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EL HELICÓPTERO (Carnaval de Catriló)
El que desde chico tenía “alma de inventor” era el Cono Bompadre, y le sobraba imaginación y habilidad manual. Con unos cajones de manzana, algunos fierros viejos y rulemanes del “Corralón El cinco”, era capaz de armarte una catanga de carreras, con motor y todo.
Una vuelta estábamos “la barra” en la casa del Cono, y alguien preguntó.
- ¿Y que vamos hacer este año para el corso?
Hubo varias opiniones: podríamos hacer la carroza “Luz y Fuerza” - dijo uno. - ¿Y si hacemos un malón a caballo, disfrazados de indios? - preguntó otro…hasta que uno le pidió opinión al Cono.
- Vamos a hacer un helicóptero – dijo en el acto.
- ¿En serio?…¿que vuele?...a ver si se mata alguno.
- Para hacerlo que vuele tenemos poco tiempo, pero algo vamos a hacer – concluyó Cono.
Ahí nomás empezó el proyecto y al otro día nomás se empezaron a juntar los materiales. Faltaban quince días para el corso.
A los dos días ya había varillas, tablas, alambres, lona, pintura, caño para el fuselaje, etc. A la semana ya tenía pinta de helicóptero. De un catango viejo alguien consiguió, volante, tablero y hasta con relojes que simulaban altímetros, medidores de presión y temperatura, y Cono le agregó batería, foquitos y hasta luces intermitentes le puso.
Para darle tracción se apareció con un motorcito villa de cuatro caballos y para “el rodaje”, Cono le sacó las ruedas a la cortadora de pasto de su casa, que después Pía renegaba porque en el patio le crecieron tanto los yuyos que los tuvo que hacer guadañar.
- A esto le falta realismo - comentó Cono – y le agregó una correa que hacía girar la hélice.
Lo probamos en “el corralón El cinco” y andaba diez puntos y la noche del corso lo sacamos carreteando por el portón de la calle de la vía. Al llegar a la esquina del Yeye Canavero, se le apareció de improviso un peón de “La yegua blanca” que venia del boliche de “La minuta” montado en un redomón alazán picazo. Cuando se topó de golpe con semejante aparato, girando la hélice y haciendo balizas, el mancarrón pegó una espantada que se perdió en la oscuridad de la noche. El jinete quedó de a pié.
Llegando al corso desparramamos tres viejas que venían cruzando la calle al oscuro; al petiso “obelisco” la hélice le pasó por arriba tan cerca que le sacó la gorra, pero al gringo Tabernelli lo agarró distraído desde atrás y casi lo desnucó.
“La municipalidad” nos hizo desconectar la hélice…pero fue todo un acontecimiento.
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Fuente: www.lagazeta.com.ar
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