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ROSAS, LA ROCA INALTERABLE

Juan Manuel de Rosas.     Restaurador de las Leyes


01 Situación de la Confederación
02 Discurso en la Legislatura
03 El deber de todo argentino bien nacido
04 Fuentes
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Juan Manuel de Rosas se mantuvo durante más de veinte años en la pampa, como una roca imperturbable ante las tormentas provocadas por enemigos internos, cipayos y unitarios emigrados, que intrigaban contra su gobierno buscando apoyo y complicidad de potencias extranjeras.

El oriental “pardejón” Fructuoso Rivera, una mezcla de gaucho ladino y patriota de utilería, viendo a Rosas acosado, entre otros, por Santa Cruz, Lavalle, Paz, Cullen, y hasta por Inglaterra y Francia, calculó que los vientos le soplaban a su favor, y sin interrumpir la fiesta de disfraces en que participaba esa noche, firmó la declaración de guerra a Rosas sin sacarse los guantes ni la careta.

No le durarían mucho los vientos a favor: derrotado Santa Cruz en Yungay, Lavalle en Quebracho Herrado, fusilado Cullen y firmada la Paz con Francia, el “pradejón” se apresuró a proponer la paz a Rosas, ofreciendo “todo” a cambio. Pero El Restaurador la rechaza de plano.

Sintiéndose perdido y solo frente a Rosas, Rivera recurre a pedirle auxilio a Inglaterra para que oficie de “mediador”. Rosas agradece el ofrecimiento pero elegantemente lo rechaza, y luego de relatar las intrigas y agresiones del oriental, dice que la guerra solo puede concluir con la expulsión de los unitarios de Montevideo, y del propio Rivera del gobierno ilegal que ejercía habiendo expulsado al presidente legal Manuel Oribe. Exige además como condición, que Rivera "se exilie, sin poder volver sin el permiso de Oribe".

Pese a la amenaza anglo-francesa, el ejército de la Confederación, al mando del presidente legal Manuel Oribe, cruza el río Uruguay, y se adueña rápidamente de la campaña oriental ante “las disparadas” del pradejón. Queda sitiada Montevideo, sostenida por los residentes extranjeros y por las flotas inglesa y francesa, que desembarcan tropas en la ciudad, y agreden a la flota de la Confederación, al mando del almirante Brown.

Las potencias extranjeras no cesan en su intento de doblegar la firmeza de Rosas por distintos medios de agresión, incluido el ofrecimiento de “mediación”, como una forma de entrometerse en los asuntos del Plata. Pero Rosas rechaza toda mediación y participación europea, y manda los documentos de todo lo actuado por el ejecutivo a la Legislatura, para su conocimiento y consideración.


Discurso en la Legislatura

En la Legislatura se produce un debate aprobando lo actuado por El Restaurador. Como miembro informante, Baldomero García pronunció un admirable discurso; probó la imposibilidad de la paz con Rivera y los unitarios, historió la carrera de Rosas, y estableció un contraste con la actuación de Rivadavia, que anarquizó al nuevo país por rodearse de una facción aristocrática que con sus torpezas se atrajo el odio del pueblo, de mucha personas de todas las clases y de muchos patriotas que se fueron uniendo a la causa federal. Y agrega:

“…lo que más hería, lo que en sumo grado chocaba a la gran mayoría argentina, era esa tendencia de los unitarios, esa predilección por todo lo extranjero. Conocidos son los sentimientos de los americanos a este respecto; hospitalarios y francos con todo el mundo, nadie puede acusarlos de un odio misántropo a los extranjeros; pero…ningún carácter repele con mayor fuerza la preponderancia extraña.

Parece que Dios mismo, haciéndonos en países destinados a ser independientes de todo el mundo, en países en que todo es colosal y grande, los ríos, los campos, los montes, los bosques, nos hubiese también dotado de un espíritu de independencia que fuertemente se resiste a todo influjo extranjero.

En nuestro continente no hay naciones de primero, de segundo ni de tercer orden, que influyan unas sobre otras; todas son de primer orden, independientes en el más alto grado.

En el seno de nuestras sociedades no hay clases, todos los hombres somos iguales, todos perfectos republicanos, todos merecemos según nuestras obras.

Natural es por tanto que nuestros paisanos se exasperen contra toda idea de dependencia extranjera, y miren con fuerte desdén a todo el que intente constreñir a los usos y actitudes de remotos países. Pero entretanto los unitarios concibieron el imbécil designio de hacer de esta tierra una sociedad europea. Con extranjeros casi exclusivamente se asociaban los hombres de Estado; de extranjeros se valían para todas sus empresas; extranjeros ocupaban gran parte de los empleos; extranjeros presidían a la educación de la juventud; los extranjeros eran todo, y ningún hijo del país valía ante la autoridad sino se le presentaba imitando en sus vestidos, modales e idioma al más refinado parisiense. Todos los demás éramos incultos, rudos y bárbaros.

Esta manía de los unitarios, mientras en unos no era más que extravagancia y fatuidad, era en otros una maldad refinada; sentían su impopularidad, y querían sostenerse con el influjo extranjero, pero esto mismo aumentaba aquella impopularidad...esa alianza mantiene peligrosamente agitadas a las masas populares, bastante perjudicadas ya por la desigualdad de cargas y goces respecto de los extranjeros ...

Salvajes unitarios y extranjeros son los que forman el círculo de Rivera…los que gritan en Montevideo;…los que inundan la campaña...


El deber de todo argentino bien nacido

Al cabo de muchos años de lucha y defensa de la soberanía, una tormenta con participación de vientos de otros pagos, quiso ocultar con arena la figura de Juan Manuel de Rosas luego de Caseros, pero su figura se mantuvo como una roca inalterable en el subsuelo de la Patria, hasta que la historia la rescatara definitivamente, y a cuyo rescate tiene necesidad y obligación de contribuir todo argentino bien nacido.


Fuentes:

- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Irazusta Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas.(t.IV.p.209)
- Archivo de la Nación. Secr.de Rosas.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar


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