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EL GATO CHOFER
Don Angel, había sido uno de los primeros pobladores de Catriló. Además de conocido y querido por todos, era todo un personaje; había venido de chico desde su Italia natal y a pesar de los años siempre habló “cocoliche”, a media lengua, y sobre todo cuando se calentaba con alguien y la salía “la tanada”...entonces hablaba en “tano puro”.
Dueño con su hermano de la “Herrería La Lumbre”, afilaban rejas de arado, arreglaban rastra de discos, rastrones, sembradoras, aguadas y molinos. Para hacer los arreglos en el campo, don Angel sabía andar en una Chevrolet 60, amarillita, que era una joya. De “palanca al volante”, rodado del 16 y motor de seis cilindros, podía arrastrar un arado de cuatro rejas. Como a veces le costaba un poco hacerla regular, le había pedido Febo Cestac, se la dejáse “media aceleradita”.
Una vez que tuvo que ir de molinero a “La Púa”, arrancó don Ángel temprano, y como no consiguió quien lo acompañara, cargó al “barcino” en la cabina, como para tener con quien conversar. El barcino era gato grandote... casero pero bastante retobado.
Cuando entraron al campo, como el tano iba “casi solo”, además de hacer de chofer se tenía que bajar a abrir las tranqueras....y el “barcino” por atrás de él... se le bajaba de la cabina en todas las tranqueras. Empezó a renegar contra el gato que le hacia perder tiempo, porque una vez que bajaba le mañereaba para dejarse agarrar de nuevo y si bajaba con el gato alzado en brazos, le costaba desenganchar la cadena; para colmo ya se le habían hecho como las diez de la mañana, y no habían pasado ni la tercer tranquera. Cuando estaban por cruzar la cuarta, se baja el tano y antes de ir a abrir la tranquera lo quiere dejar el gato arriba, y como para convencerlo al barcino, le dice “no te bacare” – y lo sujetaba contra el asiento – “no te bacare”, le repetía, hasta que le pegó el portazo y lo dejó adentro de la cabina...¡¡¡¿para que?!!!....cuando el barcino se vió “como gato encerrado” con todos los vidrios levantados, le agarró un ataque de cabinofobia.
Entró a saltar como loco el gato, adentro de la cabina. Saltaba del piso al respaldo, y de ahí nomás, pasaba en el aire del respaldo al torpedo... y hasta del espejo retrovisor se le colgó. Peor todavía...porque cuando el barcino se vio en el espejo, habrá pensado que había un intruso, y se puso más malo todavía. Saltaba por todos lados enloquecido hasta que en uno de los saltos cae encima de la palanca de “cambios al volante”, y como estaba “media aceleradita”, cuando le entró la primera salió escarbando la chata....y no le dio tiempo a nada; pasó la tranquera con cadena y todo...¡y con el gato de chofer!
(Anecdotario de HT)
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Fuente: www.lagazeta.com.ar
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