(Por LC / Relatos verídicos recopilados por el autor)
Mi amigo "El Tola"
Don Ablelardo Cañada tenía un campito cerca de Lonquimay, y se lo sabia ver con su Ford 37 negro por el pueblo.
Casado con la hermana de Pedro Yeti, tuvo cinco hijos varones y dos mujeres, casi todos buenos jinetes y domadores, y hasta la hija mejor, de chiquilina, supo demostrar sus habilidades montando algún reservado en las jineteadas de la zona, en ancado con un hermano, “ el negro”, para admiración o evidia de todos los paisanos.
Todos habían heredado en mayor o menor medida el humor ocurrente de su madre, y por supuesto de su tío, Pedro Yeti. Entre ellos “el Tola”, algunos años mayor que yo y compinche de algunas travesuras y correrías de muchachos.
De espíritu inquieto y ocurrente, no dejaba momento sin ponerle un toque de humor, picardía o disparate, como cuando salíamos del cine del pueblo después de ver una película de “Conboy”, y el Tola ya en la vereda, hecho todo un pistolero, imitaba al héroe de la película:
- Newis camón, newis stoun ...
...y apuntando con el dedo mataba a cualquiera que pasaba por la vereda de enfrente.
El gato capón
En una oportunidad, el Tola contó que de chico, un día, peleando con el padre, se fue de la casa, y fue a dar al pueblo, a una pieza que tenían los hermanos mayores, que en ese momento andaban “haciendo la cosecha”. Como no estaban, se metió en la pieza, a forma de aguantadero.
Pasaron varios días sin que sus hermanos dieran señales de vida, y las pocas provisiones comenzaron a faltar, hasta que se consumió el último kilo de azúcar y el ultimo paquete de yerba. Acosado pro el hambre, y poco predispuesto a pedir ayuda, le había echado el ojo a un gato gordo del vecino, y se dispuso a comerse en guiso de gato:
- Pero cuando me había decidido a comerlo, lo veo cagando, y me dio tanto asco que no puede agarrarlo – me dijo, y luego reflexionando remató:
- Ese sí que se me escapó cagando...!
¡que sensación rara que dá la corriente!
El Tola, con el tiempo se dedico a la albañilería, y en una oportunidad que estabamos trabajando en una obra, un soldador le pidió que le sostuviera un fierro hasta que le dé una puntada con la eléctrica. El tola, con desconfianza, agarró el fierro, y cuando la soldadora dio el primer destello, el Tola lo soltó en el acto.
- Laaa….que miedo le tenés a la corriente – le dije.
- Es que una vez me pegó una patada bárbara …- me dijo, y contó la siguiente historia:
- Una mañana, en pleno invierno y con una helada de la gran siete, estaba haciendo una reforma en la casa de un viejo, subido a una mesa, en el patio, y con un taladro me puse a agujerear una pared. Se ve que agarré un caño de luz porque me dio una patada que me sentó de culo en el medio del patio. Estuve como media hora como desmayado, y al rato, cuando reaccioné, pensé: “que sensación rara de la corriente... Tengo frío en el culo”, y cuando me tantié, me di cuenta que me había cagado encima.
Los dos sordos
El Tola estaba haciendo unos arreglos de albañilería en la estación de servicio “El Cruce”, y como siempre, no perdía oportunidad de hacer alguna de las suyas.
Un día cayó un muchachito foráneo, estudiante, que estaba haciendo dedo hasta Santa Rosa. Se arrimó a la estación de servicio y se lo cruzó al Tola Cañada, y le preguntó:
- No conoce alguien que vaya hasta Santa Rosa ?
- Los conozco a todos.
Al poco rato entró a cargar combustible uno del pueblo, y conocido del Tola, le preguntö:
- No va para Santa Rosa.
- Si…cargo nafta y salgo.
- No podría arrimar a ese muchachito que esta allá ?
- Y vos lo conoces ?
- Si...es un buen pibe.
- Esta bien…decile que lo llevo.
- Es flor de pibe…lo que sí, háblele fuerte porque es re sordo.
Después se arrimó al pibe, y le hizo el comentario:
- Aquel viejo te lleva hasta Santa Rosa. Lo que sí, hablále fuerte porque es más sordo que una tapia.
Y los mandó nomás, a los dos, ...a los gritos hasta Santa Rosa, pensando que el sordo era el otro.