de distancia, y con increíble indecencia le reiteraba sus deseos “de que Ud. sea restituido a su rango, a sus goces, y a su patria”
Pero ese palabrerío no confundía a Rosas, que tenía un alma mucho más noble y una mente mucho más esclarecida que Urquiza, que había sido poco más que un comerciante inescrupuloso con aptitudes militares.
Volve, Juan Manuel.
No solamente Urquiza hablaba del regreso y reivindicación de Rosas. “El doctor Lorenzo Torres, -dice Adolfo Saldías- le escribió a Rosas y de acuerdo con Lahítte, García, Terrero y algunos jefes prestigiosos, reunieron elementos en la costa Sud de Buenos Aires: Se creía que Rosas regresaría del exilio, en cuyo caso se fletaría un vapor para esperarle cerca de Montevideo y traerle a encabezar un movimiento reaccionario”.
Por lo visto ahora nadie se las aguantaba, y le pedían ayuda a Rosas, pero este, mucho mas esclarecido, y respetuoso de la Ley y el orden, alegó que su carrera pública había concluido definitivamente, y no se prestó a movimientos sediciosos o revolucionarios:
“Me han llamado varias veces –escribía Rosas- me he negado en todas. Pero he contestado que si alguna vez el gobierno de mi patria me necesitaba, iría si en tal caso yo pensaba que podría ser conveniente”. Y refiriéndose a Urquiza, le decía: “Le he de servir en todo lo que me ocupe, toda vez que no sea para conspirar contra el gobierno de mi patria, ni contra las personas que lo componen, aún cuando fuesen mis enemigos”
Fuentes:
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas. La ley y el orden.
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Saldias Adolfo. Historia de la Confederación Argentina.
- Ibarguren Carlos. J.M. de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo.
- Irazusta, Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
Ver notas relacionadas:
- Rosas no ha muerto
- El exilio de Rosas.
- ¿Porque se exilió Rosas en Inglaterra?
- Grandeza y Pobreza en el exilio
- El juicio de la historia
- La injusticia del exilio
- Testimonio de Hamilton Fotheringham
- La visita de un sobrino (Rozas Valdez)
- Reportaje en el exilio (Rozas Valdez)
- El Restaurador de las Leyes
- Retratos de Juan Manuel de Rosas
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Fuente: www.lagazeta.com.ar
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Leonardo Castagnino
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