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"LE JUEGO UN CHIVO..."                  
Relato verídico recopliado por Leonardo Castagnino

Relevamiento con teodolito

Allá por el año 80, fuimos con un amigo a hacer un trabajo de relevamiento topográfico para el nuevo trazado de una variante de la Ruta Nacional Nº 40, entre Las Lajas y Bajada del Agrio, en la provincia de Neuquén.

Bajada del Agrio era un "paraje" distante unos 40 kilómetros de Las Lajas, con una especie de almacén y escuelita, cerca del Río Agrio, y próximo a un puente viejo de madera sobre el río. El nuevo trazado a estudiar, era del otro lado del río, sobre una planicie extendida y con un tramo de lomadas de mayor pendiente. Una zona muy agreste, prácticamente deshabitada, con monte bajo de jarillas y pastizales de la zona árida, sin alambrados ni caminos salvo alguna huellas de difícil o casi nulo acceso vehicular. En todo el trayecto, no habia ningún poblador.

En aquella época no se disponía de los modernos equipos de relevamiento como GPS (1) ni imágenes satelitales o de georadar (2) para restitución de curvas de nivel. Ni siquiera se conocía la “Estación Total” (3); recién se empezaban a conocer los “distanciómetros” (4), que se montaban sobre un teodolito estándar, en forma independiente. Con el teodolito (5) se bisectaba un prisma ubicado sobre un jalón o “mira parlante” (6) a distancia y se medían los ángulos verticales y horizontales, y luego, en forma independiente, se medía la distancia con el distanciómetro, que emitía una luz infrarroja hasta el prisma, medía el tiempo y hacia el cálculo automáticamente de distancia, indicando el resultado en forma digital.

Sacame una foto El trabajo se hacia en varias etapas: primero se estudiaba sobre una carta el IGM (7) una probable ubicación del nuevo trazado; luego se materializaba sobre el terren terreno un trazado aproximado con líneas de banderas, midiendo ángulos y distancias de los alineamientos, y posteriormente se completaba el relevamiento de nivelación, perfiles transversales, replanteo de curvas, etc. La primer línea del trazado, la marcábamos dejando retazos de polietileno blanco atados a ramas sobresaliente del jarillar, como para verla de lejos.

Como en la nueva traza había unos veinte kilómetros practicante inaccesibles, doce había que entrar de a pie o de a caballo, habíamos contratado al “Turco” Julián, un paisano de la zona que nos proveía de caballos para trasladarnos, de chivos para comer, y de algunos muchachos de la zona como ayudantes para hacer las picadas a golpe de machete.

El Turco Julián era descendiente de sirio-libanes, bien parecido, como de metro ochenta, pelo renegrido, y afincado en pleno monte y a mitad de camino entre Las Lajas y Bajada del Agrio. Un paisano de lo más pintoresco: vivía en una casa precaria de adobe, de pieza y cocina, rodeado de una chorrera de hijos, perros, chivos y caballos. Como hombre muy bien adaptado al medio, tenía muy desarrollados los sentidos, ya sea para ver o escuchar a cualquier forastero que se acercaba a gran distancia, o para rastrear un animal, propio o silvestre. Por la forma de la pisada distinguía un caballo de otro o un avestruz macho de un avestruz hembra por la forma de la huella.

- Acá anduvo una liebre –solía decirme- acá estuvo sentada...¿ve?...estas son las patas de atrás –me mostraba el rastro de las patas traseras, donde se distinguía claramente lo que otros no percibían.

Recuerdo que en varias oportunidades, como “para perderlo”, me le adelantaba variando el rumbo y pisando sobre las matas de pasto para “no dejar rastro”, pero el Turco venía luego a paso decidido, bajando la vista muy de vez en cuando para “cortar el rastro”, hasta que llegaba al lugar exacto en que me hallaba, con una sonrisa de picardía y satisfacción.

Aficionado a las apuestas fáciles, de vez en cuando le sacaba algún atado de cigarrillo o unos pocos pesos a la peonada, mediante apuestas de resultado conocido de antemano. Como soy persona poco aficionada a las apuestas, llevábamos como un mes de trabajo y todavía “no me había enganchado”, hasta que le di la oportunidad: estábamos siguiendo la línea de banderas, y yo por el teodolito ya había visto a gran distancia, asomando sobre el jarillar, una parte de la luneta blanca de la otra camioneta.

Teodolito con distanciómetro - No puedo ver la bandera blanca –le comenté...y se la dejé picando.
- ¿Cómo no la ve ingeniero?...si está acá derecho –me señalaba.
- No... es la camioneta del topógrafo...-le di la pista.
- ¡Qué camioneta!...¿no ve que es la bandera blanca?
- No, hombre...es la camioneta.- le insistí. Pero el Turco se tenía demasiada fe:
- ¡que va a ser la camioneta!...es la bandera blanca –me desafió- ...le juego un chivo!!!
- Le juego...-le tomé la apuesta...y nos dimos la mano.

Nos quedamos un rato esperando, mientras el Turco, que se tenia una fe ciega, saboreaba el triunfo, hasta que en un momento “la bandera blanca” empezó a moverse y se vino levantando polvadera hasta donde estábamos nosotros.

- ¿Y? ..¿no de dije que era la camioneta?

También...¡como para errarle!... ¡si la había visto por el teodolito!

El gaucho se quedó con la espina, y se pasó varios días pensando en la ocasión y la forma en que desquitarse. Como veníamos midiendo la línea con el distanciómetro, el turco me venía estudiando que tal de habilidoso era yo para calcular “a ojo” las distancias antes de medir con el instrumental:

- ¿cuánto habrá hasta el jalón? –preguntaba.
- No se...habrá 300 metros ...
- ¡No!..!hay mucho mas!...por lo menos 400 - decia. Luego medíamos, y la verdad que le pegaba bastante aproximado.

Como vi que el paisano me estaba semblanteando mientras yo miraba por el teodolito, antes de medir con el distanciómetro y sin decirle nada, con los hilos del retículo (7) calculaba la distancia taquimétrica (8) aproximada , en lo que no podía errarle por mucho más que unos pocos metros.

- ¿cuánto habrá hasta el jalón? –preguntó por fin el Turco.
- La verdad que no se...
- Le juego un chivo...!!!
- Bueno...¿cuanto le calcula? - de dije al toque...para que juegue él de mano.
- Ciento veinte metros –me dijo.
- Ciento diez – le retruqué, manteniéndome por debajo.
- Bueno...mida nomás – me dijo el turco, con aire de confianza.

Pulsé el distanciómetro, esperamos unos segundos, y en pantalla apareció el veredicto: ciento y pico de metros....y le gane el segundo chivo.

Después que le gané “calculando a ojo” la distancia, el turco había quedado en una especie de intriga y desconfianza. De ahí en más me empezó a estudiar todos los movimientos mientras yo operaba el instrumental, hasta que un día no aguantó más la intriga y me pregunta:

- Ingeniero…¿el de abajo no mide?
- No –le dije- el de abajo es para apuntar...el que mide es el de arriba.

Como el Turco era arisco para pagar, terminé cobrándome los dos chivos con un poncho pampa que todavía conservo; como los tejía su mujer, al turco le salió más barato...

¿Quien inventó del dulce de leche? Referencias:

(1) GPS: Posicionador Geográfico Satelital. Por señales satelitales da la ubicación en coordenadas geográficas. Los “GPS diferenciales a tiempo real” permiten la determinación de coordenadas y distancias con errores del orden del centímetro.

(2) Imágenes satelitales de georadar: permiten la restitución planialtimétrica del terreno y la generación de curvas de nivel represntativas, con cierta aproximación.

(3) Estación Total; Instrumental topográfico de precisión, que consiste básicamente en un teodolito con distanciómetro incorporado. Una memoria colecta los datos de ángulos y distancias determinadas por el instrumento.

(4) Distanciómetro. Instrumento que, emitiendo una onda infrarroja hasta un prisma que la refleja, puede determinar distancias de varios kilómetros, con precisiones del orden del centímetro. Estos instrumentos, en principio se montaban sobre el teodolito, midiendo en forma independiente los ángulos y las distancias por parte cada uno de ellos.

(5) Teodolito. Instrumento topográfico de precisión que, motado sobre una base con trípode, se utiliza para medir ángulos verticales y horizontales con precisiones del orden del segundo. Tiene un lente óptico con aumentos del orden de 30 veces.

(6) Mira parlante: Regla graduada al centímetro para tomar lecturas y permitir deducir o calcular cambios de altura en el terreno.

(7) IGM: Instituto Geográfico Militar. Las cartas del IGM representan el terreno indicando detalles panialtimétricos. Fueron relevadas topográficamente por dicho instituto, y son utilizadas como antecedente para diversos usos.

(8) Hilos del retículo. Marcas del lente del teodolito, que permiten “apuntar” o hacer lecturas sobre una mira graduada. Por diferencia de lecturas entre los hilos superior, medio o inferior, se puede tomar la “distancia taquimétrica”.

(8) Distancia taquimétrica. Distancia determinada a partir de la diferencia de lectura entre dos hilos del retículo, multiplicada por una constante. La distancia taquimétrica, es una precisión del orden del metro.

(Anecdotario de LC)                  

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Fuente: www.lagazeta.com.ar

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